El Estado, ¡No Inviertas los Roles!

2 0 0
                                    

Parpadeó varias veces afligido, luego inhaló y exhaló el aire de sus pulmones con extrema lentitud. No había movido un pie y ya estaba prácticamente empapado en sudor por los nervios.

« El Estado, el gobernante, el supremo, el eterno. »

El origen de la voz provino de varios lugares a la vez, dando la impresión de que estaba inserta en la cabeza del chico. No entendía nada de lo que decía, por lo tanto se puso más nervioso. Se obligó a si mismo a seguir respirando profundamente, de vez en cuando se pellizcaba para ver si no se trataba de una de las tantas pesadillas que le atormentaban.

« El agresor contra las personas temerarias y los bienes de la masa del público »

En la misma plataforma donde se ubicaba, se hallaba sostenida por una especie de trípode de cristal un arma en mal estado, impresa en ella se veía la cantidad de años que estuvo en uso, incluyendo las ensangrentadas marcas de sus antiguos portadores.

« Todos los estados, en todas partes, ya sea democrática, dictatorial o monárquica. »

Con la yema de sus dedos hizo contacto con el frío metal. Se le erizó la piel y el pulso se le aceleró más, siempre solía despertarse de esas pesadillas al momento en que tocaba el arma.
Pero no lo hizo.
Y ya percibía lo que estaba por ocurrir si aquello no era un sueño.
¿Como sabía eso? No estaba seguro.
Cuando una luz se hizo visible al final del túnel el muchacho agarró el arma sin dudarlo dos veces. Una vez arriba iba a tener que arreglárselas para sobrevivir completamente solo.
La luz se agigantaba a medida que se aproximaba, su pulso ya había alcanzado sus limites y en cualquier momento el corazón se daba de fuga a través de la garganta.
Cuando se sentía capaz de tocar la luz con la punta de los dedos, aquella voz de origen desconocido habló una vez más.

« Bienvenido »

Gigantescas e imponentes, se trataba de esas construcciones monumentales que debían medir más de treinta metros de altura, de esas que te palidecían la piel y te ponían los pelos de gallina. Prácticamente así fue como se sintió cuando la plataforma se detuvo y se encontró a la altura suficiente como para que admirara cada rincón a su alrededor.
Un laberinto enrevesado e inacabable se situaba bajo sus pies, las paredes eran azuladas e irradiaban la suficiente luz natural como para ver claramente, se desconocía su material de composición. Al parecer él estaba sobre el punto de partida, el centro.

« Durante siglos, El Estado ha secuestrado gente temeraria y denominó al proceso como "imposición" »

La voz prosiguió dentro de su cabeza, pero por más que se esforzaba no entendía una palabra de lo que decía. En vez se seguir perdiendo tiempo, se puso a buscar una salida en medio de ese engorroso lío de caminos.
Después de minutos de búsqueda y quedar mareado varias veces, encontró una extraña puerta en una de las paredes del lado oeste.

« Durante siglos, El Estado ha esclavizado a esta gente en sus batallones armados y denominó al proceso como "servicio militar obligatorio" »

Como si se hubiese tratado de una orden, una alarma comenzó a resonar y varias compuertas (descontando la del lado oeste) se abrieron de par en par. De cada una de ellas salió una fila de hombres armados, en traje y con cascos aparentemente anti-balas.
Fue una conexión lógica e inmediata, el arma a su lado y la situación insinuaban que el muchacho debía pelear. Pero, ¿Con que motivo? No lo sabía, pero la firmeza de aquellos hombres no daba lugar a cuestionamientos o dudas a la hora de actuar.
La plataforma comenzó a descender cuando menos se lo esperó, no tenía un plan o una táctica de batalla, ni siquiera sabía si podía manejar un arma de fuego. Pero no dudó un segundo en tomar el objeto y pegarlo firmemente contra su pecho, apuntando a toda amenaza que pudiera acabar con su existencia.
Cuando tocó suelo, la voz anónima dijo un par de palabras que le resultaron familiares.

El Estado, ¡No Inviertas los Roles!Where stories live. Discover now