El cielo estaba despejado en su mayoría, al igual que la carretera. Eran sólo él, su motocicleta, el viento y el desierto: ¡Libertad total! Después de pasar una curva, una recta de por lo menos cinco kilómetros se vislumbra, con un espejismo al final. Acelerando hasta el fondo, el motor se escucha rugir.
Nunca había sentido tanta paz, no le importaba dejar atrás toda su vida, familia, amigos, trabajo. No regresaría jamás, sabía que todos juzgarían sus actos, pero su deseo de cumplir con su destino era más grande que sus afectos y responsabilidades. Va a más de 250 kilómetros por hora y todavía faltan unos dos kilómetros de recta.
Un error a esa velocidad sería fatal y un leve temor se acumula en su pecho, sin embargo, esta no es la primera vez que lo siente. Ya antes ha tenido esa sensación, pero ha aprendido a vivir con ella, de hecho, esta le agudiza más sus sentidos.
Por un momento, la carretera eterna y el espejismo al fondo lo hipnotizan. Cuando se da cuenta, un bus viene pasándose a otro vehículo a menos de un kilómetro. Va directo hacia él y a esa velocidad, el bus no va a alcanzar a meterse en su carril. “Así que este es el final” fue lo último que paso por su mente, antes de que su cuerpo y su moto quedaran esparcidas alrededor de toda la carretera.
Gracias.
"No te puedes poner ningún límite, no hay nada imposible".
"Cuando era siguiente
dejé de soñar... Pero dejé de soñar y empecé a hacer, por que es el poder de lo que se realiza lo que vuelve los sueños realidad".