Porque tuviste que hacerlo, así es, tuviste que hacerlo, ella era un demonio para ti, ella te mataba lentamente, te atosigaba, te atormentaba con cada suspiro en tu piel, ella te hacía abrir y reabrir heridas por todo tu cuerpo, y la carne estaba allí, dentro de ti, pudriéndose con cada beso de ella. Ella era tóxica, ella era el demonio, el infierno mismo. Pero tú no lo sabías, tú no te dabas cuenta de la sangre que se deslizaba por tu piel, o el sudor de tu frente, delatando tu cansancio, no sabías, no sabías nada de nada, jamás sabías nada, y ella lo usaba a su favor, conociéndote, seduciéndote, matándote, y parecías estar bien con eso, porque su mirada era maldita, te enamoraba, pero a la vez te condenaba, ella era así, frívola, determinada, jamás cedía a conseguir sus caprichosos deseos, tú, sorpresivamente, eras uno de ellos, y te enjauló bajo su cuerpo, cuando ambos sobre la cama se desnudaron y fundieron sus almas, o al menos eso hiciste tú.
Te fundiste, tú te entregaste al amor, a la ilusión, a la esperanza de que ella se quedara contigo, de que ella correspondiera a las cosas que tú le dabas, amor, afecto, fidelidad, porque tenías muchas mujeres detrás de ti, lamiéndote los talones, llorando por que toques nuevamente su aterciopelada piel, pero tú hacías caso omiso porque la amabas, con cada molécula de tu cuerpo y aún más. Tú movías montañas, ella ni siquiera una piedra, tu recibías las flechas del Rey Dios Jerjes, pero ella solo se deleitaba de la escena como si fuese una espectadora, tú sabías eso, tú sabías que ella solo te quería como un juguete y no quisiste escucharme, ni aceptar mis advertencias, estabas cegado, cegado de caricias, cegado de besos, cegado de abrazos, cegado de promesas que jamás se cumplirían, cegado de la ilusión y del compromiso que te juraste tener hacia ella, con ella, y para ella.
Eras un estúpido, ingenuo, y sobre todo un tonto. Las cosas llegaron demasiado lejos, manchaste tus manos con sangre inocente, cometiste un crimen, solo por sus nada nuevos caprichos, solo por querer ser nuevamente una espectadora, fue lo que hiciste, creaste una obra de teatro y ella estaba en la primera fila, con su bebida y su manera de hasta incluso abuchearte, porque ella lo hubiese hecho de otra forma, porque ella no hubiese hecho esto o lo otro, no podías con tanta presión, pero te quedaste, ese era el compromiso maldito, de tu maldito corazón incondicional, la querías, demonios, ¡Cómo la querías! , no podías estar ni un segundo sin pensar en sus ojos, en su escultural cuerpo, en su voz, y su fingida, pero igualmente hermosa, risa contagiosa, contagiosa para ti, porque yo la aborrecía, porque yo la odiaba con cada cosa que tenía de mí, con cada mirada la despreciaba, y más aún por lo que te hacía, abusaba de ti, abusaba de tu bondad, y eso me enojaba, esa maldita te tenía en sus manos, colgando tal cual títere de tela, y solo había una cosa que hacer cuando se rompe tu títere; conseguir otro. Yo fui tu títere, no sé cual posición tomé, no sé cuantos habían estado en mi lugar, pero era masoquista, era envenenarse uno mismo, ella solo era un conducto y tú decidías dejarte llevar, pero de igual manera eso siempre funcionaba, TODOS caían, incluyéndome a mí. Pero lo que más me dolía era ver a mi propio hijo bajo sus manos, esas manos finas, de porcelana, con la habilidad de estremecer a cualquier hombre y mujer, ella era como un súcubo, cuando menos te lo esperabas, se tragaría tu alma.
Los días, semanas, meses... y años pasaron, seguías en aquel enfermizo limbo, cada vez estabas más roto con todos sus caprichos, cada vez más loco, eso era insano, y no podías recordar cómo se sentía sonreír, cómo se sentía divertirse, porque todo lo que tenías se lo diste a ella, ¿Para qué? para simplemente tirarlo al suelo y usarlo de alfombra. Intenté varias veces matarla, ya no me importaba manchar mis manos con su sangre, su tan sofisticada sangre, la que una vez amé, y de verdad aprecié, tú y yo hemos llegado a su corazón más que nadie, pero esos días acabaron, su corazón iba a ser siempre de sus malas intenciones, ella estaba comprometida con la codicia, la avaricia, la lujuria, complementándose en el cuerpo de una semejante mujer. Pero ya no, ahora la odiaba, era una amenazaba y cada vello de mi piel me alertaba de su perfume, delicioso, embriagante, de esos que te vuelve adicto, adicto al dolor, a su sombra, a humillarte hasta el punto de satisfacerla, por más cuantos otros juguetes tuviese a su disposición. Llegó el momento, tú dormías en tu cama, bueno, si podría considerarse cama, llena de polvo, cadenas en tus manos, parte del sadismo por esta... mujer. Ella dormía en tu cama, desnuda, con rasguños en su cuerpo.
Y simplemente la estrangulé, tapando su boca, sentándome sobre ella, impidiendo sus movimientos.
Pero pude liberarte... me odiaste en su momento..., pero pudiste alejarte... te casaste... me diste dos hermosos nietos... y ahora, cumpliendo mi día de ejecución, puedo ver el fantasma de aquella mujer, la que nos hizo daño... sus feroces ojos mirándome con deseo... delineando sus labios de manera lenta... y sensual... hace volver a latir mi corazón...
Ella devoraría mi alma.
Una vez más.
En el fondo sabía...
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... que yo estaba celoso de ti.
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Tú no la merecías.
Yo sí.
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Cazadora Mortal.
Short StoryElla era un demonio para ti, ella te mataba lentamente, te atosigaba, te atormentaba con cada suspiro en tu piel, ella te hacía abrir y reabrir heridas por todo tu cuerpo...