Duele. Pocas cosas habían dolido tanto en toda mi vida. Ni siquiera me había sentido tan desgarrado por el dolor cuando me astille el hueso del brazo en primaria. Lo ultimo que recuerdo son las luces de fuertes colores neón, música con un volumen tan alto que estoy seguro que mis tímpanos van a reventar en cualquier momento y el sudor de mi cuerpo, producido por la cercanía de otros moviéndose con la música, pegando mi camiseta a mi espalda. Cuando siento que la oscuridad se apodera de mi cuerpo. Ya no siento nada, ya no puedo ni ver. Siento como mi respiración empieza a des acelerar hasta que se detiene y la negrura completa se apodera de mi visión y el sentimiento de caída, al tiempo que Daniel grita mi nombre con todas sus fuerzas.
Solamente siento como todo parece despegarse de mi ser. Mi nombre, mis recuerdos, el Yo que conozco. Antes de que me arrebaten mi último momento de claridad, pienso que al final llego el momento y mi corazón da su ultimo latido. Mi cerebro se desconecta un segundo después y me encuentro a la deriva. Todo lo que soy y he sido desapareciendo junto a mi consciencia. Y ya no tengo fuerzas.
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Al abrir os ojos me encuentro de pie. Todavía en la pista de baile. Pero algo no cuadra. Nadie baila. Ni siquiera hay música ahora. y todo el mundo está en un círculo al rededor de algo. Me acerco pero nadie parece advertir mi presencia. Me abro paso por el círculo y logro quedar dentro. Ahí es cuando me doy cuenta que no están alrededor de algo sino alguien. Y Oh Jesús. Lo peor es que ya se quien es esa persona que se encuentra tirada a media pista de baile.
Yo.