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   Ricardo se despertó lleno de energía. Fue al baño, se lavó la cara y quedó mirándose frente al espejo tratando de asimilar lo que había pasado, se sonrío y se buscó en su mirada cristalizada. Respiró profundo varias veces, se acarició la barba, abrió la puerta del botiquín y sacó una afeitadora eléctrica a la que le cambió la graduación de cinco a uno. Se miró por última vez frente al espejo y de una pasada se afeitó todo el lateral de la barba que lo acompañaba hacía más de diez años. Cuando terminó, abrió los espejos laterales del botiquín y se sorprendió al ver el rostro de un desconocido varios años más joven. Rio con el pulso todavía acelerado y se fue a vestir. Eligió una camisa azul, jeans y zapatos negros. Desde su celular puso música en el equipo de audio del comedor y empezó a cantar: 'Time is on my side, yes it is'.

   Mientras comía una tostada en el desayunador de la cocina, con la mirada perdida en un punto fijo en la pared, no pudo dejar de pensar en Neil Amstrong y en cómo habría sido su vida después de aquel famoso primer paso. Se lo imaginaba en conferencias, en reuniones familiares, tratando de explicar lo inexplicable: cómo había sido pisar un mundo nuevo. 'Otro que también se habrá cansado de garchar', pensó, 'hay pasos de los que ya no hay vuelta atrás'. Quizá la nueva exploración ya no era la del espacio, sino la de otras realidades, otras dimensiones o estados de consciencia. ¡Clin!, sonó la campana de la pava eléctrica. Terminó de desayunar, se puso las gafas de sol y los auriculares y salió hacia al trabajo.

   Al llegar a la oficina bajó del ascensor todavía con las gafas y los auriculares puestos. La administrativa lo miró y entre risas le dijo:

—¿Y a vos que te pasa, nene?, qué luquete, te queda linda la barbita de tres días, ¿No, Tanzi?

   Constanza alzó la mirada del monitor, levantó una ceja, frunció el labio, y siguió tipeando.

—Gracias, Marian —le respondió Ricardo—. ¿Vos cómo andas?, ¿qué le pasa a la pendeja? —le dijo en tono más bajo.

—Te escuché —dijo Constanza y siguió tipeando.

—Yo bien, gracias —respondió la administrativa—. Ésta más o menos. Se engancha con cada pelotudo... Y después anda así, ¿viste?, de capa caída, mira que yo le hablo ¿eh?, pero no me escucha —y sonrió, negando con la cabeza.

—Ahí te dejé en tu escritorio el recibo de sueldo para que me firmes, ¿me lo traés después?

—Sí, dale, más tarde te lo alcanzo.

   Antes de salir miró a Constanza, que tecleaba furiosa frente a su pantalla.

   A la tarde firmó el recibo de sueldo y miró la hora: 15:45. Prefirió esperar unos minutos antes de llevarlo. Apenas pasadas las 16:00 entró en la secretaría y le preguntó a Constanza por Mariana, le dijo que venía a traerle el recibo. Constanza le dijo que se había ido a las cuatro pero que se lo dejara a ella que se lo daba mañana.

—Che, me quería disculpar por lo del otro día en la fiesta —le dijo Ricardo.

—No te preocupes, Richard, estábamos los dos muy borrachos —le dijo ella—. No pasa nada, quedate tranquilo. ¿Así que te vas de vacaciones?, ¿a dónde te vas?

—Me voy a la playa, unos días a México.

—Ay, qué lindo, muero de ganas por ir a la playa. ¿Me traés un tequila?

—¿Por qué no te venís y lo tomamos allá?, playita, mar, tequilas...

   Constanza sonrió.

—¿Qué onda vos, Richard? ¿Te venís a disculpar por lo del otro día y ya me estás encarando otra vez?

—Bueno, está bien, te traigo el tequila pero lo tomamos juntos ¿te parece?

0N1R1C0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora