Capítulo I. Cuándo éramos jóvenes

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«Y no sé por qué me duele, si se supone que ya me había acostumbrado»

Mierda, voy diez minutos tarde.

Salgo de casa y hago las cuentas de cuánto tiempo se podrá quedar Liam en la puerta del colegio. Me subo al coche y conduzco lo más rápido posible, todos los semáforos me pillan en verde y sonrío. Hoy, la suerte está a mi favor. Menos mal, porque si la espera de por sí se hace larga, no quiero imaginar si tardo más.

—Mami. — Liam se acerca corriendo con los brazos extendidos, abriendo y cerrando las manos. Me muerdo el labio para evitar hacer un puchero. Es precioso, y lo peor es que se parece más a su padre que a mí. Me fijo en una pequeña mancha que tiene en el babi que usa. Mi madre le grabó mal su nombre «Lian». Sonrío al recordar que dijo que si cambiaba la a por la o, sería un león. Me agacho para que me de un abrazo. Lo escucho reír y me separo de él feliz. — Me haces cosquillas con tu pelo.

Niego con la cabeza riendo y me levanto agarrándole de la mano. No quedan más alumnos de su clase y me remuevo nerviosa al estar bajo la atenta mirada de la señora Leonor. No le caigo bien por el simple hecho de ser madre joven, soltera y desastre. Sus palabras textuales. Todavía quedan personas retrógradas en el mundo que no creen que una mujer por sí sola pueda mover cielo y Tierra por las personas que quiere, sin necesidad de una figura masculina alrededor.

— Ruth.

—Señora Leonor.— ­le correspondo el saludo.— Gracias por la espera. —digo inquieta y me muevo hacia atrás.

—Que remedio.— se encoge de hombros. —Adiós Liam. — le sonríe a mi hijo y ruedo los ojos. Al menos la manía que me tiene a mí no se la tiene a él. —Mmm, algún día hablaremos, ¿vale Ruth?

—Claro. —Le aseguro. —¿Cómo te ha ido el día, cielo? — le pregunto alejándonos del colegio. Me noto observada y miro a mi alrededor. Leonor me mira desde lejos y la piel se me pone de gallina. Sé que no soy la mejor madre del mundo, pero Liam sí es lo mejor que me ha dado la vida y ella no lo entiende. Pero, tampoco me importa.

—Bien, le he hecho un dibujo a Cassy. —sonrío y le toco la nariz. —¡Mamá!

—¿Qué? —alargo la vocal y él se ríe. Andamos hacia el coche y me dan ganas de abrazarle. Lo cojo en brazos y su risa aumenta. — Veo bien que le hagas regalos a la chica que te gusta. A ellas, eso les encanta.

—Pero ella quiere ser mi amiga.

—Normal, pulga. Sois pequeños todavía. Eres un sol y si no lo ve, ya lo hará otra que quiera ser más que tu amiga.

Nos subimos al coche y miro la hora mientras una canción de Coldplay se escucha en la radio. Hemos quedado con mi padre para comer, va a hacer el plato favorito de Liam y como siempre, vamos tarde.

A cualquier niño de 4 años le apasiona los macarrones de su madre; sin embargo, el puchero de su abuelo es el plato favorito de Liam. Adora los garbanzos y a diferencia de cualquier niño normal, los coge con el tenedor mientras toma la sopa con la cuchara.

— Qué manía tienes, enano.­­­— Se ríe mi padre mientras se lleva el vaso de agua a la boca. Hacía tiempo que no lo veía beber agua mientras tomaba el almuerzo. — Las cosas raras que haces vienen de tu madre pero, a otro nivel. Recuerdo una vez que metió las patatas fritas en un vaso de cristal y comenzó a comérselas a bocados.

— Ja, ja. Qué gracioso. Eso sólo lo hice una vez.— Río mientras le hago una mueca a mi hijo para que no haga caso a su abuelo. Sonrío. — El carácter fuerte lo hereda de su madre, por supuesto. ­— Liam me mira en silencio. Es un niño listo. Una vez intentó preguntar sobre su padre, y aunque sé que tiene todo el derecho del mundo de saber la verdad, le dije que cuando se hiciera un poquito más mayor, entendería toda la historia. No puedo explicarle a un niño de 4 años cómo su padre le abandonó sin razón, sólo por ser jóvenes de 21 años. Como no llevaba a nuestro hijo en su vientre le fue más fácil rechazar esta vida.

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⏰ Última actualización: Dec 23, 2021 ⏰

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Con alas pero sigo enjauladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora