Un ruido molesto suena y me despierto. Estiro la mano intentando encontrar el origen de dicho ruido y encuentro mi móvil vibrando y sonando. Son las 6:30. Hora de levantarse. Abro un ojo con mucho esfuerzo y me dirijo hacía el baño cogiendo una toalla, dispuesta a ducharme para despejarme.
Otro día más, otro madrugón más. Otro día que empieza repleto de ruido. Otro día en el que no tengo ni un respiro. Salgo corriendo de la ducha, me visto y me pongo los cascos. Cojo mi mochila y todas mis cosas para clase y me dispongo a salir de casa. Son las 7:45. Mierda. No llego a tiempo. Voy corriendo al trastero, agarró mi skate y me voy corriendo a clase.
Por suerte llegó justo antes de que el conserje cierre la puerta. Subo las escaleras y entro en clase. El profesor me mira pero no comenta nada, acostumbrado a que siempre llegue justa a clase, por no decir tarde.
— Joder, Ana. Casi no llegas, para variar. ¿Te pasó algo? — me pregunta mi amigo Roi mientras me siento.
— Nada, me dormí de nuevo —miento. La verdad no llegaba nunca a la hora por ningún motivo en especial. Simplemente me era muy difícil calcular bien el tiempo.
El profesor empieza la clase y después de él, el próximo profesor. Y así todo el día hasta que porfin se hacen las dos y media. Por fin salgo de clase y justo cuando me dispongo a subirme a mi skate...
— ¡Ana! ¡Ei, Ana! ¡Espérame! —oigo a alguien gritar a mis espaldas. Me giró y son Ricky y Roi, mis dos amigos. Ricky viene corriendo hacia mí, llamándome a gritos cual verdulera.
— Dime.
— Que este y yo hemos dicho de ir a comer algo aquí al lado y después ir al cine. ¿Te apuntas?
— Buah, ojalá me encantaría. Pero en hora y media tengo que estar en el conservatorio. Se acercan las pruebas finales.
— Joder, ¿ya? — asiento— Bueno, pues vente aunque sea a comer. Estás desaparecida últimamente.
— No sé, Ricky. No quiero llegar tarde. Además tengo que ir a casa a por la flauta y todo.
— Venga, Ana. Enrollate. Mira, vamos al bar de siempre a comer. Nosotros pedimos por ti mientras vas en un momento a casa a por la flauta y así cuando vengas ya tienes la comida servida, comes y llegas perfecta para tu ensayo.
— Te odio. Siempre me acabas liando. Vale. Pues nos vemos en 15 minutos ahí. Y más te vale que cuando llegue esté mi comida servida ya, Merino.
Sin darle tiempo a contestar me subo en mi skate y arranco a toda velocidad hacia mi casa. Nada más llegar me doy cuenta que mi padre ya ha llegado de trabajar, algo extraño pues normalmente se queda horas extra y llega casi a la noche. Pero ahora no tengo mucho tiempo de hablar con él, asñi que voy a mi habitación, lanzó mi mochila de cualquier manera y cojo la flauta.
Miro el reloj, me quedan dos minutos para llegar. No, si lo que yo decía. No sé que me pasa con el tiempo que siempre voy tarde. Cojó el skate y me lanzo a la calle como si no hubiera mañana.
Al llegar a la esquina, giro r'pidamente sin fijarme y todo lo que llego a ver es algo negro y siento como caigo al suelo dándome en el codo y en la boca. Escucho otro golpe, por lo que entiendo que la otra persona con la que choque también cayó al suelo. Solo espero que no sea un niño o un anciano.
Levanto la vista y solo veo verde, unos increibles ojos verdes. Me quedó embobada mirándolos.
— En vez de quedarte ahí como una idiota mirándome, podrías quitarte de encima de mi pierna, digo yo — dijo la chica con un acento muy marcado. Parpadeo un par de veces y entonces reacciono y me levanto de un salto, como electrificada.
Al momento ella también se levanta y se coloca bien su melena rubia.
— Ay mi madre. ¡Estás sangrando! — dice mirándome
— ¿Qué? ¿Dónde? — empiezo a mirarme por todos lados y me veo el codo. Esta todo rascado y me sangra un poco — Bah, esto no es nada. No te preocupes.
— No me refería a eso precisamente... Tu labio.
