"Con el alma en los labios"

26 7 4
                                    

Victoria se encontraba sentada en la sala de espera, con la intención de no impacientarse tanto, cargó consigo su libro preferido: "Cumbres borrascosas", había leído ese libro más de seis veces, pero aún así, siempre le causaba las mismas sensaciones, la misma depresión.
Odiaba ir al doctor, pero era necesario. Se levantó de su asiento y fue por un café, cerca de la máquina encontró a una mujer de edad avanzada, pero no prestó mayor atención e hizo de cuenta que aquella mujer no estaba allí. Se puso los audífonos y trató de desconectarse del mundo aunque fuera un momento.
-Buenos días señorita- dijo aquella anciana con voz temblorosa
-Buenos días- respondió Victoria un tanto cortante
-¿Cómo está usted?- profesó intentando entablar una conversación
Victoria se dio cuenta de que no tenía nada más interesante que hacer, así que decidió prestar atención.
-Bien, ¿y usted?-
-Bien, dentro de lo que cabe-respondió suspirando- cuando a uno ya no le queda nada, todos los días son iguales.
-Ah, que mal- dijo Victoria comenzando a aburrirse
-Señorita, ¿usted es feliz?
Victoria apartó la mirada de su libro un tanto extrañada ante aquella pregunta, nadie le había preguntado cosa semejante jamás.
-Yo....no lo sé- contestó titubeando un poco
-¿Quiere escuchar una vieja historia? Es una historia de amor o algo así-
-Claro-
-Hace muchos años, casi cuarenta, conocí a un hombre, alto, fuerte, misterioso. Yo estaba comprometida para casarme, sin embargo para el amor no hay límites, tras la desaprobación de mis padres, debido a mi próximo matrimonio y a la edad de mi enamorado, él y yo decidimos escapar juntos, como en las películas. Teníamos todo planeado, pero cuando estábamos a punto de realizar nuestros deseos, su madre enfermó gravemente y murió, él tuvo que viajar a otro estado para estar con su madre en sus últimos momentos. Sin embargo, nuestro deseo de una vida juntos seguía en pie, así como nuestros planes también.
"Te enviaré una carta, en ella escribiré el día, la hora y el lugar en el cual nos veremos, no importa lo que pasé, estaremos juntos, lo prometo" me dijo el día de su partida.
Mientras tanto, yo no había roto mi compromiso de casarme. Días y noches esperé a que me escribiera, pero esa carta jamás llegó. Con el corazón hecho pedazos, me casé con un hombre a quien no amaba. No había día en el que yo no pensará en él, no había otro pensamiento en mi mente y la nostalgia invadía mi alma. Y así pasé 35 años de mi vida, ligada a un hombre al que nunca quise.
Cierto día, el día de mi cumpleaños, llegó un hombre a buscarme a mi casa, venía de parte del departamento de correos. Con una disculpa tendió ante mi un sobre sellado, muy viejo y sucio. Me explicó que la correspondencia donde se encontraba aquella carta se había perdido, y que hasta ese día, 35 años después la habían hallado. Las lágrimas asomaron a mis ojos inmediatamente- miró a Victoria cariñosamente y prosiguió- Así es señorita, esa carta era de él, la carta que había esperado toda mi vida, llegaba a mis manos ese día. Subí a mi habitación, me tendí sobre mi cama e impacientemente abrí el sobre, leí aquellas palabras y sentí que mi vida se iba en ese mismo instante. En la carta él me decía que me amaba, también me indicaba el lugar donde nos veríamos: Nuestro lugar preferido, un café que se encontraba frente a la estación de trenes, el viernes a las cuatro. Con la poca fortaleza que me quedaba, me decidí a no perder más tiempo, así que busqué a sus amigos y familiares. Quería encontrarlo, verlo, sentir sus manos, embriagarme de su dulce olor, anhelaba estar con él.
A pesar de mis múltiples esfuerzos, no obtuve ningún resultado, nadie sabía donde estaba, nadie lo había visto desde hace años.
Con mi profundo dolor y tristeza, fui al café donde se supone tendríamos que habernos visto un viernes, a las cuatro, 35 años atrás. Por un momento quise imaginar cómo hubiera sido mi vida de haber recibido esa carta, me senté en una de las mesas del café y comencé a construir el momento, lo imaginé llegando con un ramo de rosas rojas, con una sonrisa en el rostro y dispuesto a entregarme su vida. -una vez más, hizo una breve pausa para mirar a Victoria, ahora con los ojos llenos de lágrimas y la voz entrecortada- Al final, la vida siempre nos recompensa. Un ramo de rosas rojas fue puesto frente a mi, era él ¿puede creerlo señorita?, era él, el hombre al que amé mi vida entera, y que también me amo todos los días de su existencia. No pudé hacer más que ponerme a llorar, una vez más. Me levanté inmediatamente y lo abracé fuertemente. Aún no podía creer lo que estaba sucediendo, le contaré señorita, que durante esos 35 años, cada semana, cada viernes, él acudía a ese café, cada viernes compraba un ramo de rosas rojas, compraba un traje nuevo y estaba puntual a las cuatro de la tarde, con la ilusión de que yo llegara un día y nuestro sueño de vivir juntos pudiera realizarse. Lo demás es silencio-concluyó
Victoria tenía los ojos llenos de lágrimas, la miraba incrédula, le parecía imposible que el amor entre dos personas fuera tan grande y tan fuerte. "Ojalá algún día alguien me ame tanto".......

*Ok, este relato era el capítulo 8 de una historia que dejé inconclusa cuando iba en secundaria, aproximadamente a los 13 o 14 años. La escribía en una página de facebook en la que era administradora.

La historia se llamaba " El viaje a ningún lugar", por mi en ese entonces disco favorito de Enrique Bunbury.

Hace días la topé en el cajón de las memorias empolvadas y es lindo ver cómo uno va cambiando con el paso del tiempo.
Nuestra visión del mundo no es la misma de un momento a otro, tampoco lo son nuestras prioridades ni nuestros sueños.
En fin, me agrada ver que he tenido cierto progreso (al menos eso quiero creer) no solo al momento de escribir, sino también como persona.

Fin 7u7

Relatos aleatoriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora