Balto era un cachorro con cruza de pitbull que nació el 14 de septiembre de 2017. Lo conocí el 1 de octubre en el cumpleaños de mi mejor amiga, fue amor a primera vista. Me dijeron que estaban buscando una adopción responsable, que en cuanto cumpliera los 45 días ya podían llevarlo. No lo dude, así que les dije que cuando sea grande, volvería a buscarlo.
Para el 27 de octubre del mismo año, Balto ya estaba en nuestro hogar. Fue bien recibido, era mi primer perro, ya que en 24 años no había tenido la oportunidad de ser yo quien eligiera a su mejor amigo perruno. Lo cuide, le di amor, me divertía con cada una de sus travesuras, renegaba cada vez que encontraba medias o zapatos rotos, pero era comprensible, el era muy cachorro aún.
Llegados al 27 de febrero del 2018, 4 meses después de haberlo traído a mi hogar, hogar que estamos empezando a formar y con apenas 5 meses cumplidos, salió para dar un pequeño paseo, y nunca volvió a casa. Todo iba bien, estábamos comiendo un asado familiar, incluso sentimos que estaba por pasar el colectivo. Escuchamos que chocó contra algo, nos alarmamos temiendo lo peor. Cuando salí a la puerta, lo vi. Estaba recostado contra el asfalto, moviendo sus patitas como si quisiera seguir escapando, la sangre brotar de su boca, hasta que no se movió más. Fueron pocos segundos, pero fueron los suficientes para crear un trauma más a la lista. El colectivo siguió su camino, por mucho que desgarré mi garganta para gritarle. Lloré, como siempre había llorado en mis 24 años. No podía hacer como cuando era pequeña y algo malo pasaba, no podía encerrarme en mi habitación, poner la música en alto, tomar mis piernas y tranquilizarme. Esto lo había visto, y cuando las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos, sabía que era real... mi perro había muerto de la peor manera.
No había manos que pudieran atraparme para no ir a verlo, no había cura para semejante dolor. Mi día se basó en un mar de lágrimas, en cerrar los ojos y verlo ahí tirado. No puedo parar, es algo que no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Lo amaba, había cuidado de él en todo momento, estas son las cosas que hacen cuando te desconectas un segundo. Y así me pasó a mí. Me destrozó por completo su partida, y aunque intente meter en mi cabeza que por algo pasan las cosas, me niego rotundamente a entender como alguien puede ser así de descorazonado con un pequeño animal. La falta de moral de no haber parado ante semejante golpe, de salir huyendo, pienso que como le paso a mi perro, y a la velocidad que venía ese hombre manejando, podría haber matado a un niño, o haberse llevado la vida de un anciano incluso, y aún así escapar. Jamás me imaginé que un día iba a tocarme vivir una pérdida tan horrible como fue la de mi cachorro. Nunca voy a olvidarte Balto, fuiste un perro hermoso, y súper compañero, lamento no haberte dado la vida que merecías y haberte descuidado ene se momento. Es algo que nunca más voy a poder perdonarme, y por sobre todo, jamás voy a olvidar.