El dichoso timbre ponía fin al descanso del joven Arcadia. El dichoso sonido perforaba los tímpanos de Mikel, el cual molesto, empezó a abrir los ojos divisando a su lado la hermosa figura de su acompañante. El hermoso cabello azabache que tanto adoraba, unas curvas que harían perderse a cualquier hombre cuerdo y la bronceada piel que desataba tentaciones sin límites.
Todo aquello se disipaba al escuchar la puerta abrirse, Christopher, su mano derecha abría la puerta, dando por empezado el nuevo día.
—Señor Arcadia, el señor Becker le espera en menos de una hora.
Los exquisitos modales de aquel hombre salían a la luz, pues en ningún momento su mirada se paró a observar a la joven que permanecía desnuda en la cama.
De golpe la joven esbozó una sonrisa y, con lentitud, empezó a acariciar el torso desnudo de Mikel, tratando de provocar a aquel hombre de hielo que, seguía sin mirar a la joven. Un suspiro escapó de sus perfilados labios mientras, aún despojada de todas sus ropas, se levantó de aquella cama para vestirse.
Poco le importaba que le vieran desnuda.
—Dile a... Edward que estaré allí a la hora acordada.
Espetó mirando la hora. Mikel ladeó una leve sonrisa mientras se perdía, como la noche pasada, en las infinitas curvas de Brooke Williams. Detestaba al marido de su bella compañera a pesar que era uno de sus clientes más fieles, uno de sus mejores inversores. La joven dama se postraba en el tocador, pintándose los labios de un color que, en cierto modo, delataba su forma de ser.
La radiante figura de la chica se balanceaba hacía la puerta esbozando en ella una sonrisa que podía deducir todo lo que había pasado la noche anterior, y con ella iba a engatusar nuevamente a su marido, contándole cualquiera de las excusas que aquel hombre creía.
—Ah, señor Arcadia, saludos de mi marido.
Cuan retorcida podía ser la mente de Brooke y como disfrutaba de ella aquel que empezaba a arreglarse mientras marchaba olvidando las caderas que habían ayudado a sucumbir en una vorágine de lujuria desenfrenada.
En un abrir y cerrar de ojos ambos jóvenes se encontraban en el despacho de aquel hombre desde el cual se escuchaban gritos de Edward Becker. Aquel joven de cabellos dorados alzaba el tono de voz por casi cualquier cosa, nadie osaba a decir que no a una de sus fiestas a excepción de Mikel Arcadia. Aquel joven que se encontraba terminando de rellenar uno de los montones de papeles que se iban acumulando.
—Ey, Mikel, vámonos de fiesta.
Su tono, ahora suplicante, resonaba nuevamente en la sala.
—Me niego, rotundamente además.
Un cansado suspiro escapó de los labios de aquel hombre, en una mezcla de molestia y pesadez por la insistencia de su acompañante.
—Vamos, eres el jefe, tómate el día libre además... tengo nuevos clientes para ti.
Su mirada estaba llena de satisfacción, como sabía llevar sus juegos al campo que interesaba. Pasó uno de sus rubios mechones por detrás de su oreja izquierda, mientras se acercaba indecentemente al jefe de la oficina.
—Te escucho.
—Un excéntrico cincuentón que tiene complejo de conde quiere invertir, le hablé de tu... trabajo y quiere conocerte. Solo ha dicho que tiene que ser en su entorno.
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Lyséa
RomanceUn famoso prestamista vive haciendo la vida imposible a los demás, con una vida sexual deseada por cualquiera y un éxito empresarial inimaginable. Por consecuencias ajenas termina en un pub de trafico de personas donde, sin saber porque, termina c...