Capítulo único

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Habían pasado un par de meses desde que la pareja de patinadores se había mudado a San Petersburgo, junto a su fiel amigo, claro. Vivían en la casa que era propiedad del ruso, bajo el mismo techo. Aquellas paredes, que siempre habían presenciado la soledad de Victor, cuya única compañía era Makkachin, ahora eran testigo del amor que se tenía la empalagosa pareja.

Yuuri se sentía totalmente acogido en la casa del mayor; ya podía sentirla como su hogar. Cohabitaba en total comodidad con su novio. Aunque eso no quería decir que no existieran los típicos roces causados por la convivencia, tales como quién sacaba la basura o por qué no estaban fregados los platos cuando se lo pidió que lo hiciera el otro.

En ese momento, los tortolitos se encontraban durmiendo. Al menos, uno de ellos lo hacía en tranquilidad, pues el otro se encontraba retorciéndose entre las sábanas. Estaba teniendo una pesadilla.

Makkachin, que dormía en la misma cama, se despertó preocupado por el movimiento de su amigo. El siguiente en despertar fue el mismo afectado, que se sentó sobre la cama con velocidad e inhaló con fuerza debido a la impresión. Su respiración estaba agitada. El perro, aún preocupado, se posicionó sobre sus muslos para darle su compañía y calor. Rápidamente, el japonés acarició de forma repetida desde su cabeza hasta su lomo para que no se preocupase por él.

El siguiente en despertarse fue cierto ruso, cuyo sueño se vio interrumpido por la actividad que estaba ocurriendo en su lugar de descanso.

—¿Yuuri? —Lo llamó con una voz ronca y clara somnolencia. Encendió la lámpara de su mesilla al no obtener respuesta. Vio a su Yuuri sentado e intentando respirar con normalidad, sin éxito. Se incorporó en su misma postura.

Puso una mueca de preocupación. No era la primera vez que ocurría esto. Desde que empezaron a dormir juntos, con frecuencia el menor tenía pesadillas que hacían que se despertase en mitad de la noche. Se sentía muy impotente por no poder ponerle ningún remedio. Quería ayudar a la persona que amaba, pero era imposible, pues todo estaba en su mente.

—¿Has tenido otra pesadilla? —Preguntó lo obvio para comprobar si Yuuri le respondía.

—Sí —contestó el asiático con una voz entrecortada.

—¿Qué has soñado?

—Que... —hizo una pausa. Su ansiedad se estaba elevando por recordar el mal sueño—. Que me dejabas y te ibas... Victor, no quiero perderte... —dijo al borde de las lágrimas.

Y se le partió el corazón. No quería ser el protagonista de sus pesadillas. Quería ser el personaje principal de sus sonrisas, de sus más bellos sueños. No quería que fuera feliz gracias a él, sino con la ayuda de su apoyo y amor.

Aún no sabía cómo socorrer a su pareja en sus situaciones de ansiedad, por lo que se limitaba a preguntarle qué era lo que necesitaba en ese momento. No volvería a cometer el error de actuar sin pensar. No volvería a dañar ese frágil corazón. Lo llenaría de calor, aún encontrándose en el país más frío del continente europeo.

—Cariño, no me vas a perder. No me voy a ir. Voy a estar siempre contigo —le sonrió de forma sosegada al decir lo último, pese a que no estaba mirándolo.

Seguía acariciando a Makkachin. Victor sabía que brindarle cariño al caniche lo calmaba bastante. Siempre había pensado que aquel animal era mágico, porque cuando estaba junto a él en el pasado, se olvidaba de su soledad.

—¿De verdad? —preguntó el moreno tras escuchar aquellas palabras. Al fin levantó la mirada y se la dirigió a su pareja.

—Pues claro, Yuuri. No podría hacer eso ni aunque quisiera, además de que en ningún momento podría querer algo así —ensanchó su sonrisa, pues estaba diciendo la verdad. Los sentimientos que provocaba el menor en él eran los más bonitos que había experimentado nunca, y esperaba que para el otro fuera así también. Lo había enamorado por completo aquel tierno japonés.

