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—Dime la verdad —le susurra Él al oído—: si no me hubieras conocido, ¿me querrías de igual manera?

(Cita: Amores Adúlteros de Beatriz Rivas & Federico Traeger).

Había velas, lámparas de tenue luz, un escenario donde el Jazz moderno se hacía presente a relucir incluso entre la mejor estética del lugar; un bar de lujo, con bebidas buenas, relajantes

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Había velas, lámparas de tenue luz, un escenario donde el Jazz moderno se hacía presente a relucir incluso entre la mejor estética del lugar; un bar de lujo, con bebidas buenas, relajantes. Chicos preciosos, personas amables, cazadoras en busca de víctimas, cazadores en busca de nueva carne. Me sentía completamente relajado, observando, mis amigos bailando con distintas personas cada tres minutos de acabar la música, malditos infelices, no acaban de reír ni aunque no hayan tomado una sola copa de vino.

Y la noche comienza, apenas cuando veo a alguien conocido acercarse hasta mi refugio bajo el lugar de una esquina, oscurecida y apenas iluminada por las velas olor a cerezas.

Quisiera hablar, invitarlo a sentarse, pero eso significaría que lo conozco y a dar indicios, y aquí nadie sabe el amorío de dos hombres caídos profundamente dentro del clásico pozo de la lujuria.

--¿Puedo? -- Cuestiona, un poco alto, la música invade incluso nuestros pensamientos y quiero arrastrarlo hasta sentarme sobre él. Le veo elevar una ceja.

Hago un gesto: descienden mis párpados lentamente, subiendo las cejas, hago una sonrisa tonta y sutil, entrelazo mis dedos, casi me recorro para darle espacio cuando él se inclina sobre la mesa y deja la mitad de un metro de distancia entre nuestras narices.

--Luces precioso -- me dice. Parece ser que se le escapó un suspiro de anhelo. Yo le imitó.

--Yo no me quedaría tan corto al alagarte -- Digo, mi sonrisa aun sigue intacta.

--Mi forma de complacer no es por palabras -- su lengua recorre cada minúsculo espacio de sus labios superiores; brillan más que antes, son preciosos. Tengo ganas de morderlos.

--¿Y si dejamos el juego previo? -- Sugiero, esta vez tan concentrado en su rostro que no paro de surcar sus mejillas, su cuello y sus clavículas que se asoman sobre su camisa oscura. Llevo mis manos hasta su mandíbula; es fuerte, dura, esta relajado a diferencia de mí, mientras yo estoy ansioso él disfruta cada momento.

Es entonces cuando una sonrisa que surge desde el lado izquierdo de su comisura forma una expresión burlona.

--Perderé la cordura, pero no el placer de saborear las palabras de tu boca -- Dijo. Se acercó. Lo tomé de la camisa y lo atraje.

--Entonces déjame sin habla -- suspiré.

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⏰ Última actualización: Jul 18, 2018 ⏰

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