1

1K 53 11
                                    

En la ciudad de Athenas, Grecia, en estas épocas, los días solían ser nublados, con una temperatura que se podía considerar agradable, ni tan caluroso, ni tan gélido, perfecto para salir a caminar mientras reflexionas sobre tu vida o para dibujar con tranquilidad en alguna parte solitaria de algún parque, bajo un gran y cómodo árbol donde pudieras recostarte para concentrarte a gusto mientras escuchas a tu cantante favorita, alejado del ruido de los autos.

Este era mi caso.

Había salido hace unas cuantas horas de mi trabajo, en la tienda de mi hermano, y decidido a aprovechar al máximo aquel poco tiempo de ocio que poseo, vine a un parque cercano para apartarme de la gran tensión que tenía y prepararme un poco mentalmente para la gran que me esperaba al llegar casa.

Las discusiones con mi pareja habían incrementado de una manera alarmante desde que me despidieron de aquel remunerado trabajo que había conseguido tiempo atrás y la economía del hogar bajó dramáticamente, teniendo que adaptarnos a un ritmo de vida ajustado.

Últimamente se la pasaba saliendo varías veces por las noches o algunas horas del día dejándome a mí, a mis padres o a los pobres vecinos con los niños, alegando que necesitaba algo de privacidad, cada que tenía oportunidad; algo que al principio tome bien y comprensivamente, pero que poco a poco había empezado sacarme de quicio por su forma tan descarada de abusar.

Estaba comenzando a pensar que lo único que quería era deshacerse de ellos para irse a vagar por ahí con sus amigos. Lo cual había sembrado sospechas en mí de algo que no quiero creer, no al menos viniendo de una persona que siempre se llenó la boca alardeando con quien se le cruzara sobre el gran amor insuperable que le tenía a su familia, y en especial a sus "tesoros", como él suele decirles.

Con solo pensarlo me da jaqueca, aunque tal vez, si lo analizo fríamente, no esté tan lejos de una realidad.

Solo espero estar equivocado.

Revisé mi reloj de muñeca viendo la hora en la que me encontraba, él ignoraba que hoy había terminado mi turno más temprano de lo normal, así que tenía que controlar bien. Eran ya las 19:30 hrs cuando por fin decidí levantarme para retirarme de aquel pacifico lugar, tomé las llaves de aquel auto de segunda mano que mi hermano me había regalado y me dirigí hacia aquella casa que compartía con mi familia.

—Quizá deba llevar algo para cenar... para calmar un poco las aguas —hablé para mi mismo.

Habia un puesto de comida cerca, a no más de dos cuadras de aquí en la misma ruta que utilizaba para llegar a casa. Una parada no me vendría mal.

Sin embargo, antes de que pueda estacionar cerca al pequeño local, un fuerte dolor en la zona de la clavícula me atacó en plena calle, casi haciéndome chocar contra un auto que iba delante de mí, por poco causando un accidente, sino fuera porque logré esquivarlo a tiempo.

—¡Qué mierda! —grité a todo pulmón, aguantándome algunas lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos gracias al gran dolor tanto físico como emocional que estaba sintiendo en esos momentos, tratando de conducir lo mejor que podía- ¡Joder!

El lazo...

No... ¡No! ¡La marca!

—¡Maldito!

El lazo que tenía con mi alfa se estaba rompiendo. Él... él...

—¡Agh! —volví a exclamar.

El ardor era insoportable, desesperante.

Ya no me detuve.

Cuando llegué a la casa donde vivía, repentinamente, el dolor se fue tan rápido como empezó, y eso solo significaba una cosa.

Lindo AcosadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora