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De tan solo pensar en ese queso derretido, en la masa bien amoldada, en los salamis bien puestos encima de la rica salsa de tomate con especias, con ingredientes extras a mi gusto, tal vez con relleno de queso en las orillas o...

Mi estomago gruñe ante el pensamiento de una rica pizza a esta hora de la mañana, desempacar cajas y acomodar todo en la nueva casa me tiene exhausto. Me relamo los labios tentado a llamar a alguna pizzería con tal de desayunar una rica y suculenta masa de harina con salami, carne, chorizo y chile jalapeño. Dejo lo que estaba haciendo y me dirijo a la pequeña libreta de pasta dura en donde apunte la dirección de una de las mejores pizzerías de Chicago, rebusco entre las desgastadas hojas hasta encontrarla y que, irónicamente, esta manchada de queso parmesano, me aprendo de memoria la dirección, tomo las llaves de mi auto y mi chaqueta para salir casi volando hacia la pizzería One.

Llegando a aquel restaurante, sentado en una mesa en una de las esquinas del local, miraba el menú saboreándome la especial del día "más cremosa y de bordes altos casi como un pastel". Una hermosa chica de rulos dorados se acerca a mí con una libreta y pluma en mano esperando mi pedido, ordeno aquella pizza y se aleja contorneando sus caderas exageradamente. Cinco desesperantes minutos después llega mi comida, sin siquiera mirar a la rubia me concentro en devorar la deliciosa masa soltando así un suspiro de fascinación, sintiendo casi como mis calzoncillos se mojan ante la excitación de un nuevo sabor comparándola con la pizza de Buenos Aires y sintiéndome completamente satisfecho al mudarme a Chicago para deleitarme con el sabor autentico de esta ciudad. Al término de la pizza, dejo la paga y propina en la caja guiñándole a la linda morocha de ojos negros, que se sonroja al instante. Llego a casa con una gran sonrisa plasmada en el rostro, saco de mi bolsillo la pequeña tarjeta roja que me entregaron junto al ticket dándome un numero para entregas a domicilio pensando muy seriamente en pedir una en la noche, decidido me pongo a terminar lo que estaba haciendo horas antes de correr como loco a desayunar.

Llegada la noche, ya todo bien acomodado y reluciente de limpio, tomo mi celular para marcar el número y pedir una pequeña pizza con refresco de fresa y unos panecillos de ajo. Después de cuarentaicinco minutos el timbre de la casa suena y me levanto de un brinco para abrir la puerta encontrándome con un chico con cara de pocos amigos, paliducho, delgado y de cabello color menta, mira un papel encima de la caja de pizzas y dice con voz monótona.

-- ¿Usted es Park Jimin?—asiento atontado al ver que seguramente es de Corea y me habla en un muy bien pronunciado ingles  -- ¿Pizza individual de carne, refresco de fresa y panes de ajo?

--¿Eres coreano? – cuestiono en nuestro idioma, suspira cansado.

--Son $123 mas mi propina – dice extendiendo la caja ignorando olímpicamente mi pregunta.

--¿Cómo te llamas?—insisto en conocer al chico.

--Haber niño, solo tienes que tomar la estúpida pizza y darme mi jodido dinero, ese es mi trabajo, no quedarme a platicar con el cliente ¿entiendes? – bufa cuando sigo sin tomar mi pedido.

--¿Porque vives aquí? – inclino ligeramente mi cabeza a un lado.

--Te importa una mierda, si no vas a querer la pizza me largo entonces – hace el ademan de irse pero le tomo de su sudadera azul.

--Tienes que ser amable con el cliente, podría reportarte por malos tratos – musito con una sonrisa.

--Si como digas ¿la vas a querer o no? – dice exasperado.

--Claro que si – tomo la caja de la pizza y camino hacia la cocina para ponerla ahí, seguido rebusco en la cartera el dinero y regreso a la puerta a dárselo – perdón por las molestias soy muy curioso.

PIZZA -- YOONMIN +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora