Bebé fuego

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Desperté a bebé fuego, tenerlo a él cerca me ayuda a conciliar el sueño, algo que hace tiempo no logro, no desde esa carta de mi hermana sobre mi mama, todos están yendo a verla, supongo que debe ser algo grave. Aun así, logre quedarme dormida viendo como bebé fuego jugaba en su cama. Es de mañana, tengo que hablar con el señor Renato, voy a esperar a que termine su desayuno
–Señor Renato Fuego, le quería hacer una pregunta
- Rocío, cuantas veces te he dicho que no hace falta el nombre completo, con señor Fuego o señor Renato basta, ya llevas un mes aquí, deberías acostumbrarte a este tipo de tecnicismos, ¿le diste de comer al bebe?
–Perdone señor ya no vuelve a pasar, y si, no se preocupe su hijo ha comido y fue mudado, pero necesito decirle algo importante, es mi mama algo le viene pasando de hace unos días y parece ser grave, solo quería saber si podía irme unos di...
Me interrumpió el teléfono del señor Fuego - ¿hola?... ¡¿Qué, donde?! Estoy ahí en cinco minutos, ¡hagan lo que sea necesario!- colgó el teléfono - Era de la fábrica, los empleados se fueron a huelga, no entiendo de que se quejan, ¡son unos desagradecidos!, Rocío pon mi desayuno en una bolsa, ¡me tengo que ir ahora!
En menos de un minuto el señor Renato Fuego se había ido, me pasé el resto del día trabajando, pendiente del niño y paseando por el jardín en compañía de bebé fuego. De ves en cuando él veía los árboles del bosque, deseoso por ir a jugar con ellos, yo lo detenía, era muy pequeño para ir a meterse entre los árboles.
Cuando ya llegan las nueve empezaba una especie de ritual nocturno. Acuesto al hijo del señor Renato, como algo ligero, me lavo los dientes y me pongo a cocinar, este es el mejor momento de mi día, con todo tranquilo, lo único en el mundo soy yo con los ingredientes y el fuego jugando con el borde de las ollas y sartenes. Serví todo en la mesa del comedor y esperé al señor.
Al tiempo que el reloj toca las diez escucho un portazo en la entrada, era Renato a tiempo como siempre, me saluda en silencio mientras se sienta en su silla y se lanza a su comida con total tranquilidad, come en silencio, ¿me está mirando de re-ojo?

–Señor fuego... le, tengo que pedir algo.
– Dime Rocío, qué pasa
– Verá señor, como le dije en la mañana, hay problemas en mi casa en la ciudad, y... bueno... quería pedirle que por favor, que me dejase ir a verla, ¡solo un par de días nada más! Para asegurarme que todo está bien, además, los echo algo de menos... señor Renato lo pensó unos segundos y dijo algo irritado
- No, no tengo ningún problema, puedo estar solo un par de días, supongo, lo he estado por más tiempo ¿no?, es más, dijo ahora más entusiasmado, yo mismo te llevó a la estación
- ¿¡En serio!? Eso sería lo mej...
- ¡Pero!- dijo interrumpiéndome – te llevo el sábado, estoy algo ocupado con la huelga y todo eso, ¿crees poder esperar?
-Claro, si, no veo por qué no, solo son cuatro días.
– Perfecto entonces, Rocío, tenemos un trato, no tienes nada más de que preocuparte
Volví a despertar en medio de la noche, pero esta vez no preocupación, me desperté porque sentí que me ahogaba, intente volver a dormir pero, seguía con la misma sensación. Termine por despertar a bebe de nuevo, con él logre dormir.
Los dos días siguientes fueron como todo el último mes. Limpie toda la casa, cuidé al niño, hice las camas y la comida y cuando dejaba al pequeño bebé durmiendo su siesta, paseaba por el jardín hasta el hartazgo, aún no me atrevo a entrar al bosque, en las noches despierto a bebe fuego o no logro dormir de corrido.
