Prólogo

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Ravenna salió de la enorme habitación oscura y caminó lentamente por los pasillos de su nuevo castillo. Un nuevo hogar, un nuevo reino.
Llegó hasta la recamara principal, entró y cerró la puerta. Allí estaba el rey. Era mayor, de unos setenta años más o menos, cabello negro y ojos azules. Lo que más resaltaba era la sangre que brotaba de su pecho, combinaba hermosamente con lo blanco de su túnica para dormir. Eso era lo más bello para Ravenna.
Ella se acercó hasta la cama, y lentamente deslizó su dedo por el pecho ensangrentado, se llevó hasta la boca saboreando el gusto de la sangre.
Tenia sabor a venganza.
Venganza. Esa palabra le encantaba. Venganza en contra este hombre, contra este mundo, y contra todos los hombres.
Pero precisamente en este hombre. Él le había robado a su madre, y a toda su gente. Cerró los ojos y recordó todo lo sucedido hace veinte años. El recuerdo de ese día era tan claro como el agua.
Tan solo tenia ocho años, jugaba cerca de los carromatos con Finn y Freya. Su clan de gitanos no era muy numerosos, apenas veinte carromatos formaban una pequeña comunidad. El bosque alrededor de la aldea era verde, y exuberante.
—Mamá dice que tenemos que regresar temprano —dijo Freya. Llevaba una falda verde algo rasgada, y una camisa roja que le cubría hasta los hombros.
—No es seguro que estemos tan alejados del clan, ya sabes los rumores que se escuchan por el reino —dijo Finn. Su cabello rubio estaba despeinado, y sus pies descalzos.
La pequeña Ravenna asintió mientras recogía una flores silvestres. Su madre le había contado que pronto tendrían que irse de ese sitio, por un rumor que el rey de aquel reino repudiaba a los gitanos.
Ella se sentía triste por ello, aquel bosque era hermoso, y además tenia siempre compañía mientras a veces deambula sola por el bosque. Ella y las hadas siempre se divertían jugando a las escondidas y correteando por el bosque. Hacer eso hacia que Ravenna tuviera un mejor humor, le alegrase la vida. Ya que no tenían casi nada, apenas si podían llevarse dos comidas a la boca, y se la pasaban pidiendo sobras a las personas.
—Vamos a casa, Ravenna. Mamá debe estar esperándonos —dijo Freya.
Ella de mala gana se levantó del suelo del bosque, y juntó todas las flores que había dejado a un lado.
En el camino a la aldea, los tres niños escucharon caballos corriendo y sonidos metálicos chocando. Les pareció curioso. El bosque siempre fue desolado y pocas personas, a excepción de los gitanos del clan, venían a este lugar. Siguieron caminando cautelosos, cuando llegaron a la aldea encontraron un ejército incendiando y sacando a todos los gitanos de sus carromatos. Fuego y sangre se veía por todas partes. Los tres hermanos salieron corriendo hasta el carromato de su madre, que estaba un poco alejado de la aldea.
Entraron rápidamente y su madre tenía un gran número de velas encendidas, tazas de madera, y toda clase de hierbas.
—¡Ravenna, Finn, Freya! —exclamó ella al verlos entrar.
—¿Que sucede, Mamá? —preguntó Freya agitada.
—Vengan rápidamente —su tono de voz era agitado pero seguro.
Los tres niños se sentaron rápidamente a su lado.
—Escúchenme bien, esos hombres de allá son los caballeros del rey. No podemos huir, ya estamos apresados y condenados. Pero ustedes aún pueden salvarse —su madre colocó la mano frente al rostro de Ravenna.
—¿A que te refieres, Mamá? ¡Debemos salir de aquí! —Ravenna alzó la voz.
—Freya, tráeme aquel cuento de ébano que tallé hace tiempo —su madre le ordenó.
Freya rápidamente caminó hasta un lado de la habitación, y tomó el cuenco redondo y se lo llevó a su madre.
Ravenna sentía que el tiempo pasaba lento mientras veía como su madre vaciaba en aquel cuenco una poco de leche que había guardado antes.
—Tu mano extiéndela —ordeno su madre.
Ravenna la extendió y su madre sacó una daga y realizó una cortada en la palma.
—¡Ay, eso duele! —exclamó Ravenna.
Las gotas de sangre descendieron en la leche. El rojo contrastaba hermosamente con la blancura y el negro del cuenco.
—Tu belleza es lo único que puede salvarte, Ravenna —le dijo su madre—. Bebe —Ravenna bebió de aquel líquido—. Ese será tu mayor poder y única protección.
Freya y Finn comenzaron a inquietarse. Podían escuchar las armaduras de los hombres del rey acercándose.
Su madre le murmuró al oído:
—Pero ten cuidado, mi niña, por la sangre mas bella este embrujo será, y sólo por la sangre más bella dejará de ser.
Todo lo que sucedió después paso muy rápido. Solo pudo recordar lo últimos gritos de su madre.
—¡Vénganos! —y después de eso más nunca la volvió a ver.
Veinte años después, allí estaba cumpliendo su promesa.
El rey estaba muerto. El reino era suyo.
Pero aún así no pudo evitar sentir una sensación de vacio. Su madre se había llevado su corazón el día en que murió.
Este hombre le quitó a su madre, y Ravenna le quitó su vida y su reino. Era más que justo.
—¡FINN! —gritó ella.
Su hermano apareció en la puerta, su traje negro y blanco estaba manchado de la sangre de sus víctimas. Sangre de nobles que pidieron clemencia.
—Dime, hermana —se acercó y se posicionó a su espalda, observando con una ligera sonrisa el cadáver en la cama.
—Llévate esto —señaló el cuerpo del rey—. Esta manchando mis nuevas sabanas y alfombras.
—Como desees, hermana —Finn se alejó.
Dos minutos después llegó con dos soldados y se dispusieron a movilizar el cuerpo.
Cuando se alejaron y cerraron la puerta, Ravenna se sentó en una pequeña silla, frente a un espejo. Observó su propio reflejo, sintiendo una gran satisfacción. Seguía tan bella. Joven. Sin una sola arruga, sin una sola mancha.
Era bella y poderosa.
Pero...
Una inseguridad se apoderó de su mente. El hechizo de su madre decía que funcionaba con la sangre más bella —la de ella—, ¿y si ella dejaba de ser la más bella?
¿El hechizo se debilitaría? ¿Perdería su poder? ¿Envejecería?. Eso hizo que Ravenna sintiera escalofríos.
¿Cómo podía saber si ella seguía siendo la más bella de todas?
Tenia que encontrar una manera de saberlo. Para asegurar sus poderes.
Esa noche el reino era suyo. El poder era suyo. La belleza más envidiada era suya. Pero aún así tenía que encontrar un modo de saber cómo seguiría siendo la más bella de todas, por siempre y para siempre.



El Espejo (una historia sobre Ravenna y su espejo mágico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora