"¿Cómo termine así?" Se preguntaba Elena mientras caminaba por esa oscura cueva; sus piernas le flaqueaban por falta de comida. Había perdido la noción del tiempo, pero sabía que había pasado varios días desde que entró...
Elena siempre había sido la "rara" de su familia; el pertenecer a la realeza la había obligado a seguir ciertas normas sociales que ella siempre había detestado: cada acontecimiento elegante, cada vez que la vestían con esos vestidos, sentía que la encerraban en una jaula. Su situación era tal que ni su estatus de princesa la salvaba de ser rechazada por la mayoría de los pobladores.
Su único consuelo, eran los acontecimientos sociales que su padre organizaba regularmente para mantener buenas relaciones con los países vecinos. Al ser hija única, los pretendientes no faltaban a dichos acontecimientos, aunque no era por ellos que le gustaban; lo que sucedía es que le llevaban obsequios extravagantes de sus países. Esto le daba algo de alegría, aunque a veces le recordaba que nunca podría ver los lugares a los que pertenecían.
Sin estimulaciones en su vida, poco a poco fue prefiriendo escapar de la realidad, armaba enormes escenarios con los regalos de sus pretendientes e inventaba historias sobre cómo era vivir en la aldea imaginaria de turno.
Cansado de su actitud, su padre ordenó que dieran una limpieza total a su habitación. Dejándola una vez más en un escenario triste y monótono.
Elena se sintió devastada, todo aquello que le pudiera causar algo de alegría se había esfumado en un instante.
Sin más opciones, decidió escapar del palacio. Gracias a su estricta preparación, sabía cómo se manejaba todo el personal del lugar, por lo que no fue muy difícil salir.
Pasó unos días durmiendo en la calle, aun sabiendo que no era seguro, era demasiado conocida para que funcionara por mucho tiempo, aunque no le importaba, su plan original era escapar del reino. Tratándose de ella, era imposible que lograra pasar a la guardia fronteriza, pero un día había escuchado a sus sirvientes hablar sobre una cueva que se extendía más allá de los límites del reino. Los sirvientes afirmaban que en antaño la era la única forma de entrar o salir del reino, pero actualmente se encontraba abandonada, no tenía que preocuparse de que alguien la encontrara allí.
Su única preocupación, si se le podía llamar así, era salir de los límites de la ciudad. No sería difícil, conocía toda la ciudad mejor que cualquier otra persona, su padre la obligaba a tratar con la gente del pueblo, por lo que había recorrido una gran cantidad de veces todas sus calles.
Logró burlar a los guardias que recorrían las calles, y se dirigió hacia las montañas para buscar la cueva. Aunque estaba desgastado y había empezado a crecer yerba, el camino todavía se encontraba allí, gracias a eso pudo llegar sin miedo a perderse.
Cuando llegó a la cueva y se preparaba para ingresar, alguien toco su hombro por detrás haciendo que saltara del susto.
—Dime Elena ¿Por qué haces esto? —Su padre se encontraba allí, a Elena le sorprendió ver que se encontraba solo.
—Yo no pertenezco aquí, aunque me lleves de regreso encontrare la forma de escapar de nuevo —Dijo la princesa sin dudar.
El rey dio un suspiro —Sabes, yo no nací siendo rey, pero siempre fue mi meta, si la tuya está en otro lugar, por mi está bien, porque hay algo en lo que nos parecemos, nuestra tenacidad. Ve y busca tu lugar, sé que lo encontraras.
Antes de ingresar, su padre le dio una mochila con provisiones. Elena agradeció mucho el gesto, aunque ella también se había preparado, pasó demasiado tiempo en la ciudad y había agotado una buena cantidad de su comida.
—También creo que te hará falta algo de dinero —Dijo el rey entregándole un papel —Hice un depósito bancario y este es el código, si te doy dinero ahora, solo sería una carga extra. Busca el banco en la primera ciudad que encuentres después de salir de la cueva, debes darles el código para que te den el dinero; será mejor que lo memorices y luego lo destruyas, sería problemático que alguien más lo leyera. También me hubiera gustado darte una carreta, pero el camino ya no está en condiciones para eso.
—Entonces, no me permitirás pasar por la frontera.
—No, tu madre me mataría si permito eso.
Eso fue lo último que su padre le dijo antes de que ingresara a la cueva, pues prefirieron no despedirse. Caminaba sin ver porque había agotado todo el combustible para su linterna, tenía sus ojos cerrados; la cueva era tan oscura que no hacía diferencia, y sus pies le sangraban por tanto caminar, incluso sus zapatos habían empezado a desgastarse, tenía otro par, pero no quería usar su último cambio de ropa, sin importar a donde llegara, si no tenía una buena vestimenta, probablemente ni siquiera la dejarían pasar a la ciudad.
Mientras caminaba, en su mente escuchaba la voz de su padre "tenacidad, tenacidad" era lo único que la mantenía cuerda. Continuó caminando sin descanso, ni siquiera quería sentarse un momento, temía no tener la fuerza suficiente para levantarse de nuevo.
De repente, algo molestó a sus ojos. Por primera vez en mucho tiempo había decidido abrirlos. A lo lejos se veía un diminuto punto que iluminaba la cueva, había encontrado la salida.
FIN