Era la mañana del viernes y yo ya sentía como si estuviese camino a casa, no era que odiara mi lugar de trabajo, solo extrañaba conversar, lo intentaba con el señor Renato pero llegaba muy cansado de su trabajo y no tenía tiempo para estupideces como las mías. Por suerte tenía a bebé, no era una conversación pero su compañía me bastaba, ahora estoy cambiando a la guagua cuando escucho al señor llamarme desde el comedor.
- Rocío, solo quería avisarte, hoy tenía pensado invitar a una amiga a comer, y quiero que hagas una cena para dos.
- Claro señor Fuego, como usted me pida.
– Perfecto entonces, pienso llegar a las diez, igual que siempre, espero que dos no sea mucho para que cocine algo especial.
El resto del día fue bastante ocupado, tuve que atender todo el día al hijo de Renato, le dio una diarrea espantosa y no paraba de llorar. Cuando por fin lo pude hacer dormir el reloj tocaba ya las diez y no había ni empezado con la comida ¿qué voy a hacer? ¡El señor Renato ya viene y no he preparado nada! Empecé a cocinar rezando porque se atrasaran, ahora es cuando necesito la compañía de bebé.
El reloj ya toca once campanadas y el señor Renato Fuego no ha llegado, ya estoy calmada, la comida está lista y servida, solo quedaría esperar. Supongo que ha demorado más por ir acompañado, de seguro están conversando y riendo. Me entro la nostalgia, ahora me vengo a dar cuenta, hace más de un mes que no he reído.
Me despertó el reloj que ya daba las doce y por fin llega Renato acompañado de una señorita, que debo decir, la encontré muy fea y además se vestía como prostituta, están los dos borrachos
- Roocíiiiioooo, dijo alargando el nombre como si fuese un chicle, Rocío, no era necesario que te quedaras despierta esperándonos
- Tenía que hacerlo, para ver si necesitaba ayuda durante la cena
- ¡Verdad!, la comida, perdóname Rocío, nosotros ya comimos, fuimos a un restaurante.
– ¿Y qué hago yo con la comida ahora?, dije indignada
– No sé, ¡cómetela o bótala! no importa no te preocupes por eso ¡y ve a dormir!- dijo riéndose, La mujer le susurró a Renato algo que no escuché – Aah, ya veo- dijo mirando a su acompañante -Rocío antes de que vayas a la cama, a la señorita le gustaría saber si hay algún postre que puedas darle.
Despierte emocionada, era por fin sábado, de un solo movimiento ya tengo mi maleta lista y comienzo a preparar el desayuno. Termine tan rápido que tuve tiempo de entretenerme viendo a bebe fuego jugar encima de unos diarios. Ahora solo falta que el señor Renato despierte y estaré en camino a la estación de trenes. Veo acercarse al señor Renato, parece algo alterado, será la resaca de ayer.
- Oiga... ¿y en dónde está la señorita de ayer? -le pregunte
– La fui a dejar a su casa, tuvo un problema y se fue en la noche, me respondió mientras se frotaba los ojos
– Bueno, yo le dejé todo listo para que se las arregle estos días, yo estoy lista para ir a la estación
- ¿La estación?, ¿la de trenes? No tenía planeado ir allí hoy
– Pero señor, usted me dijo que, que podía irme... es, es solo un par de días, le aseguro, le juro que voy a volver en menos de lo que piensa, ¡si no me puede llevar yo puedo ir sola no se preocupe!
-¡No!, no puedo dejar que vayas sola, la estación está muy lejos del pueblo y el pueblo está muy lejos de nosotros, no puedes ir sola, aun pienso llevarte, pero lo voy a hacer mañana, ¿está bien?
–Sí, supongo, esperaré a mañana
-Bien, ahora no me molestes, voy estar en mi pieza. Y tú, aprovecha, pocas veces se tiene la oportunidad de tener un día para pasear por estos jardines y alejarse de todo.
Siento como mi sonrisa se va desinflando de apoco el problema que el señor Renato no ve, es que yo ya llevo más de un mes estando lejos de todo. El resto del día estuve demasiado triste como para hacer algo, me dediqué a cuidar al niño y ver como bebé fuego derretía una vela. La noche apenas se empieza a asomar no eran ni las ocho y yo solo quería dormir. Prepare un plato para el señor Fuego y lo fui a dejar a su pieza, toqué la puerta.
– Señor Fuego le tengo su comida lista, voy a entrar- empujé la puerta hasta que sentí que alguien me bloqueaba el paso
- Está bien Rocío, no entres, deja la comida en la puerta y anda a dormir, tienes un gran día mañana, no tienes ni idea... del día que te espera mañana.
Me fui a la cama, intranquila, todo hoy se sintió como cubierto con un velo, me senté en mi cama, prendí una vela y pude dormir tranquila. Me invade el ahogo, no puedo respirar, siento calor, mucho calor, demasiado, lo siento subir por mis piernas, me desperté al mismo tiempo que saltaba de mi cama y la veo envuelta en llamas, entro en pánico, no sé qué hacer, voy a la cocina por un balde de agua pero cuando vuelvo a la habitación veo... algo hermoso. Es bebé, bebé fuego, ¡está en mi cama!, jugando, lo puedo ver, gatea por las sabanas al tiempo que las carboniza, de pronto, sé que hacer. Voy a la pieza de Horacio y lo saco de su cuna, seguido voy a donde duerme el señor Fuego, toco a su puerta. Volteo un segundo y me maravillo, bebé salió de mi cama, ahora trepa por las paredes y el techo yendo al pasillo. El señor no contesta, toco más fuerte la puerta
– Señor Renato, tenemos que salir de aquí ¡hay un incendio!
Sigue sin haber respuesta, veo atrás y se me abren los ojos del asombro, lo que antes era un bebé gateando se he convertido en un niño que ya puede caminar, toco cada vez más fuerte, incluso creo que grito un par de veces. De golpe se abre la puerta y un frio intenso me recorre, me recibe una mirada como de animal muerto, veo al señor Renato cubierto con una especie de costra roja que parece latir bajo la luz de las llamas. En su mano, un cuchillo y detrás de él, una mujer distribuida por distintas partes de la cama, reconozco su cara, una cara que conocí hace apenas un día atrás, Renato intenta alcanzar mi mano que sigue en el aire, rápido lo esquivo y solo atino a correr, siento como una puerta se cierra, nunca más volví a saber del señor Renato Fuego. El camino a la puerta principal se mantiene intacto, mientras el resto de la casa sufre con el calor que parece el de un adolescente curioso por ver que tan lejos puede llegar.
Corro al bosque y no veo a nadie, paro a descansar, el pequeño Horacio se pone a llorar yo intento consolarlo mientras pienso que hacer, personalmente me sentía más segura al lado de la casa en llamas que en el bosque, la decisión era fácil. Decidí quedarme allí y ver como bebe fuego terminaba con la casa donde lo conocí, trepaba por las paredes, escudriñando cada esquina y recoveco con máxima atención tiñéndolos primero de un naranja que hacía doler los ojos, hasta llegar a un negro sin fondo, capaz de ahogar al más experimentado ciego. Él ya no era un bebe, sus llamas eran de un color tan rojo y el calor que irradiaba era tal, que dejaba en claro que estaba presenciando a un adulto hecho y derecho. No pienso dormir esta noche, no me quiero perder ni una pequeña chispa, ni una voluta de humo.
No me di cuenta cuando salió el sol, él ya no era necesario aquí, bebé se había encargado de dar luz y calor horas atrás. Me recogieron los bomberos, ellos se perdieron el espectáculo, llegaron en la parte donde solo quedaba un montón de carbón y ceniza, bebé fuego ya se había ido.
Me llevaron a la estación y me dieron dinero para comprar un boleto a mi casa, deje a Horacio durmiendo en su asiento y abroche su cinturón, todo estaba en calma saque mi último fosforo, lo prendí y vi cómo se consumía hasta quemarme los dedos, pienso – Esta llama ya esta vieja.

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