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SeHun no esperó encontrarlo cuando llegó a casa. Estaba recostado en el viejo sillón de siempre. Su expresión no había cambiado en nada, esa sonrisa ladina se negaba a abandonar su rostro. Intentó no hacerle caso, no quería su compañía para ese día. No en el décimo cuarto día, del décimo cuarto mes desde aquel nostálgico 14 de abril. Aunque evitó establecer contacto visual, no pudo dejar de compararse con él.

Desde niño siempre había admirado esa característica, el chico del cabello oscuro que se encontraba en el sillón podía hablar sin tapujos sobre temas que a él le daban vergüenza, o simplemente envidiaba la forma en la que podía hablar con cualquier persona acerca de cualquier tema. 

Odiaba el sentimiento de insignificancia que lo devoraba cada vez que estaba a su lado. Detestaba profundamente que siempre se involucrara en sus cosas personales, pero claro, no es como si SeHun se lo hubiera dicho alguna vez. De todas formas, no podía sentirse enojado, lo conocía desde que tenía uso de razón; y aunque muchas veces chocaban en diversos aspectos, habían aprendido a convivir el uno con el otro. De todas formas, había pasado casi quince meses sin verlo.

Sí, a pesar de todo lo malo que venía con su presencia, lo había extrañado.

Dejó las llaves sobre la pequeña mesa cuadrada. Aflojó el nudo de la corbata mientras subía escalones hasta su habitación. Debía escoger algo negro, la fecha lo demandaba. Buscó entre sus chaquetas oscuras, ya todas las había usado. Una cada mes. Decidió usar la que menos recordaba haber usado. De todas formas, a los muertos no les interesa con qué ropa vayas a visitarlos.

Dejó sus zapatos alineados junto con los demás, con la punta apuntando hacia la pared. Miró su reloj, se hacía tarde. Se aseguró de que todo estuviera en su lugar, miró hacia la ventana y sólo sonrió cuando se cercioró de que estaba bien cerrada. Sin más, cerró la puerta de su habitación y bajó hacia el pequeño espacio que servía de sala comedor.

El joven de cabello oscuro seguía cómodo en el sillón, lo observó fijamente unos segundos y luego le dedicó una sonrisa burlona. Nada nuevo. SeHun respiró nervioso. Evitó el contacto visual y fue tras el teléfono para realizar la importante llamada mensual. Tuvo que intentar cuatro veces, aunque odiara la irritante voz de la contestadora. Los largos pitidos del teléfono ya no eran algo nuevo para él.

Al fin, en el último intento se escuchó una voz del otro lado. SeHun suspiró aliviado.

—Buenas tardes, señora —saludó cortésmente— ¿a qué hora llegará allá? Yo estoy por salir, así que en veinte... oh. Sí, claro.... Entiendo.... Sí. Seguro.... No, no hay problema. Yo iré de todos modos... Bien... Adiós —la llamada finalizó rápidamente, eso le dejó un mal sabor de boca. Suspiró enojado.

—Están cansados de ti —esa voz grave lo hizo reaccionar. SeHun negó.

—Claro que no. Están cansados de él. Ya lo olvidaron ¿cómo es posible? ¡Son sus padres! Sólo han pasado 14 meses ¿qué acaso no tienen corazón? Ella dice que hace dos meses que hicieron la misa por el primer año y que eso basta. Dijo que no quería recordar más días.

—Yo creo que más bien es a ti a quién quieren olvidar. Ellos no son cómo él. No van a soportarte —SeHun ignoró su comentario antes de contradecirlo.

—Se hace tarde —Cogió sus llaves y las guardó en el bolsillo derecho de su pantalón— deja todo como estaba. Sabes que no me gusta el desorden —dicho esto, emprendió su camino.

Pensó tomar un taxi a pesar de que el lugar donde se dirigía quedaba cerca. Sin embargo, no lo hizo. Quería aprovechar esos minutos de caminata silenciosa para poder evocar gratos recuerdos de su época escolar. Las personas se quedaban mirándolo, eso no era algo de todos los días. Disminuyó el ritmo de su andar. Tal vez lo estaba haciendo demasiado rápido, demasiado ansioso.

SeHunWhere stories live. Discover now