Era el fin del mundo, cuando los marcianos comenzaron atacar la tierra nadie tenía esperanzas de sobrevivir. Tú, yo, el nosotros no existiría más que en mi imaginación, lo cual era doloroso, una injusticia por parte de malas decisiones acatadas a la orden; mi corazón tendría que quedarse enmudecido mientras la extinción cada vez más se acercaba. Y no quería, no quería que sucediera, pero era inevitable, no había salvación.
Contuve las lágrimas, alcé el rostro como siempre me habías adiestrado, y hui, lejos de todo lo que me recordará mis sentimientos antes de que se marchitaran, pero hubo un algo, un segundo en el que parecías entender lo que estaba sucediendo. Tenías miedo, te encontrabas completamente aterrorizado más tus ojos fúnebres jamás te permitirían decirlo. Tragaste el horror, me atrapaste contra la pared y de un suspiro desesperado correspondiste lo que alguna vez considere una locura.
Mis sentimientos por ti eran mutuos, tanto, que en un ataque de ansiedad me besaste, tan hondo, tan profundo, buscando una salvación en mis labios que no era posible ofrecer más creías que estaba ahí.
Me derretí, mis piernas temblorosas hicieron el mejor esfuerzo por no caer, al menos hasta que al fin mis manos pudieron sujetarse de ti, hice presión, obligue a mi mente a seguir los pasos de tu boca; me uní; deje que te llevarás todo lo que guarde. Incluso con la duda de si eso era real, me entregué, sin peros, sin objeción alguna.
Cuando parecía que la verdadera causa de nuestra muerte sería la falta de aire, cortaste aquel mágico momento, y con la sequedad que ya conocía de tus actos, limpiaste tus labios, instintivamente querías ocultar la debilidad que permitiste escapar ante la presión que ejercían las horas. Y no me importo, puesto que tu rostro reflejó lo que llegue anhelar en las noches solitarias vividas en mi habitación.
Aclaraste tu voz, haciendo raspaduras en la garganta que considerabas te daban la fortaleza en las palabras. Parecías que querías tartamudear, a pesar de que no lo permitieras, tenías miedo de revelar lo que ya no estaba detrás de la máscara.
―Lamento mi comportamiento, doctor ―.
Mentías, demasiado, era demasiado consciente de que eso no lo considerabas una travesura que se pudiera dejar a la ligera.
―Pero dada a las circunstancias, me veo en la obligación de contestar a su pregunta ―pausaste, por un minuto o quizás un poco más, no parecías saber lo que ocurriría después de aquello, dado que esto no era algo que pudieras simplemente predecir o cambiar―. Quizás haya una probabilidad de que le corresponda ―añadiste, tratando de ocultar el rubor que nacía con sinceridad―. Ahora que es el fin del mundo, supongo que puedo decir que tú también me gustas, Alex.
Con el corazón en la garganta, ni siquiera sabía que decir.
No sé cuánto paso, no sé cómo pasó, pero mi propio cuerpo te pidió cerca de mí, al punto en que volví a fusionar mi cuerpo con el tuyo, solo que esta vez en un abrazo, uno que quería asegurar que todo eso estuviese pasando a pesar de que existía la gran probabilidad de que no existiéramos más.
―General ―gimoteé, procurando ser lo más silencioso posible para que el momento solo fuera nuestro.
Palmeaste mi espalda, sin idea alguna de como tomar las palabras que te expresaba―. Deja de lloriquear y dime si estás aceptando mi pro-
― ¡Sí! ―grité, olvidando que el mundo no era solo para nosotros.
Y estabas ahí, apunto de besarme nuevamente, solamente a un segundo de besar lo que siempre había querido, sin embargo el mundo decidió ponerlo aprueba, trayendo al antiguo líder de la nación al mismo pasillo donde nos encontrábamos; interrumpiéndonos sin remordimiento al no saber que estaba pasando dado que el pánico te gobernó por completo; temeroso de que la gente viera tú verdadero tú.
Sostuve los pedazos de corazón que se unieron y despegaron cuando todo acabó.
Si eso no fuera suficiente, parecía que el mundo conspiró para que este pequeño sueño permaneciera como uno.
―Hay un búnker secreto en donde podemos refugiarnos, esperaremos a que un país haya sobrevivido para el contraataque.
Fue así que lo nuestro volvió a ser solo mío.
―
Los mexicanos sobrevivieron, gracias a una familia en específico: Los Reyes.
Ellos serían quienes se enfrentasen a los marcianos y salvarían a la humanidad, serían quienes volverías todo a la normalidad; en consecuencia, me arrebatarían la ilusión que puede poseer por segundos por un bien común.
Más no quería rendirme, deseaba tener la misma esperanza que todos invertían hacia los extranjeros.
Es por eso cuando te escuché, me emocioné.
― ¿Amarte?
La exaltación que mostraste lo dijo todo, más cuando la frase "Pensé que iba a ser el fin del mundo" se pronunció con seguridad de tus labios.
Todo se volvió complicado.
Y aun así, mi mente decidió conservar después de todo el momento en el que fuiste mío.
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When you were mine
FanfictionAhora que es fin del mundo, ahora que los marcianos acabarán con todo, parece un buen momento para sentenciar los sentimientos que tal vez, solo tal vez, existan.