Hace ocho años mi historia cambió definitivamente, se venían arrastrando una serie de sucesos en la vida familiar que decantaron en dicho periodo en la partida del plano físico de un tío paterno y mi madre, además de la enfermedad de mi padre y el termino de mi tesis de grado en la universidad. Una serie de eventos de estrés que hicieron de mi vida en ese entonces, una explosión que reiteradamente me llevaron al suelo, de donde no lograba reintegrarme, dejándome en un status cuo ensordecedor, semejante a la parálisis del tiempo luego del estallido de una bomba. Tiempos difíciles se vivían, sin embargo éste sería misteriosamente el comienzo de la apertura hacia una sabiduría mayor. Mi propia sabiduría de sanación.
Conocí a una mujer de mi edad, y me invitó a trabajar con ella trás todo este caos, aceptando ejercer mi profesión mientras todavía no cesaban los ruidos ensordecedores. Siempre pude negarme y quedarme descansando frente al aparente comprensible abatimiento del dolor, de estar día trás día acompañando a mi madre en el hospital con sus múltiples diagnósticos, entre ellos el estado vegetativo. Sin embargo, una certeza en mi vida de avanzar y cultivar mis habilidades, me abriría un mundo que desconocía sin saberlo. Esta mujer de quién hablo más tarde se convertiría en una gran amiga, portadora de luz no sólo de mi vida en esos días sino de muchas otras almas. Desarrollando nuestras profesiones en un espacio común comenzó a hablarme sobre aspectos espirituales desconocidos, con temor y bajo todo el sistema de crianza y creencias que me habian entregado e integrado mi familia, me resistía, sin embargo algo en mi, me decía que todo lo que escuchaba y sentía era realmente el camino de vuelta a casa, que habian más personas nadando contra la corriente y que ya no tenía porqué ser bajo el parametro del salmón, que habia un camino que me hacía sentido, que validaba mi escencia y que no debía resistir más frente a esta visión de sociedad adormecida, donde existian más mundos paralelos a los que podía acceder hasta ese momento y ya no era necesario apreciar la vida desde esta lucha.
Comencé un viaje con miedo y sombras, con dolores antiguos que sentía en mi cuerpo y repercutian en la manera que observaba la vida, siempre asechando desde mis pensamientos el mundo, controlando todos los aspectos y hasta ese momento siendo victima de mi historia personal, donde se sentía, olía y vivía el desempoderamiento. La entrada a este mundo lo describo como el estar al borde del acantilado más alto, observando brevemente en la orilla viendo sólo la oscuridad, saltando con los ojos cerrados hacia un espacio del cual no tenía conocimiento, ni seguridades de ningún tipo. Ya no tenía nada, según yo, que pudiera perder.
La sospecha a través del tiempo se ha ido transformando en certeza, entendimiento y apertura hacia nuevas formas de vida, me he tirado un par de veces más desde ese acantilado con los ojos abiertos y otras veces cerrados nuevamente, todas han valido la Vida.
Comencé con algunas habilidades de kinestesia, sentir en el cuerpo la energía y de forma más aislada la percepción en forma de visión, donde leía en el cuerpo de mi guía algunas de sus estructuras luminosas adquiridas en ritos del pueblo Andino, desconociendo toda la información respecto a ellas sin embargo, aparecían. Veía el cuerpo luminoso de colores, sentía energías frías y calientes que me erizaban la piel, presentándose la dualidad de anular todo y arrancar, resistir y por otro lado sólo respirar y observar, ya que todo lo que percibía eran canales de percepción que siempre estuvieron conmigo, sólo que se agudizaban con la presencia de los portales de luz que creaba mi compañera de viaje.
Trabajamos un año juntas en un colegio con nuestras distintas profesiones, mientras fuí su conejo de indias para practicar las enseñanzas Andinas adquiridas en una escuela de chamanismo andino, y ahí comence a sanar algunas de las heridas más recientes, sobre la muerte de mi madre, el control, la rabia y experiencias de mi infancia. Me instalaron estructuras energéticas para procesar las energías densas, para comenzar a conectar mi pensamiento con mi sentir, una semilla para comenzar a sanarme y sanar a quienes me rodeaban, sintiendo la coherencia en torno a mi destino de vida y la auto apreciación de una gran responsabilidad.
Un año más tarde a mis 24 años, comencé el camino del sanador por mis propios medios, con miles de barreras desde lo monetario hasta cómo explicar mi espiritualidad al mundo que me rodeaba escencialmente a mi padre. Comencé con grandes frustraciones, sin saber cómo realizar una serie de prácticas y sobre todo la validación externa de la videncia, poder que no se me presentaba en todas las ocasiones. Mi rueda Oeste me llegó como una cachetada, nunca vi cómo vino y nunca supe muy bien qué pasó. Adquirí ritos en forma de semilla en mi campo luminoso, algunos reforzaron los que ya me habian entregado. Lo más revelador de esta etapa fue un viaje de meditación guiado, donde nos llevaron al Ukupacha o mundo de abajo, para ver las tres vidas donde más habiamos sufrido, donde habia mal utilizado nuestro poder y donde habia sido mas luminosa, justamente esta vida me traía una gran sanación, más de la que yo podía entregarle a mi Yo anterior. Fui maestro, que me entregué un águila real en mi glandula pineal, me genero un fuerte dolor en el cráneo tanto que me asusté, percistía aún cuando salí del estado meditativo, fue realmente increible esa experiencia. El águila vive conmigo hasta la actualidad y sospecho que será para siempre. Años más tarde descubriría que en el mundo Maya mi nahual es el águila real, motivo por el cual adquirí varios arquetipos de estos en mi campo luminoso y en mi mesa o altar de sanador, quienes me acompañan a mis viajes a los diferentes mundos, portan sabiduria, conexión y apoyo frente a las eventualidades. Mis antiguas creencias me llevaron a mantener un ritmo de aprendizaje de una parte de la rueda por cada año, aunque suene como un aspecto adverso, hoy observo la medicina de la integración de cada proceso, logrando haber practicado una serie de años antes de culminar la rueda medicinal.