Parecía que su ansiedad se estaba reduciendo, así que creyó oportuno el hecho de darle un abrazo. Se acercó para rodear con delicadeza a su amado con los brazos y atraerlo hacia su cuerpo; a su vez, acariciando su cabeza y paseando la punta de sus dedos entre las sedosas hebras de pigmento azabache. El de los orbes marrones apartó las manos del can para abrazar de vuelta por el cuello a su prometido. Victor estaba aprendiendo a lidiar con su ansiedad, y eso provocó una pequeña y cálida sonrisa en él, aunque se sentía culpable por haberlo despertado a esas horas intempestivas. El europeo le dio un beso lleno de amor en la sien, elevando su mano derecha hasta su cabellera para acariciarla. A Yuuri le resultaba muy relajante tanto acariciar como ser acariciado.

—Te quiero mucho, Victor. Gracias por estar a mi lado —se sinceró el más bajo, mientras conectaba su mirada con la de este.

—No tienes nada que agradecer, mi querido Yuuri. Te amo —lo besó seguidamente, en un gesto suave—. La próxima vez pienses ese tipo de cosas, solo recuerda una cosa —continuó hablando, mientras cogía su mano derecha y la llevaba a sus labios para besar aquel anillo que significaba tanto para ambos—. Estoy esperando ansioso a que ganes una medalla de oro. Recuerdas lo que dije, ¿verdad? —Prosiguió haciendo alusión a aquel día en la capital catalana—. Yuuri... de verdad que estoy deseando casarme contigo —confesó con un suave sonrojo que contagió a su novio, solo que el suyo era de un tono más furioso.

—¡Victor! ¡No digas cosas así de vergonzosas tan a la ligera! —Profirió apartando las manos de su entrenador, llevándolas a su cara para ocultarse en ellas.

El que había sido regañado rio por la reacción de su pareja, quitándole las manos de su rostro para admirarlo embelesado. Amaba cada faceta de Yuuri. Por supuesto que no se iba a alejar de él. Simplemente era imposible; ya no podría separarse de aquel chico que le robaba el aliento a todas horas. Era su alma gemela, y hacía que su pecho se llenase de la sensación más cálida que había conocido en su vida.

Makkachin, viendo que todo volvía a estar en calma, regresó a su lugar para continuar con su descanso y tener al día siguiente las energías recargadas para poder jugar con la pareja de enamorados. Él también estaba feliz, no solo por haber conocido a alguien más con quien jugar e intercambiar muestras de afecto, sino que del mismo modo sentía que su dueño era terriblemente feliz junto a él. Lejos de ponerse celoso, estaba extremadamente contento por no tener que ver a su gran amigo triste y en soledad.

Victor volvió a tumbar a Yuuri sobre la cama, para colocarse encima de él y mirarle con ternura. Apartó su flequillo y besó su frente mientras cerraba los ojos. Aparentemente, no quedaba ningún rastro de su ansiedad. Y así era. Se había desvanecido su angustia y la presión de su pecho, volvió a respirar con normalidad y sus pulsaciones descendieron.

El de hebras plateadas volvió a su lugar de la cama sin apartar aquella expresión de bobo enamorado. No podía evitarlo, Yuuri era lo más lindo que había visto nunca.

—Vamos a dormir ya, Victor. Gracias de nuevo, por todo.

El aludido se rindió y aceptó su agradecimiento.

—De nada, cariño. Buenas noches.

—Buenas noches, amor.

Acto seguido, el ruso se acercó a su mesilla de nuevo para apagar la luz de la lamparita. No cerró los ojos sin antes rodear con sus brazos a su adorable prometido y usarlo como si fuera un peluche. Así, durmieron plácidamente durante toda la noche sin ningún tipo de interrupciones.

♡♡♡

¡Pues eso es todo! Esta es la primera historia que publico en Wattpad, mas no la primera que escribo, sino la segunda. Estoy teniendo problemas con esa primera historia, así que la subiré cuando esté satisfecha ^^

Esta idea surgió de la nada una noche, y mis manos simplemente se pusieron a teclear, así que... este fue el resultado.

¡Espero que os haya gustado! Volveré con más historias, lo prometo.

Hasta pronto ♥

Ansiedad | VictuuriWhere stories live. Discover now