Me toco el labio con el dedo y al segundo noto como no para de sangrar. Intento chuparlo un poco para limpiarlo pero no puedo, no para de salir sangre.
— ¡Mierda!
— Espera un segundo — me dice sacándose como un pequeño pañuelo o trapo de tela— Toma. Presiona fuerte — yo hago lo que me dice un rato y luego lo aparto — ¿Ves? Ya está, solo sangra un poquito.
Paso de nuevo mi lengua por la herida para intentar limpiarla y de paso succiono un poco para cortar del todo la sangre. De repente veo como sus ohos se han quedado clavados en mi labio y lo libero al momento. Ella levanta la vista y ve que la he pillado mirandome, se pone roja como un tomate. Es en ese momento en el que mi movil decide sonar.
— ¡Mierda! — digo mientras contesto al movil— Hola Ricky... Sí, sí, ya sé que voy tarde. Estoy saliendo ya para allá. Un minuto y llego.
Mientras hablo con el me pongo a recoger mis cosas del suelo. Busco mi skate y lo encuentro al lado del arbol. Lo recojo y me giro para pillar mi flauta, pero ya no esta en el suelo.
— Toma, parece que la flauta está intacta. No creo que le haya pasado nada —me dice la rubia extendiendome el estuche.
— ¿Cómo sabes que es una flauta? — ella me sonrie y en esas vuelve a sonar mi movil — Joder, mierda. Lo siento me tengo que ir. Perdón por el atropello. Adiós.
Salgo de ahí corriendo sin decirle nada más ni dejar que ella me conteste y pongo rumbo al bar donde hace mucho rato me esperan Roi y Ricky. Al llegar me echan la bronca, como es obvio, por llegar tarde. Pero yo en vez de hacerles caso, no puedo parar de pensar en esos ojos verdes y en lo tonta que he sido, no le he preguntado el nombre. La chica tenía unos ojos increibles, ¿y su sonrisa...? Buf... ¿y su melena? Ese pelo rubio tenía pinta de ser taaaan suave y sedoso. Podría enredar mis dedos ahí y dejarlos durante horas.
A todo esto no me doy cuenta del tiempo y cuando por fin presto atención a lo que me estan diciendo Ricky y Roi, me doy cuenta que ya es tarde y no llego al ensayo. Les dejo el dinero, me despidó rápidamente de ellos y salgo pitando para el conservatorio. En serio, el día que no tenga que hacerme estas carreritas de un lado a otro...
Llego y todos ya estan sentados en sus puestos pero por suerte el director de la orquestra todavía no ha llegado. Yo voy hacia mi sitio y mi amiga se acerca a saludarme
— Buah, Ana. No veas... ¿Ya te has enterado? Es que que fuerte Ana. No me lo puedo creer. Es que estoy flipando...
— A ver, Amaia. ¿Puedes explicarte, por favor? ¿Qué pasa? ¿Por qué estás flipando?
— Ay, sí, Ana. Es verdad. Buah, que horror. Pues eso. Pues que hay una chica nueva en la orquesta. Y está... mira que a mi me gustan los chicos, pero es que la chica esta... buah, es que esta tremenda. Me pone cachonda y todo — dice en un tono no muy de interiores... vamos. Que si gritaba un poco más la escuchaban desde París.
— ¡Amaia! Baja el volumen... pero a ver... ¿qué dices de una chica nueva? ¿Qué chica?
— ¿No la viste al entrar? — niego con la cabeza — Buah... pues te va a dar algo cuando la veas. Veras la chica es...
De repente entra el director de la orquestra con alguien detrás. No logró ver quién es, pero supongo que será la chica de la que estaba hablando Amaia. Por fin ambos llegan al centro de la clase y la chica sale de detrás del director.
— Chicas, chicos: Esta es Miriam, la nueva violinista.
Dice señalando a la chica en cuestión y mi mundo se tiñe todo de un color y es todo lo que puedo ver: esos ojos verdes.
ESTÁS LEYENDO
El ruido de mi silencio (Warmi)
RomanceAlgunos encuentran el silencio insoportable, necesitan escuchar algo constantemente. ¿Tienen miedo de la soledad? ¿Tienen miedo del silencio? ¿De la nada? No, realmente tienen miedo del ruido, del ruido que habita en su interior. ¿Irónico, verdad? S...