La fragancia que lo había hipnotizado tres años atrás entraba por su nariz, haciendo que sus pies se despegaran del suelo. Tal como la primera vez. Todo era igual. Él, su fragancia y la reacción que generaba en Daehyun. Aun así, su cuerpo parecía no acostumbrarse y le reclamaba aquella cercanía que tanto deseaba.
Con ojos curiosos lo seguía, desde que la silueta se asomaba por el pasillo hasta que con lentos pasos se abría camino hacia la sala. El muchacho fingía mantenerse ocupado en sus asuntos, y recién cuando lo veía pasar dejándole aquella paternal caricia en el hombro, su mente le daba comandos a sus pulmones para dejar pasar el aire. Siempre igual, todos los días.
¿Cómo es que había terminado allí? ¿Cómo es que después de sólo tres meses de conocerlo, decidió dejar su casa y mudarse a ese pequeño apartamento? Tres años después se lo seguía preguntando. Porque tenía el constante pensamiento de que la decisión había sido solamente suya, porque llegó una tarde cargando sus valijas y él sólo le abrió la puerta, como si lo esperara desde que se conocieron, como si así hubiera tenido que ser. Como si no le importara...
-¿Trabajas hoy?
Escuchó la voz desde la cocina, en donde aquella fragancia de hombre mayor se mezclaba ya con la del té de hierbas que sus manos preparaban.
Yongguk y Daehyun se habían conocido en la librería en la que éste trabajaba desde que terminó la secundaria. La profesión del primero lo llevaba casi todos los días a pararse frente al transparente vidrio del local, inquiriendo los títulos expuestos. Daehyun había tomado por costumbre observarlo mientras se debatía consigo mismo para entrar, hasta que luego de varias semanas de aquella rutina, decidió acercarse. La temible expresión se transformó en la de un niño confundido y el muchacho creyó haber establecido aquel, como el momento en que se cedió y se rindió ante su existencia.
Luego de aquel día, no sólo no había necesidad de arrastrarlo hacia el interior de la tienda, sino que a veces llegaba directo a pararse a su lado mientras el menor se encargaba de acomodar los libros nuevos. Yongguk se paraba allí sin más, silencioso y cauteloso de todos los movimientos. Las primeras veces que lo sorprendió con aquel comportamiento, no podía dejar de mirarlo, consternado, pero luego terminó acostumbrándose.
Costumbre. Todos los días igual.
-No lo creo, todavía no he terminado con esto.
Daehyun volvió a fingir concentración, al mismo tiempo que escuchaba los pasos regresar a la sala.
-¿Te falta mucho? Puedo ayudarte si quieres...
Yongguk se sentó del otro lado de la mesa, posando antes las dos tazas de té y la pila de exámenes a corregir.
-Deja, puedo hacerlo yo. Tú ya tienes bastante trabajo.
Los profesores de la Universidad de Seúl solían acudir a la librería bastante seguido, pero sólo él se empeñaba en leer obras para nada relacionadas con su cátedra. Lo hacía por placer, quizá. La verdad era que el muchacho no se animó a preguntárselo. Yongguk era un hombre de pocas palabras y así lo amaba.
Con aquella monótona forma de comunicarse, se pasaban las horas, sumergidos en sus propias ocupaciones, sosteniéndose la mirada de vez en cuando. Así por tres años. Daehyun no se quejaba, o bueno sí, pero no con el hombre frente a él. No existía la posibilidad de que se le ocurriera perturbar la tranquilidad con la que vivía.
-Hoy se cumplen tres años.
Sentenció el profesor luego de aquel silencioso intervalo. La mente del muchacho, ocupada en disfrutar de los delicados sabores que ingresaban a su cuerpo con aquel cálido líquido, volvió a encontrarse en la habitación y demoró demasiado en comprender aquella frase.
-¿Tres años de qué?
Le dijo, posando la taza sobre la abarrotada mesa.
-Desde que te mudaste aquí.
Gris. Ese era el color con el que la gente a su alrededor solía describir a Yongguk. Alguien cuyos movimientos son apenas perceptibles, una existencia poco interesante. Poco sabían aquellas personas, lo que era realmente ese hombre. Ignoraban completamente la magia que poseía en la mirada, el resplandor que se desprendía de su sonrisa. Pero a Daehyun no le molestaba, después de todo, él lo disfrutaba. Y se sorprendía, cada vez que aquella encantadora voz atravesaba sus oídos, conteniendo mucho más que simples palabras. Todas las veces igual. Siempre igual.
-Lamento no haber preparado algo para celebrar, sabes que los exámenes...
Aunque el muchacho sabía que jamás podría acostumbrarse a esa labilidad, a la velocidad con la que sus expresiones se transformaban, a la inestabilidad que le generaba verlo frente a él, avergonzado.
Y aunque los días parecieran los mismos, aunque la imagen de Daehyun se repitiera siempre así, pendiente de todo lo que Yongguk hacía, aquellos momentos se transformaban en cenizas cuando el revoltijo de emociones se asomaba y el menor salía despegado de su asiento, lanzándose a sus brazos, sentándose en su regazo.
-No tienes que preparar nada. Estoy bien así, contigo.
Aquello era lo especial de sus acostumbrados días. La inexplicable ansiedad que lo llevaba a sonreír como un idiota y despertarse por las mañanas con la energía de miles de soles. Era la existencia de aquel hombre en el mundo lo que le hacía creer que no había necesidad de celebración. Todos los días festejaba su amor por Yongguk.
-Gracias por haberte mudado conmigo.
Soltó el mayor, sonriendo tímidamente. Los brazos que rodeaban su cuello fervientemente, parecieron querer estrangularlo, mientras ambos rostros buscaban encontrarse. Cuando lograron descubrirse, Daehyun no pudo evitar enfrentar sus frentes, y dejar que todos esos brillantes sentimientos fueran transmitidos a través de aquel dulce beso.
Tres años, siempre igual. Y viviría treinta años más así si la vida se lo permitía.
YOU ARE READING
Camino [BangDae]
FanfictionAmar es un camino que iniciamos con mucho entusiasmo pero que, pasado el tiempo, comenzamos a transitar con más cautela. Vidas que parecen rutinarias, sentimientos que parecen no cambiar. Los mismos cuestionamientos de siempre que no pueden ser esb...