Mientras Tú Estés

Capítulo 2

El papeleo es un coñazo, pero si la secretaria que nos "ayuda" es subnormal, pues más aún. No entiendo como sigue existiendo gente tan idiota y tan superficial de verdad. ¿Qué es eso de mirarme de arriba abajo como su fuese un bicho? ¿Cómo llevaba vaqueros y una camiseta de tirantas me miraba así? ¿Qué pasa, que las faldas de tablas y los polos de marca son obligatorios? Señora, quítese el bigote y luego me juzga.

Después de este pequeño altercado con la bruja de la secretaría y después de haber recogido el uniforme de las narices, nos dirigimos a buscar el edificio de residencia para las chicas. El campus era enorme, al llegar no me había fijado que a espaldas del edificio principal había una piscina cubierta y otra al aire libre, además de un gimnasio y varias pistas más. Esto era demasiado para mí, ni de coña aguantaba aquí una semana rodeada de niñitos de papá.

Tras 20 minutos dando vueltas y preguntando, conseguimos llegar al edificio. Unas enormes puertas de cristal y un portero me daban la bienvenida.

—Buenos días señorita, ¿Es usted Emma Marie Cooper? –Me preguntó el señor. Tendría unos 50 años y llevaba el pelo blanco y un uniforme rojo. Además, se veía que aquel sitio era como un puesto de guardia y que este hombre iba a estar ahí siempre. Empezamos bien.

—Eh... si, pero nada de Emma Marie, solo Emma. Por cierto, ¿Cómo sabe mi nombre? –Mi madre me pegó en ese instante un codazo disimulado que no vamos a mentir, dolió un cojón.

—Pero Emma ¿dónde están tus modales? —Dijo la sargento con tono enfadado—. Por favor, disculpe a la niña, está un poco resentida con la idea de estudiar aquí.

Mi hermano y yo nos miramos a la vez y por poco nos tiramos al suelo a reírnos. Quien narices decía la palabra "resentida" en pleno siglo XXI a parte de Rose Cooper... En fin, que suplicio de mujer.

—No se preocupe señora, no pasa nada. Mi nombre es Thomas y soy el portero del edificio residencial femenino, —¿No me digas? No me había dado cuenta, creía que esto era una discoteca y este tipo era el gorila de la puerta, no te jode. Obviamente esto es una reflexión que no pronuncié en voz alta, y menos con mi madre delante. Lo mas probable sería que se pusiera en modo madre ofendida y empezara a dar gritos por el campus y no había ninguna necesidad de montar semejante escándalo—. Y respondiendo a su pregunta señorita Emma, mi deber es aprenderme el nombre de todos los alumnos, atender a las señoritas de la residencia si necesitan algo y vigilar que ningún señor cruce estas puertas a excepción de familiares. Normas del centro.

—Pues vaya coñazo, como si fuera un perro centinela. –Mierda, se me había escapado. La cara de mi madre era un poema y mi hermano me miraba a punto de troncharse otra vez de risa.

—No se preocupe señorita, probablemente no va a verme mucho. –Dijo Thomas entre risas. Por lo menos no tenía pinta de viejo verde, aunque nunca se sabe. Hay que andarse con ojo.

Nos despedimos de Thomas, mi madre pidiendo mil perdones y yo con un simple adiós. Pasamos de largo de los grupos de estudiantes que se habían formado en el vestíbulo y subimos al ascensor pulsando el botón de la 2º planta.

—Emma no puedes tratar así a todo el que se te cruce por delante, el mundo no está en contra tuya jovencita. –"il mindi ni isti in cintri tiyi jivinciti". Por favor, me ha metido en un internado un año, no me conoce, no sabe nada de mi ¿Sería mucho pedir que se fuera ya? Gracias.

—Lo que tú digas mamá. Steve por favor llévame la maleta grande, no puedo con todo. –El idiota me miró sonriendo.

—Señorita, tiene usted dos manitas y dos piernecitas como las mías para coger sus cosas. —Dijo imitando la voz de la secretaria bruja. Esa mujer era como la Señorita Rottenmeier (Si no habéis visto Heidi no se que hacéis con vuestras vidas) Definitivamente esa señora y yo no nos íbamos a llevar bien jamás de los jamases.