PRÓLOGO

7 1 0
                                    

Entró en el calabozo unos minutos más tarde que ella, llevaba un pantalón de cuero sin camisa, cerró el puerto y dejó la llave fuera del alcance, su sumisa estaba de rodillas al terminar las escaleras con los brazos atrás de su espalda, hombros firmes. Era una buena sumisa, pero también era una persona, cual había cometido un error. Greg no esperaba que el asesino dentro de él saliera, estaba molesto, liberó un suspiro largo en completo silencio, bajo las escaleras como una sombra sin hacer el menor ruido, se colocó al lado de su sumisa. La mujer era de mediana estatura, su cabello rubio largo caía como cascada por sus hombros y espalda, sus ojos de color avellana eran lindos, su pequeña nariz, sus labios rojos y su delgada constitución la hacían la sumisa perfecta. Greg a pesar de su corta edad era un Dominante experimentado, había tenido sumisos de todo tipo, también esclavos.

— Quiero hacer algo nuevo, para medir cuánto puedes aguantar, esclava. — su voz se escuchó más gruesa y profunda en la habitación.

Greg veía por la habitación para elegir por instrumentos necesarios mientras su sumisa respondía — Gracias, Amo.

— Esta vez no habrá una palabra de seguridad, esclava.

Parecía que su sumisa lo estaba pensando la escucho tragar duro — Esta bien, Amo. Gracias. — Greg sonrió la levantó bruscamente y la llevó hasta unas cuerdas, la ató con fuerza logrando que su sumisa gimiera de dolor, presiono el botón para subir la polea hasta que solo sus dedos de pies tocaran rozando el suelo, la había atado en una cuerda sujeta a una polea fijada en el techo.

El Amo no hablaba cuando trabajaba, fue a una repisa para escoger qué capucha debía usar, al final se decidió por una que cubría toda la cabeza solo dejando la nariz y boca abiertas para que pueda respirar sin dificultad. Se acercó para ponerle la capucha el Amo era ágil así que tardo en ponérsela.

Una capucha servía para evitar distracciones del sumiso, para que se inundara lo más posible en su sub espacio, para que el dolor que el Amo le daba lo haga llegar un nivel nuevo de sus límites, el amo se movía por la habitación con rapidez escogiendo todo lo necesario para la sesión. La sumisa parecía calmada, no era algo nuevo para ella estar en esa posición, respiraba lentamente para calmar sus nervios, Greg tomó una pala forrado con un cuero rojo, acarició la piel de la sumisa, ella suspiraba y jadeaba, estaba impaciente por recibir en primer azote de su Amo.

— Esclava, ¿Sabes porque estoy haciendo esto, verdad?

— Sí, Amo. Por no cuidar de su hijo. — respondió de inmediato.

Levantó la pala y rápido la dejó caer sobre las tetas de la mujer, el dolor era insoportable por la falta de preparación, el Amo no había sido suave, un golpe fuerte y certero solo para causar dolor. El grito de la mujer era desgarrador.

— Van a ser quince azotes, espero me agradezcas por cada uno de mis azotes.

— Sí, Amo. Gracias, Amo. — su voz era débil.

El Amo no espero a dar otro golpe duro debajo del final de las tetas de la mujer, sacándole otro grito — Gracias, Amo. — susurro después de gritar.

Cada azote era más duro que el anterior, Greg sabía en dónde causar más dolor, cuando los quince azotes terminaron, Greg miró con una sonrisa los moretones que había logrado acariciandolos con las yemas de sus manos con fuerza, la mujer no había estado ni un segundo en el sub espacio desde que el Amo inició la sesión.

— Voy a hacer lo mismo que le hiciste a mi niño, esclava. — el amo le dijo a su esclava, camino por las gavetas y mesas para tomar un bisturí mediano. La mujer no hablo sabía que no tenía permiso, pero el miedo en su interior creció más. Greg liberó la mano izquierda de un solo movimiento, la tomo con cuidado, Greg traía guantes de látex, la pequeña mano era delicada y muy cuidada, traía un agradable color de piel morena. Con un movimiento fino con el bisturí cortó su dedo meñique que cayó al suelo, la mover se movió por el dolor, sabía que algo estaba mal, claro que lo estaba había perdido un dedo. Los gritos de dolor era lo único que se escuchaba, un minuto después la mujer sintió en mismo dolor pero con el dedo anular. Greg siguió sin piedad, hasta el último dedo de su mano izquierda.

El Amo se había convertido un en asesino, liberó la otra mano y realizó el mismo procedimiento, su sumisa gritaba de dolor y suplicaba que parara.

El asesino sintió que algo estaba mal, había otra respiración en la habitación. Se giró para ver la puerta pero estaba como la había dejado, dejó el bisturí en la mesa más cercana, se quitó los guantes de látex para tirarlo a un basurero cercano y subió las escaleras para salir del lugar, subió por las escaleras al segundo piso, camino hasta la habitación del fondo y abrió la puerta. Su niño de diez años estaba poniendo un vaso de agua sobre su mesita de noche para subir a la cama luego.

— Bebé, ¿Qué haces despierto? — preguntó Greg a su hijo acercándose. Su niño lo miró con los ojos somnolientos y soltó un suspiro.

— Fui por un vaso de agua, Papi. No podía dormir — se quejó su niño. Lo dijo con una voz suave y cansada, Greg sonrió por lo lindo que su hijo se veía todo adormilado con su pijama de Toy Story.

— Oh Bebé, déjame arroparte bien. — Le ofreció su padre, acariciando su cabello todo enredado de su querido hijo.

Lo acomodo en la cama, le paso su vaso de agua, espero hasta que lo terminara, le dio un beso en su frente y esperó hasta que su respiración sea pesada y cortada. Después volvió a bajar para terminar con la sesion, no, acabar con su objetivo.

Adri_Beiker

SYMPERIFORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora