parte única.

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Sus pasos resonaban por todo el pasillo. Era lunes, el día donde todos trabajaban y nadie podía visitar a sus familiares en aquel mediocre hospital, por lo cual HoSeok, él, unos pacientes y algunos doctores eran los únicos que se encontraban por allí.

Era la primera vez que visitaba ese lugar. Su mejor amigo trabajaba allí como enfermero, pero justo ese día tenía una cita con TaeHyung, su novio, y por ello le había pedido al peinegro de cuidar a uno de sus pacientes, el cual, según el menor, era un amor de chico.

El hospital no era muy bueno como otros. Había escasa iluminación y algunas paredes tenían manchas algo extrañas, que resaltaban por la pintura blanca que había bajo estas. Los pasillos eran muy pequeños, por lo cual muy pocas sillas habían y estas eran las típicas de plástico blancas que dan en cualquier lugar por una no muy grande cantidad de dinero.

"Al menos hacen bien su trabajo", pensó el mayor.

–Bien, aquí es.– HoSeok dejó de caminar frente una puerta con algunos dibujos pegados, pintados con lo que parecían ser crayones. –Antes de entrar te debo explicar unas cosas. Primero, el chico se llama JiMin, tiene 16 años y está ingresado aquí desde los 13. Segundo, por nada en el mundo le mires raro, ¿bien? Si lo haces te mataré a ostias.– "Sútil", pensó y rió internamente.–Tercero, es muy, muy sensible. Si llora mantén la calma y no te alteres, porque si no él también se va a alterar. Cuarto, si dibuja ponle música de Epik High, es la única banda que permitirá que le hagas escuchar, no sé bien la razón. Y por último, no le juzgues, ¿si?

–A la orden capitán.

–Bien.– HoSeok miró la hora en su reloj e hizo una reverencia hacia YoonGi.– Gracias por hacerme este favor, YoonGuito, debo irme.

–No le rompas el culo a Tae~

El menor rió y se fue de allí con pasos acelerados.

YoonGi suspiró y miro la puerta unos segundos más. Él era el menos indicado para estas cosas. Odiaba a los niños llorones, no sabía consolar a una persona, y vamos, ¡ni siquiera sabía si ese chico tenía alguna enfermedad mental! Y si la tenía, se iba a largar a llorar como estúpido. ¿Cómo piensa HoSeok que él, su amigo gruñón, podría tratar con alguien con alguna especie de trastorno o enfermedad mental? Ni siquiera sabía tratar con Jungkook cuando lloraba porque YuGyeom no le daba ni la hora.

Pero bueno, haría lo posible. No quería que despidan a HoSeok o algo así por su culpa, así que daría lo mejor de sí.

Dando un sonoro suspiro, rodeó el picaporte de la puerta y abrió ésta con algo de lentitud.

No se dio cuenta de que tenía los ojos cerrados hasta que pues... No vio nada más que negro. Volvió a suspirar, pero más bajito, y abrió poco a poco sus felinos ojos, encontrándose una pequeña figura sentada en la cama, con su vista sobre él y la cabeza algo inclinada. El chico tenía las mejillas regordetas, pero le sorprendió ver una cicatriz bastante grande y notoria en una de ellas. Sus labios eran rosados y carnosos, estaban algo húmedos por lo que supuso que los había lamido recientemente. Su cuerpo estaba cubierto en una de esas típicas batas de hospitales, y sus manos estaban escondidas en unos guantes que parecían ser de lana.

Era... muy bonito.

–Tú no eres Hobi

–...

–¿Por qué no eres Hobi?

–Pues... hay muchas razones la verdad. Una, nací de otra vagina y otro espermatozoide, dos...

El chico chilló y le tiro una almohada a YoonGi, completamente sonrojado.

—¡No hables de eso!– El peinegro no pudo evitar soltar una risa bastante estridente. Dios, ni que estuviera hablando con un niño de 7 años.

–Mi nombre es YoonGi. Soy amigo de HoSeok. Él no pudo venir porque tenía planes con su novio así que me pidió que te cuide por hoy. Si mal no recuerdo, te llamas JiMin, así que... es un placer conocerte– le sonrió y se acercó hasta quedar a su lado. Al estarlo, le extendió su mano para que la tome, en una muestra de respeto aunque el de hebras doradas sea menor que él.

–Uh... Lo mismo digo...– miró la mano del mayor con curiosidad y algo de miedo. Miro la suya, escondida en el guante, y la unió, tembloroso, con la suya.

Luego de unos segundos, YoonGi separó su mano de la del rubio y se sentó en una silla que se encontraba al lado de la camilla. Silla de plástico. Aunque bueno, a decir verdad, tampoco era tan incómoda. Se había acostumbrado a dormir en cualquier superficie así que le daba igual.

–Estaremos un buen tiempo juntos así que cuéntame de ti, JiMin.

El menor le miró, sin ninguna expresión facial. Vamos, que esté ingresado en un hospital desde hace tres años no significaba que sea idiota. Sabía que YoonGi quería saber la razón de por qué estaba él allí.

–Mi casa se incendió, mis padres murieron y como nadie adopta a un chico de 13 años viviré aquí hasta los 18– musitó JiMin sin titubear. YoonGi se sorprendió, pero asintió entendiendo su situación.

–Mis padres también murieron cuando era pequeño. Pero mis tíos me estuvieron cuidando hasta ahora– sonrió. El menor le miró, con un poco más de confianza ya que el mayor le contó eso.

Confiaba fácil.

–Y, JiMin, ¿por qué traes guantes de lana en pleno verano?

El rubio palideció al instante, y comenzó a morder su labio, nervioso.

–Y-Yo...– Bajó la cabeza y tragó en seco, retirando nervioso los guantes de sus pequeñas manos.

YoonGi intentó no verse sorprendido, y buscó palabras correctas para no herir sus sentimientos por decir algo incorrecto.

–Vaya...

JiMin, rojito, volvió a ponerse sus guantes.

Tenía las manos completamente quemadas.

–Oye... No te preocupes, niño. Todos tenemos pequeñas cosas que nos hacen no vivir en paz. Tus manos son bonitas.

JiMin, con los ojos cristalinos, le miró algo impactado.

–¿T-Tú crees?

YoonGi sonrió, y el menor le imitó.

–Muy hermosas.

Komplexe [myg + pjm] One-ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora