Y nada más llegamos al café me recibe la apuesta señorita. ¡Ay, mi madre! Qué guapa es y qué bien huele... Su aroma avainillado es delicioso, me encantaría estar más cerca de ella. Pero... no creo ser suficiente. Ella es tan hermosa, tan perfecta... Yo solo soy una chica pobre de Alcorcón.
Marta y yo cogimos la primera mesa y para mi sorpresa nos atendió Minerva. Ni en mis sueños podría haber imaginado que llegaría este momento. ''Un descafeinado, por favor'', le dije. ''¿Cómo quiere la leche?'', me preguntó. ''T-templada'', respondí. Marta no daba crédito y yo estaba de piedra. La persona que yo ansiaba me estaba hablando. Dios mío, no podía creerlo. Bien es verdad que es su trabajo pero... quedaban muchas mesas sin atender. Era mi día de suerte. Minerva se fue a prepararme el café y Marta y yo nos quedamos mirando sin pronunciar ninguna palabra. Marta parecía enfada; ¿acaso he hecho algo malo?
Cuando Minerva volvió con mi café yo me hallaba temblorosa. Lo sirvió en la mesa y yo hice ademán para bebérmelo, pero de los nervios se me derramó un poco en la falsa-pantalón. Lo que sí que no me esperaba es que llegase Minerva y corriendo agarrase una servilleta para limpiármelo. ''No se preocupe'', me dijo mientras frotaba, ''estas manchas se quitan fácilmente''. Estábamos muy cerca. Marta estaba flipándolo en colores. No nos conocíamos, pero podía sentir algo. De repente y sin pensarlo, acerqué mis labios a los suyos. Ella hizo lo mismo. Y poco a poco...
Me desperté del coma. La camilla del hospital estaba bastante mullida y yo me hallaba mareada. No me acuerdo muy bien qué ha pasado... Pero no hay nadie en la sala, no se escucha ruido. Giro mi cabeza y a mi izquierda tengo el suero y el electrocardiógrafo. Giro mi cabeza de nuevo; a la derecha veo a alguien tumbado en el pequeño sofá de la sala. No se mueve, pero no me salen palabras para llamarle ni tengo fuerzas para levantarme. Vuelvo a cerrar los ojos.
Al rato vuelvo a despertarme. Estoy muy cansada. ¿Qué hago aquí? No me acuerdo de nada. La persona que estaba tumbada ya no está para mi sorpresa. Se escucha mi ritmo cardíaco, mi pulso, en la máquina de la izquierda. Bostezo. Estoy llena de cables, qué incomodo. Voy a esperar un rato a ver si llega alguien a la sala. Me acuerdo del sueño que he tenido hace un rato. Si que sueño cosas raras... Pero ha sido un sueño muy largo, muy vívido. Qué pena que haya terminado.
Al pasar un rato escucho voces suaves en el pasillo, como si dos personas estuvieran charlando. No sé quiénes son pero hablan mucho. A los cinco minutos se callan y ya no se escucha a nadie. No entiendo qué hago ahora aquí sola. Podría estar alguien cerca para atenderme. Quizá un médico. Quizá un familiar. La verdad es que no hay nadie. No tengo sueño, pero sigo sin fuerzas para hacer nada más. Me gustaría que me quitasen todos los cables porque me está entrando un poco de ansiedad no poder moverme ni tocar nada. Silencio. Solo escucho el ruido de la máquina.
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Custard Biscuits
RomanceLa historia de una joven inepta que se enfrenta a semejantes. Con situación en Madrid, Eva encontrará el amor y la intimidad.