Mirame en la Luna

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Cuando el corazón de un joven solitario comenzó a sentir el amor por primera vez, contempló la belleza de la causante del mismo. Pero, ¿Cómo era dicha mujer que le hizo detenerse en su recorrido de búsqueda del querer real? Aquí mismo se describirá, ¡Y soy yo! El mismo que la vió. Describiré a dicha mujer con las mejores palabras que ella me hizo nacer en mí, tan solo con mirarme.
La historia comienza aquí, primer día de clases. Estaba en mi pupitre y la maestra aún no llegaba. El nerviosismo me invadía y la inseguridad también, pues no conocía a nadie. Por curiosidad, miré a mi alrededor para ver quiénes estaban en mi salón. Pero, justo a la tercera fila de mi derecha ¡La miré! Impresionante cabello, ¡Sublime! Sonreir y rostro ¡Perfecto!.
Quise conocer a dicha señorita que a tres filas a mi derecha estaba, pero ¿Cómo podría empezar una conversación con ella?, ¿Qué pensaría de mí? ¡Las preguntas se apoderaban de mi pensamiento!.
En receso, yo la seguía, pero asegurándome de estar lejos para que no me viera.
Ella se sentó sola en la grada de la cancha de futbol. Y  fue justo ahí donde decidí acercarme a ella, para almenos preguntar su nombre.
Me acerqué a ella y dije.- Hola -. Ella me miró, y con su voz dulce y angelical respondió.- Hola -. Esta vez yo respondí sonriendo.- ¿Puedo sentarme junto a tí? -. Ella respondió.- Si, adelante -. ¡No podía creer la amabilidad que ella demostraba! Estando a lado de ella le dije.- ¿Cómo te llamas? -. Ella respondió.- Ana, ¿Y el tuyo? -. Y yo le dije.- Bryan, Bryan González, un gusto enorme Ana -. Ana me preguntó curiosa.- ¿En qué salón estas? -. Yo le respondí.- ¡En el tuyo! Soy el que se sienta a tres filas de tí, a tu izquierda -. En ese instante sonó la campana, los dos nos dirigimos a nuestro salón. Estando lejos de Ana yo no paraba de pensar en su belleza tan natural, terminé un trabajo que el profesor nos puso y ya no tenía nada que hacer, el profesor me dejó descanzar en mi pupitre.
Volteando mi cabeza hacia la derecha para ver a Ana, ella se encontraba escribiendo. Quizá sintió mi mirada, sus ojos levantaron la vista del cuaderno hacia mí, y yo mire hacia otro lado ¡Rápidamente! Como si estuviese mirando hacia otro lado. ¡Estaba aterrado! ¡Notó que la estaba mirando! ¿Se habrá enojado?, ¿Qué habrá pensado de mi? Los pensamientos volvían a apoderarse de mi pensamiento.
El timbre de salida sonó, guardé mis útiles en mi mochila y con permiso del profesor salí del salón para irme a mi casa.
Al día siguiente en la escuela, volví a ver a Ana. Nuevamente, el profesor aún no llegaba. Decidí ir a un pupitre que estaba frente a ella para pasar un momento de plática agradable. Todo normal, hasta que Ana me preguntó.- Oye Bryan, ayer ¿Me miraste? -. Y yo me puse tan nervioso a tal punto que un tono rojizo cubrió mis cachetes. Siendo sincero le respondí que sí, pero a eso le agregué.- ¿Te molestaste? -. Y ella, obiamente, notó lo rojizo de mis cachetes, y riendo me dijo.- ¡Jajajaja! Que tierno, y no, tranquilo, al contrario, me agradó que me miraras. Yo igual te miré, pero noté que rápidamente miraste hacia otro lado y en ese momento sonreí, solo que tú no te diste cuenta -. El alivio y la felicidad de escuchar eso viniendo de ella crecieron en mí.
Derrepente, llegó el profesor. Y le dije a Ana.- ¡Me tengo que ir! Un gusto Ana -. Ocupé mi pupitre, y con la mirada perdida en el cielo suspiré.
Derrepente, un alumno que se encontraba a mi derecha me dió un papelito, el alumno me dijo.- Ábrelo, Ana me dijo que te lo diera -. Lo abrí, y con una letra perfecta escribió.- "Bryan, ¿Podríamos caminar en receso" -. En ese instante, mi corazón palpitaba más rápido de lo normal. Y tomé mi pluma y escribí.- "¡Si! Encantado Ana" -. Le dí el papelito al mismo alumno para que se lo regresara a Ana, y observando que le llegase el papelito la miré, noté que lo leyó y sonrió.
Entonces, llegó el momento esperado. Salimos todos los alumnos del salón al receso. Y como lo dijimos, Ana y yo caminamos juntos, me encantaba cada mínimo segundo que pasaba a lado de ella. Creció una confianza increible en mí, empecé a ser gracioso intentando provocar su sonreír tan precioso que me enamoraba.
Entonces, llegamos a la grada de la cancha donde estuvimos la primera vez. Y yo le pregunté.- ¿Tienes número telefónico? -. Ella dijo que sí, y ¡Me lo dió!.
Pasó el rato, sonó el timbre de entrada a los salones, entramos, pasaron los módulos, sonó el timbre de salida, al llegar a mi casa empecé a realizar mis tareas y deberes para poder hablar con Ana almenos unos momentos.
Abrí su chat y escribí.- "¡Hola Ana! Soy yo, Bryan González. Éste es mi número telefónico, espero tu mensaje." -. Pasaron más de 10 minutos y Ana respondió.- "¡Hola Bryan! Gracias, guardaré tu número. Hoy, en receso, me la pasé ¡Excelente! Me hiciste sonreir mucho, hace mucho que no reía de esa manera. Espero que se repitan esos momentos junto a tí." -. Al leer ese mensaje, surgió en mi una alegría increible que exprese saltando y sonriéndole a una pantalla. Emocionado le respondí.- "Por mi, ¡Adelante Ana! Yo igual me la pasé increible contigo hoy, no hay nada que disfrute más que estar contigo y escuchar tu risa y tu voz. Pero más que nada, me encanta poder ser el causante de dicha risa y de tu felicidad, me esforzaré porque así sea hoy y siempre." -. Ana respondió.- "¡Que tierno eres! Jamás había conocido a alguien como tú." -. Después, seguimos platicando varias horas hasta que llegó el momento de ir a dormir.
Al día siguiente, en la escuela, la felicidad se notaba en mi rostro. Todos me preguntaban.- ¡Hey! ¿Por qué tan feliz? -. Yo respondí .- Esque ella, esque ella... -. Y mis compañeros se reían, y yo me reí junto con ellos.
Me senté en mi pupitre, llegó Ana, y al mirarla en la puerta, ella igual me miró. Muy coqueta y tierna, agachó su mirar hacia el suelo con una sonrisa tan hermosa como ella misma. Ella, caminó hacia su pupitre y se sentó. El profesor llegó y comenzamos a trabajar.
En el 2do módulo, el profesor nos pidió que hicieramos una carta anónima, dirigida a alguno de nuestros compañeros. Y yo, emocionado, empecé a escribir dicha carta dirigida a Ana anónimamente.
Escribí:

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