2 - El tormento de Agoney

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Era casi la hora de marcharse hacia las instalaciones de plató y el canario estaba tan nervioso que no podía concentrarse en nada más.

"Agoney querido, acuda a mi despacho cuando termine usted de comer", le había dicho la directora de la academia horas antes.


− ¿Se puede? − dijo Ago abriendo un poco la puerta de cristal del despacho de Noemí Galera.


− Si que has tardado hijo. Te estaba esperando. Es casi la hora de irse.


− Lo siento, es que últimamente no me sienta muy bien la comida y... Bueno, digamos que no es mi mejor momento. Pero dime, ¿qué pasó?


Galera levantó una ceja y se puso a hablar, pidiéndole antes que no la interrumpiera.



− Agoney, ¿sabes quién ve los directos además de toda España? Yo, querido. En realidad, todos los profesores. No lo vemos las 24 horas, no nos hace falta, porque trabajamos aquí y sabemos lo que hay. Pero cuando me llaman de la sala de producción de cámaras y me cuentan ciertas cosas, sigo sorprendida. 

Era una conversación privada entre Nerea y tú, por eso dejaron de emitir vuestro sonido en el directo del martes cuando os quedasteis solos en la clase de Capde. Saben... Sabíamos que estabais mal por la marcha de Raoul.
Pero cuando se retomó el contacto y escucharon cómo le decías a tu amiga que estaba loca por proponerte hablar conmigo... No lo se. Algo se me encendió.
Sé que muchas veces actúo como vuestra madre y no, no lo soy... Pero me siento un poco responsable. Así que, cuando uno de vosotros tiene un problema me gustaría que os sintierais con confianza. Vinierais a mi, a los Javis, a Manu, a Mamen... A quien sea.
Pedir ayuda no es nada malo.


El chico de piel morena puso su característica media sonrisa, tan triste, con los ojos tan vidriosos, que la mujer no pudo más que levantarse y abrazarlo.


− Lo siento mucho Noemí − empezó. − Sólo no quería hacer más grande el problema de lo que es... Soy yo, es mi voz. Me falla desde el lunes.  Ayer en el ensayo general para navidad todo fue un desastre.
Parecía que con la actuación con Alfred las cosas mejoraban, que volvía a ser yo, a resurgir como un fénix... Pero por lo visto, ya no se controlarme.


− Pero ¿y esto? ¿Es por la canción de esta semana? ¿Es porque te propusieron para nominado? Te salvamos. Creímos que esta canción te iba bien y estabas contento con ella...


− No, de verdad que no es nada de eso. Solo... Me siento vacío desde que... Desde que supe que no voy a volver a ver a Raoul. No todos los días, no aquí. Se que es un gesto infantil, y de verdad que me esfuerzo. Intento reponerme, poner buenas caras y ser positivo. Pero cuando cae la noche, en la habitación, en las comidas... No duermo, no consigo que la cena se quede en su sitio cuando me acuesto.


− Joder Agoney... − Se limitó a decir la directora.


Nunca lo había visto tan triste. Tan perdido. Lo tenía todo para triunfar en la vida y ahí estaba... Como el niño que en realidad era, con los ojos como puños.

Tras otro largo abrazo, secando las lágrimas del ya no tan frío y metódico chico, le dijo que buscarían una forma de arreglarlo.

Unos minutos después salieron hacia el plató y Agoney, aunque con los ojos aún un poco hinchados, lucía la sonrisa de dientes blancos más perfecta de todas. Su ya habitual careta, la que ya no se quitaba en todo el día desde el martes noche, cuando decidió dejar de atormentarse delante de otros, cuando Alfred y Amaia lo descubrieron escuchando "Manos vacías" con los ojos cerrados y las lágrimas corriendo por sus mejillas.
Lo último que necesitaba era que le tuviesen lástima sus propios amigos.

El secreto para recuperar su voz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora