Parte única.

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Tenían doce años cuando encontraron aquella destartalada casa a las afueras de la ciudad. Esa casa había visto a Kenny y Craig crecer. Había visto sus peleas, risas, lágrimas; todo.
Y también había visto como lo que empezaban a sentir el uno por el otro sobrepasaba la amistad.

Craig tenía su grupo de amigos al igual que Kenny, pero todas las tardes iban a aquella casa. Solo los dos. Nadie más sabía del lugar, era un pequeño paraíso donde los dos solos podían estar juntos sin preocuparse de los demás.

Ahora tenían dieciocho. Habían perdido la costumbre de ir todas las tardes, ahora con suerte iban un día al mes.
«Y todo por ese rubio de los tics.» era lo que pensaba Kenny.

Craig había comenzado a salir con Tweek debido a la presión social que ejercían las asiáticas. Debido a eso empezaron a pasar más tiempo juntos, incluso parecían pareja de verdad. Todo eso a Kenny le causaba una mezcla de emociones, pero dos de ellas habían tomado el control de su mente: celos y miedo.

Celos porque anhelaba ser el novio de Craig. Lo admitía, Craig había conquistado su corazón al completo. No lograba sacarle de su mente ni siquiera por un segundo por mucho que lo intentara. Le quería demasiado, ya no como amigo, si no como algo más. Los latidos de su corazón se aceleraban a ritmo vertiginoso cuando Craig estaba cerca.
Miedo porque temía perderle. Era la única persona que había sido capaz de provocarle sentimientos que jamás pensó que experimentaría. Era la única persona que le hacía feliz al completo. Si le perdiera para siempre, era seguro que jamás lo superaría.

Se tapó un poco más con las sábanas sucias de su cama. Tenía frío. Siempre hacía frío en su casa.
Pero podía ignorar el frío cuando pensaba en Craig, porque él calentaba su corazón.
Dormir pensando en aquel azabache de azules ojos se había vuelto una rutina, y no le disgustaba en absoluto. De hecho, dormir pensando en él provocaba sueños… agradables.

A la mañana siguiente, Kenny revisó su teléfono —el cual estaba bastante destrozado y era muy antiguo, debido a que no tenía el dinero suficiente para comprar otro mejor— y lo primero que vio congeló la sangre en sus venas y tornó sus pecosas mejillas de un intenso carmesí.

«Kenny, hoy después de clase nos vemos en nuestra casa. Allí te espero.»

Era un mensaje de Craig.

El corazón del rubio llevaba un ritmo sobrehumano; Kenny creyó que le daría un infarto. ¿Qué era tan importante para que le citara en la casa, si ya habían ido hace unas pocas semanas?
Empezó a fantasear con una posible declaración; no, no, era mejor no pensar en nada así. Si se ilusionara y acabara siendo cualquier otra cosa, se sentiría demasiado estúpido y decepcionado como para volverle a hablar.

Se duchó, vistió y desayunó lo que su bajo presupuesto le permitía, dirigiéndose a clase con la esperanza de ver a Craig.

No le vio en la entrada, tampoco en clase. Estaba totalmente absorto mientras el profesor explicaba, pensando en lo que Craig tenía que decirle.

— McCormick, parece dormido, ¿Será que una visita a detención le despertará?

Kenny tomó eso como una amable invitación a irse de clase, así que sin decir palabra —típico suyo— se fue camino a detención.

Y ahí estaba Craig. Estaba dibujando en el pupitre donde estaba sentado. Kenny supuso que volvió a llegar tarde, y sonrió al darse cuenta de que podría pasar más tiempo con él.

— Oh, hola rubio. —Dijo Craig cuando se dio cuenta de la presencia de Kenny.

— Hola Fucker, ¿Llegaste tarde otra vez?

Lugar secreto;; crennyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora