Me llamo Eva. Son los años 50 en Madrid, tengo 17 años y ha habido una gran serie de cambios en mi vida que hacen de mí una persona diferente a la que era años atrás. Me encanta Tito Puente, Marilyn Monroe y los Arctic Chimpanzees; de estos últimos voy a ir a un concierto dentro de poco con mi mejor amiga, Marta.
Yo vivo en Alcorcón y mi amiga en Malasaña, y aunque no me sé su historia, ella me acepta y a veces damos vueltas por Lavapiés, Chueca y Gran Vía. Hace poco abrieron una cafetería a la que vamos todos los días. La descubrimos porque nos invitaron a un café gratis, y aunque no me gusta el café acepté. Bendiciones.
El caso es que allí conocí a una chica bastante mona. Bueno, realmente no la conozco. Solo de vista, nunca hemos hablado. Aunque me sé su nombre: Minerva. ¡Qué guapería! Ni Góngora hubiera podido imaginar una mujer tan bella, es imposible plasmar en papel cuan atracción siento por esta chica. Solo pienso en casarnos, tener hijos y tomar café juntas. Ella ama el café, y aunque (como he dicho antes) me da un asco terrible, lo tomo para atraer su mirada. Mezcla y kilimanjaro, sus favoritos. Dos terrones de azúcar, poca leche y dos minutos removiendo: la medida perfecta. Y junto con el café, un pequeño sopapo de vainilla, en una pequeña envoltura de color verde, que posteriormente rompe y moja la galleta en la mezcla de moca.
Mi amiga Marta ha dicho que estoy loca, que como puedo mirar tanto a una señorita de ese calibre. En verdad, no es que me guste... ¡Cómo voy a ser lesbiana! Qué sacrilegio... En los 40 salió la noticia en la televisión de tubo de una mujer que se había casado con otra mujer, yo tenía 14 años, y la verdad es que la repulsión que me dio no fue ni medio normal, ¡tuve que faltar a la escuela y todo! Simplemente siento admiración por su belleza, eso es todo. Marta qué sabrá.
Bueno, debería hablar un poco de mí... Cabe mencionar que soy feminazi, es decir, partidaria del grupo nazi femenino. La vibra de Hitler sigue en el aire por España, y con Franco no podía ser menos. A ver, no soy muy franquista, pero todo hay que decirlo... Tampoco quiero meterme mucho en el tema no vaya a ser que me censuren este libro. Además, me encanta pintarme el pelo de rojo. Al principio fui el hazmerreír de la escuela, pero ya estoy acostumbrada. No hay muchas mujeres con tanto estilo como yo (en realidad en mi clase solo somos 3 chicas: Marta, Berta y yo, y no nos juntan con los chicos).
Retomando lo de la cafetería de Malasaña, seguía teniendo muchas ganas de ver a esa tal Minerva y preguntarle sobre el significado de su nombre; ¡es un nombre hermoso! Casi tanto como ella. Así que un día envié un fax a Marta (cómo la quiero y cómo me soporta) y nos dirigimos al café.
Continuará
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Custard Biscuits
RomanceLa historia de una joven inepta que se enfrenta a semejantes. Con situación en Madrid, Eva encontrará el amor y la intimidad.