Eran las doce de la noche y estaba leyendo por segunda vez ese libro que tanto me había gustado y tanto me había enganchado la primera vez, cuando apareció. Estaba frente a mí examinándome detenidamente, como yo hacía con ella, aunque desde mi posición me era casi imposible poder verle la cara con claridad. Me acerqué para poder observarla mejor, pero desapareció sin apenas hacer un movimiento.
Me quedé sorprendida tras aquel suceso, asimilando lo que acababa de pasar frente a mis ojos y aún con la vista en el lugar donde segundos antes se hallaba esa extraña criatura. Palpé la página de la que había salido la figura misteriosa y noté algo, una especie de bulto sobre el papel.
La criatura se volvió a hacer visible y me miraba con ojos temerosos mientras retrocedía hasta el borde de la página en la que había reaparecido. Justo cuando iba a precipitarse de esta, puse mi mano sujetándola y evitando su caída; la coloqué frente a mí, lo suficientemente cerca para poder observarla bien, pero que a la vez no se asustara.
Era una criatura bastante parecida a una humana de mi edad, solo que mucho más pequeña de tamaño; apenas medía la mitad de la página de mi libro. Llevaba un recogido algo excéntrico de su pelo rosa, ya que las puntas de las dos coletas que tenía a cada lado, separando su pelo perfectamente por la mitad, estaban dirigidas hacia arriba.
—¿Quién eres?—le pregunté a la pequeña criatura que seguía sosteniendo en mis manos y que permanecía inmóvil acurrucada al lado de mi pulgar izquierdo.
Se sobresaltó y se acurruco aún más al oír mi voz, seguramente demasiado fuerte para sus pequeños y finos oídos, que ahora tapaba con sus diminutas manos.
De pronto, volvió a desaparecer, pero extrañamente yo seguía sintiendo su ligero peso sobre la palma de mi mano, incluso parecía que iba avanzando sobre ella. Intercepté el camino de aquellas pisadas y la criatura volvió a aparecer, aún con sus grandes ojos violetas reflejando temor e indecisión ante la situación. Entonces caí en la cuenta de que podía camuflarse con cualquier entorno evitando que la pudieran ver y hacerla daño.
—Hey, no te haré nada—dije con una voz más suave que la anterior para que no volviera a reaccionar igual mientras seguía observando a la aún asustada personita que sostenía frente a mí.
Esta pareció meditar algo, seguramente el si responder a mi pregunta o guardarse la respuesta, y tras armarse de valor y respirar profundamente, me respondió con una voz bastante más potente de lo que esperaba pero que no dejaba de ser un susurro:
—Soy Atnas—respondió seca y directamente sin dar más información de la necesaria para responderme.
—¿Y de dónde vienes?—pregunté deseosa de saber más sobre ella.
—De Afne, un lugar muy lejos de aquí—dijo con melancolía, pero más confiada que antes.
Ese nombre, Afne, me resultaba conocido, lo había escuchado o leído en algún lugar, pero en aquel momento no recordaba muy bien en dónde. Medité durante unos segundos, pues me era conocido, demasiado, tanto que me frustré mientras intentaba hacer memoria. Entonces me acordé de que ese era el nombre del planeta en el que transcurría toda la historia que narraba el libro que seguía abierto en mi regazo; y Atnas era cómo se llamaba la mejor amiga del protagonista que le acompañaba en todas sus aventuras.
ESTÁS LEYENDO
Historias cortas
Short StoryHistorias cortas de todo tipo que alguna vez he escrito (o escribiré) en mi tiempo libre. Habrá historias de todas las categorías, así que sí, seguro que aquí dentro encuentras alguna que te guste.