Era otro día cualesquiera en el pueblo de Santa Cecilia, Hiro había decidido salir a comprar los víveres de la semana para su pequeño hijo Héctor y él, con su bolso del mandado en mano, salió de la casa dejando a su hijo viendo televisión con la advertencia de no abrirle a ningún extraño.
Solitaria camina la bikina
Había pasado cerca de un pequeño grupo de mujeres cuarentonas, las cuales al verlo pasar, empezaron a murmurar como todos los días que el salía de su casa.
La gente se pone a murmurar
—Comadre, ¿Sabías que lo dejaron a ese chico con todo y el chamaco?
—¿Enserio?, pobre criatura, crecer sin su otro padre.
—Dicen por ahí que lo dejaron por el carácter que se trae
Dicen que tiene una pena
— Imagínate que la familia del muchacho Miguel solo le ayudan por qué tiene a uno de sus descendientes.
— Yo si hubiera sido la familia de Miguel le hubiera quitado al niño — Hablo la tercera — Dice mi vecina que ese chino tuvo que ir al psicólogo luego que lo encontraron casi muerto.
—¿Se quería suicidar? —Pregunto con horror la primera
—Dicen que es por qué no podía vivir con el abandono del niño Rivera
— Que barbaridad, el suicidio es un pecado
Dicen que tiene una pena, dicen que tiene una pena que le hace llorar
Las mujeres vieron de reojo al Hamada quien había parado su camino para darle unas monedas a la anciana que vendía sus alegrías y quien le susurró un "que Dios le bendiga" que solo aumentó los murmullos del trío de mujeres quienes por fin hartaron la loca paciencia que poseía Hiro quien volteó con el ceño fruncido hacía ellas y se acercó por fin.
Altanero, precioso y orgulloso
— Ya callense viejas chismosas, mejor hagan algo de provecho en vez de andar soltando palabrería y media sobre mi, al menos a mí el marido no me engaña con cualquier mujerzuela —Exclamo con odio, exaltando a las mujeres antes de darse la vuelta y seguir su camino.
No permite que le quieran consolar
Conforme seguía su camino, los murmullos de la gente del pueblo no hacían más que abrir la herida, más no les dejaría ver cuanto le afectaban las palabras de personas que ni siquiera le conocían.
Pasa luciendo su real majestad
Ellos ni siquiera valían una mirada suya, cualquier chisme que les dieran sería creíble para esos ignorantes.
Pasa, camina y nos mira sin vernos jamas
Las compras fueron rápidas y, cuando menos se dio cuenta, se hallaba en la puerta de su casa siendo recibido por un pequeño de ocho años de tez morena, con los ojos color marrón y una cabellera azabache que le recordaba al padre de este y trayendo consigo un amargo sabor en su boca.
La bikina, tiene pena y dolor
—¡Papá! —Llamo el menor extendiéndole sus pequeños brazos en espera de un abrazo que nunca llegó.
—Ve a lavarte las manos Héctor, ya vamos a comer —Aviso el Hamada revolviendo sus cabellos y siguiendo su camino a la cocina
La bikina, no conoce el amor
—¿Me abrazas? — Pregunto directo el menor recibiendo una mirada molesta de su progenitor, bajo la mirada hacia sus tenis y camino en silencio hacia el baño para evitar cualquier regalo de su padre.
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La bikina (Hiroguel)
FanfictionNadie conoce en verdad al señor Hamada, no saben nada lo que sufrió y lo que sufría, pero la gente de pueblo no hacían más que juzgar a aquel desdichado joven que traía consigo al descendiente del desaparecido Rivera. Y, si había una canción que des...