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Ya había perdido la cuenta de cuantas veces había ocurrido, cuantas veces las rondas de vigilancia habían quedado en segundo plano mientras ellos escapaban de sus responsabilidades durante una hora o algunos minutos, dependiendo de la prisa de ambos.

Aquella noche no era la excepción. La patrulla se encontraba detenida a las afueras de la ciudad, estacionada estratégicamente cerca de un puente. La lluvia no se hizo esperar ya que se encontraban en otoño. Las gotas de agua golpeaban con insistencia el exterior del auto mientras los cristales se empañaban por el calor que había dentro.

La radio había sido silenciada. No podían apagarla por completo por si algo ocurría por donde se encontraban, de esa manera evitaban ser descubiertos por sus compañeros.

Li reclinó un poco el asiento del copiloto para tener un poco más de comodidad mientras devoraba los labios de su compañero, mordiendo y succionando esa boca que no recordaba cuando la había atrapado la primera vez o cuando fue correspondido su ataque. Ahora se sentía tan natural el como ambas lenguas se rozaban en busca del control, pero el resultado siempre era el mismo. Él ganaba.

Deslizó una de sus manos por el muslo del otro oficial, apretando cada tanto con sus largos dedos, rozó la ingle y sonrió por el gruñido en protesta del contrario. Disfrutaba totalmente el torturarlo, hacer que casi rogara por las caricias que de igual manera le daría si no las pedía. Sujetó el labio inferior del otro con sus dientes y tiró de él, con su mano tomó sus esposas y atrapó una de sus muñecas.


-¿Qué mierda haces? - Preguntó cuando su labio fue liberado.


-Tiene derecho a guardar silencio - Sonrió travieso haciendo que el otro entendiera el juego de inmediato.


-¿Y si me resisto al arresto?


-Entonces, me veré obligado a usar la fuerza. - Dijo tranquilo mientras atrapaba la otra muñeca con las esposas. Una vez atrapadas se pasó al siento del copiloto para acomodarse entre las piernas de quien ocupaba ese lugar.


Subió sus manos por la camisa del uniforme, acariciando por encima de la tela antes de dar un tirón abriendo la camisa, logrando que varios botones abandonaran la prenda y se perdieran entre los asientos al ser arrancados.


-¡Hey! No los rom... - Su queja fue callada por unos labios que comenzaban a devorarle de nuevo. Se dejó hacer mientras las manos ajenas recorrían su piel, erizándola al paso de aquellas ásperas yemas de los dedos de quien le mantenía esposado.

Aquellos adictivos labios se desviaron hacía su cuello, dando leves mordidas sin llegar a marcarle, solo dejándole la sensación de los dientes hundirse sobre la piel sin llegar a atravesarla. Bajó un poco más para repartir lamidas y succiones sobre la clavícula, resistiendo a la tentación de dejarle tantas marcas como besos en aquella cálida piel.

Se incorporó un poco para admirar a su jadeando compañero que permanecía con las muñecas esposadas sobre su cabeza. Sin mucha prisa le desabrochó el cinturón y el botón del pantalón, bajó el zíper y sonrió por la prisa que le exigía quien estaba bajo él. De un tirón bajó el molesto pantalón y ropa interior.


-¿Qué? Pensé que querías que me apresurara - dijo divertido ante la cara de confusión de quien ahora se encontraba con los pantalones y ropa interior en sus pantorrillas, aquel tirón le había sorprendido.

AmanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora