Volví a su vera, dándole un leve masaje en la espalda, besando cada centímetro por el que pasaban mis yemas. Le guié para que se apoyase con las manos en el colchón, con los brazos rectos y las rodillas flexionadas.
Hacía tanto que esperaba aquello que realmente me sorprendí a mi mismo al estar tan seguro. Guiando a mi pareja y teniendo la paciencia que su primera vez requería.
Volví a tocar su trasero despacio, dando calor y mojando la zona para que todo fuese más llevadero para él en lo que vendría después.
Fui a tocarme yo mismo, para poder entrar correctamente, pero noté que no lo necesitaba. El simple hecho de verlo en aquella posición, tan vulnerable, tan mío, me excitaba más que cualquier otra cosa en el mundo.
Fui rozando mi pene contra su trasero, llenando el área de más saliva.
Penetré en su interior lentamente. Escuché un quejido por su parte, pero ninguna señal más, así que seguí. Con calma, introduje todo el miembro, ayudándome del agarre a sus caderas.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y sin darme cuenta, mi cuerpo reaccionó naturalmente, moviendo la pelvis repetidamente. Me olvidé de pensar en el otro y me dejé llevar por el gran placer que me provocaba aquello.
Otro sonido. ¿Era un quejido? ¿Le estaba haciendo daño? Paré. Saqué mi miembro de golpe, alarmado por si había algo mal. Él se quedó estático.
- ¿E-estás bien? Lo siento, me he emocionado. Podemos parar si...
- Si... Sigue.- Dijo en voz baja. Tenía la respiración agitada. - Por favor. No pares.
Así que repitiendo los pasos anteriores, volví a introducirme dentro de él.
Las penetraciones primero eran lentas. Después más seguidas. Cada vez estaba haciéndolo más rápido, inclinándome sobre él, abrazándolo por detrás, besando sus omóplatos y deseando que aquello nunca terminara.
Él parecía estar gozando, sin embargo, para asegurarme de no ser el único, empecé a tocar su sexo con movimientos en vertical.
Estaba tan fuera de mí que parecía estar tocándome a mi mismo.
Aquello me llevó a hacer que se levantase, quedando los dos de rodillas, pegados, con sus manos rodeando nuestras cabezas, con los brazos levantados hacia detrás, acariciando y agarrando mi nuca como podía.
Una de mis manos cogía su cabeza por el pelo, delicadamente, sin llegar a estirar para no hacerle daño, mientras la otra continuaba tocándole.
Las embestidas fuertes parecían tener más efecto en él, quien, cuando yo llegué al clímax, con mis dientes apretados en su hombro, gemía ahogado por el placer, corriéndose en mi mano y por tanto, en parte de las sábanas que teníamos debajo.
Un último empujón, un pequeño suspiro, y salí conforme había entrado, despacio.
Me dejé caer a un lado de la cama, quitando el látex de mi pene, ahora en reposo. Él hizo lo propio y quedó boca arriba, con los ojos cerrados y las manos en la cabeza, desenredando su enmarañado cabello.
Volteó la cabeza hacia mi, mirándome fijamente con un semblante extraño. Le brillaban los ojos, pero no podía identificar qué podía estar pensando en ese momento.
- ¿Y esa cara? ¿Estás enfadado, triste, contento, o loco?
- Gilipollas...- Me espetó, regalándome una sonrisa pequeñita.- Estoy bien. O sea... Que me ha gustado... Un poco.
- ¿Un poco?
- Bastante...
Nos reímos a la vez, con bocas ruidosas de dientes blancos.
Fuimos a abrazarnos cuando nos dimos cuenta del estropicio de sábanas que habíamos dejado. Así que, entre bromas las quitamos y nos quedamos un rato más recostados encima del colchón, desnudos.
Dejé caer mi cabeza en su pecho, notando sus latidos, su piel aún tibia, mientras Raoul me tocaba el pelo, los hombros, la columna...
Más tarde, en el baño, mientras salíamos de la ducha, el pequeño rubio me comentó que se podría acostumbrar a ello, ahora que ya lo había probado.
Sin saberlo, me estaba haciendo feliz.
No por aquella afirmación, sino por haber confiado en mi plenamente, en cada aspecto de nuestra relación.
Puede que no quisiese que nuestra relación fuese pública por miedo, pero no me importaba. Nuestras carreras eran más importantes que un tira-y-afloja bobo sobre quién quería más a quién o si uno daba más visibilidad que otro.
Era la persona más maravillosa que había conocido en mi vida y, esta vez, no pensaba perderlo por nada del mundo.
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Despertares. [ RAGONEY ]
RomanceCuando hay hechos, sobran las palabras... [Sobre una mañana de febrero en el Hard Rock Hotel] [+18; contiene sexo explícito] // [La totalidad de esta historia es ficción y no tiene por qué tener nada que ver con la realidad. Si una de las partes...