El cuadro

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Mi casa, mi fortaleza, ¿el lugar donde me debo sentir seguro?, algo falta, las paredes combinan con los muebles, siempre tengo una rosa en el comedor, tengo cuadros de diversos artistas; hermosos, realmente hermosos. Eso es lo que falta...

Siempre he sido perfeccionista. No sé si será porque soy pintor y los paisajes que dibujo, los paisajes que me relajan son perfectamente simétricos. Sin embargo, extraño los toques femeninos de mi dulce madre, siempre me decía que color se vería bien o que detalle impactaría más. ¿Qué puedo decir? las mujeres fueron bendecidas con el don de la observación y la intuición. Sin saber, lo saben. Desgraciadamente mi madre murió hace más de dos años y me hace falta ese mágico toque femenino.

Un día, en una librería, simplemente apareció una hermosa jovencita de nombre Melissa. ¡Dios santo, tú sí que sabes hacer milagros!, ante ti no vale mi nombre de artista, ¡pero si has hecho el cuadro más hermoso! ¡Hiciste a la perfección hecha mujer! De más esta decir que me enamoré con solo ver esa cautivadora sonrisa. Dibujaría mil cuadros diferentes con solo ver esa sonrisa. De inmediato entablé conversación con ella, congeniamos muy bien y quedamos en vernos de nuevo.

Cita tras cita, cuadro tras cuadro, nos enamoramos. Beso tras beso, caricia tras caricia, cuadro tras cuadro, rose tras rose, cuadro tras cuadro, palabra tras palabra, secreteo tras secreteo, mensaje tras mensaje... ¿y los cuadros?

Me di tiempo para descansar de los cuadros. De seguro es un simple bloqueo que se irá con el tiempo. Después de un largo tiempo de ahorrar nos fuimos a Europa a visitar los lugares que yo considero más hermosos y artísticos: Italia, Grecia, Inglaterra, Rusia y obviamente Francia.

¡Tanta belleza! ¡Tanta perfección! ¡Tanta historia! ¿Pero dónde está la inspiración? Creí que al ver estos paisajes volvería la chispa y crearía de nuevo esos delicados cuadros donde expreso mi visión del mundo, pero no. Admito que fue mi culpa, aun estando ante tan magníficas obras, la belleza de Melissa me seguía impactando. Ninguno de estos monumentos le puede hacer frente ante la belleza y la perfección que poseía esa mujer. No podía dejarla escapar, tenía que ser solo mía, así que le propuse que nos casemos apenas volviéramos a casa.

Dicho y hecho nos casamos, ahora esa belleza, esa obra de arte es mía, no tengo por qué temer perderla, ahora es mía, está marcada, teniéndola en casa definitivamente podré volver a pintar.

No puedo, simplemente no puedo, toda mi inspiración, toda mi atención y toda mi admiración se iba en ella, en su sonrisa, en sus ojos, en su cabello, simplemente se iba en toda su cara... su cara...

Un artista pone en su arte un pedazo de sí mismo, debemos ser personas con mucha imaginación ya que nos arrancamos un pedazo de ella para ponerlo en nuestro arte, el arte es mostrar nuestro mundo mediante figuras porque no lo podemos explicar con palabras, el arte es la felicidad, la tristeza, la emoción, la magia, ser diferente, dolor... es dolor. Desearía no haberlo hecho, pero lo hice y no me arrepiento, si tomamos en cuenta lo que dije antes: "un artista pone en su arte un pedazo de sí mismo". Debo admitir que aquella hermosísima obra no es mía, es de Melissa... ya que ahora y por siempre su hermoso rostro podrá observarme e inspirarme a hacer aquellos hermosos cuadros que ella, sin saberlo, me impedía hacer.

El cuadroWhere stories live. Discover now