Parte 1

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Hace algunos años atrás me decían que mañana sería un nuevo día, otros no me tomaban enserio, creían que por haber luchado en la guerra me había convertido en alguna clase de psicópata. Deberías saber que nosotros los soldados regresamos a casa con algún tipo de trauma, en mi caso, como en el de muchos, la experiencia en la guerra no fue muy placentera, presencié la muerte de mis compañeros, sufrí de una depresión severa e incluso durante mi estadía en la trinchera sufrí de gangrena y me tuvieron que amputar el brazo derecho. Todo esto se vio peor, ya que los gestos y miradas denigrantes de las personas fueron una, de las muchas razones que me dieron a entender que tal vez no valía la pena seguir viviendo.

Era primero de noviembre del año 1946, y mis vecinos alarmados por el sonido de un disparo subieron al despacho de mi padre. Lo único que pudieron observar fue a un joven de tan solo 19 años apuntándose la cabeza con un arma de fuego, atentando con aquello que únicamente poseía, su vida. Luego de tanto forcejeo el arma calló al suelo y el sonido de una detonación retumbó aquella vieja oficina, hiriendo la pierna de aquel joven. Una mujer se acerca y aguanta al chico, para evitar que este cometa otra locura, el apenas acababa de llegar de la guerra, su madre había muerto y la historia de lo que había ocurrido con su padre todavía no había sido esclarecida. Al parecer ya la vida de este joven no tenía sentido alguno. Ese Joven era yo.

Mientras estaba en el suelo, atontado por aquella bala que rozó mi cuerpo, los gritos mis vecinos, discutiendo sobre qué pasaría conmigo, se escuchaban por toda la casa, o eso supongo. En ese momento pude confirmar lo que me temía, si, estaba solo, aunque esta soledad más bien era... metafórica. Tal vez en ese momento pude estar seguro de que quitarme la vida era mi única opción, no tenía a nadie, a mis diecinueve años de edad ya toda mi familia había muerto y el amor de mi vida se había desvanecido como la bruma del desierto que se esparce por el Sahara. Pero, esa es otra historia.

Mejor volvamos a aquel primero de noviembre, y reubícate en aquella pequeña oficina. Mientras mi cuerpo reposaba sobre aquel frio suelo de madera, mis vecinos influenciados por aquel momento decidieron llamar a "Saint Mary".

"Saint Mary Sanitarium" o mejor dicho "hogar para el inestable mental" fue mi hogar durante cinco largos años. Este poseía un gran edificio color bermellón, y una enorme puerta principal, vigilada por dos robustos guardias, aunque ninguno de ellos poseía alguna arma, con tan solo mirarlos, sabrías que su oponente no tendría la posibilidad de salir con vida de aquellos brazos fornidos que estos dos hombres poseían. Las historias de aquellos que lograban salir de ahí eran consideradas viejas leyendas, muchos no lograban restablecerse en la sociedad, mas bien, se consideraban un punto fuera de la oración, almas perdidas con mentalidades diferentes y personalidades inexplicables. Quizás para mí "Saint Mary" solo albergó a aquellos que poseían esa pequeña chispa, la cual, hacia ver a cada paciente como el dueño de su propio mundo, donde regían reglas no muy aceptadas, por aquellos encerrados en los estándares más bien sociales y según ellos, realistas.

Mientras esperaba la ambulancia que me llevaría rumbo aquel hospital, vendaron mi pierna con un viejo trapo que reposaba sobre el escritorio de mi padre. Muchos de mis vecinos no se mostraron tan arrepentidos de haber llamado a Saint Mary ya que muchos de los ciudadanos de Auster creyeron que estaba loco. Después de la guerra no fui muy bienvenido allá, más bien Auster se convirtió en algo irreconocible, ya la magia de aquel pequeño pueblo había desaparecido y con ello el sentido de seguir viviendo allí. Al llegar los refuerzos del hospital, los enfermeros se tomaron la tarea de ponerme sobre la camilla de la ambulancia. En esta, solo estuve un par de minutos ya que mi casa relativamente se encontraba muy cerca de Saint Mary.

Si hubieses podido entrar conmigo a los predios de aquella institución mental aquel noviembre, podrías haberte confundido, la cálida bienvenida organizada por el personal, sus grandes jardines y bellos murales, realizados por artistas locales te hubieran hecho sentir que tal vez te encontrarías en muy buenas manos, pero estaba equivocado, y los acontecimientos de mi estadía en aquel lugar es algo que prefiero obviar.

Sé que ahora debes estar un poco confundido. ¿Porque no mejor te explico mi historia desde el principio? Pero antes, quisiera explicarles un poco acerca del presente, y a mis ochenta y siete años de edad, aunque no haya encontrado lo que alguna vez reconocí como el amor de mi vida, al pasar de los años pude comprender que el vacío de mi corazón jamás podría ser colmado, esto debido a la ausencia de aquella estrella, que aunque fugaz de mi vida, su lustre reminiscencia permanece en mi alma, y es la esencia de sus recuerdos aquello que logra encubrir ese dolor que siento cada vez que evoco la peculiaridad de su tierna mirada.

Posteriormente, luego de mi salida de "Saint Mary" en el 1951, decidí comenzar una nueva vida, esta comenzó con mi salida de Nebraska y estableciéndome en un pequeño poblado localizado en Maine, llamado Emerald, donde actualmente resido, y vivo en absoluta soledad. Muchos me consideran como el típico anciano que siempre está de muy mal humor, aunque, realmente, todo me parece molesto. Ni siquiera los pajarillos de primavera se asoman a mis ventanas, los niños al acercarse a mi casa cruzan la calle solo para evitarme, e incluso, el cartero espera a mi salida para poder entregar la correspondencia. Esta amargura que siento no solo debe a mis vivencias en la Segunda Guerra, para mí, la guerra del amor fue aquella que más me marcó, llegó a afectarme en áreas que una bala o una mina jamás pudo haber alcanzado. Cuanto daría yo haber fallecido en cuerpo antes que, en alma, al menos de esa manera mi vida hubiese tenido algún propósito. 

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⏰ Last updated: Feb 28, 2018 ⏰

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Zona de GuerraWhere stories live. Discover now