Sana nunca se consideró una mala persona. Siempre estaba para ayudar a sus amigos, en especial a las más cercanas, Mina y Momo. Pero ahora se sentía como la peor, culpable por todo lo que había hecho.
Verán, Sana solía salir con Zhou Tzuyu, la hermosa y alta chica de tiernos hoyuelos por quien muchas personas morirían por salir. Pero Tzuyu solo tenía ojos para Sana, la chica de voz aguda, tiernas expresiones faciales y ojos brillantes. Y un día se le confesó, en un día de otoño frente al único árbol que aún conservaba sus hojas coloreadas de naranja.
Y Sana no sentía nada por ella, pero era Zhou Tzuyu, la chica de primer año por la que todo el mundo mataría por siquiera hablar, así que dijo que sí. Hasta estos días podía recordar la forma en la que sus ojos se iluminaron con la afirmativa, y como lució una sonrisa tan amplia que haría a cualquiera enamorarse.
Pero no a Sana. Ella tenía sus ojos en Kim Dahyun, de segundo año. Quizá estar con la hermosa otra chica haría que Dahyun la viera, por lo cual debería aprovechar.
Y Tzuyu le dió todo. Su amor, su atención, su cuerpo. Estaba ilusionada, como un perro abandonado que acababa de ser adoptado y llevado a un hogar en el que le aprecian y cuidan.
Al final, el plan de Sana sirvió, por lo que Dahyun y ella acabaron por besarse encima de las mesas de la cafetería, Sana encima de las piernas de la menor. Un grupo de estudiantes las rodearon, lanzando exclamaciones de todo tipo. La única presente que no hacía ni un ruido era Tzuyu, quien abandonó el lugar corriendo para que nadie viera las lágrimas saliendo de sus ojos.
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—Ah, Tzuyu, hace mucho que no te ve- ¿Tzuyu? Oh Dios, ¿Qué pasó?—La expresión de Jihyo cambió a una de preocupación al ver que los ojos de la menor tenían lágrimas que amenazaban con salir.
—J-Jihyo unnie... Sé que me dijo que podía reunirme con usted en la biblioteca siempre, pero es que... Yo tengo, bueno, tenía una novia. Minatozaki Sana, ¿la conoce?—Jihyo asiente, la preocupación aún más evidente en sus ojos.—Pues ella, oh Dios, ella me hacía tan feliz, unnie. Me hacía sentir completa, incluso pensé que podríamos durar por siempre. Pero soy una ilusa, hoy la vi besando a otra chica. Y ni siquiera lo escondían, estaban en la cafetería.¡Ella me había dicho que quería mantener nuestra relación lo más privada posible unnie! Usualmente solo me besaba cuando veía a su alrededor, creo que buscando a alguien.¿Eso es todo lo que soy, unnie? ¿Un juguete?
—Oh, Tzuyu, claro que no. Créeme cuando te digo que mereces el mundo y más. Intenta tranquilizarte, ¿sí? Unnie está aquí. No debes avergonzarte, deja salir todo.—La mayor coloca su mano en la espalda de la más alta. Y esta, aunque sea por ese momento, se sintió segura, tanto que intentó forzarle una sonrisa a Jihyo.
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La forma en la que Sana se enteró que Tzuyu sabía fue dolorosa. Una nota, escrita a puño y letra por la menor.
<<Sana unnie,
Primero de todo, quiero agradecerle por brindarme tanta felicidad, y disculparme por no habérsela dado a usted. Espero que esa unnie pueda dársela, pues al parecer usted esmuyfelizasulado.
Pues sí, las vi. Y no puedo enojarme, más bien me dejó con una duda: ¿Tan mala novia fui? ¿Tan mala como para que usted, quien me hizo tan feliz, no se sintiera bien conmigo? Si es así, me disculpo. No sé qué hice mal, creí darle tanto como usted me daba, pero al parecer no fue así.
Con un corazón pesado,
Zhou Tzuyu.>>
Y eso se sintió como una patada al estómago. Hubiera sido mejor una humillación, que le gritara, o incluso un "Sana unnie, jódase.", pero no esto. La verdad, la única culpable era Sana. No había planeado bien las cosas, no consideró como se sentiría la menor.
También era doloroso porque Tzuyu no era así. Tzuyu era sarcástica, se burlaba de todo el mundo si tenía la oportunidad, y no admitía siquiera haber tirado una servilleta. Incluso era raro que le hablara a Sana en lenguaje formal aunque sea mayor que ella. También te hacía reír a carcajadas, y sus ojos parecían tener un efecto hipnotizante. Tzuyu no era débil, mucho menos creería que ella fue la culpable de algo como esto. Esa no era su Tzuyu.
Sana vio que Tzuyu la evitaba. No volteaba a verla, no hacía cuenta de su presencia. Con el tiempo, la mayor notó que ella era quien la observaba en cada momento. Se vio extrañando demasiado los buenos días susurrados por una animada voz, y las suaves manos que se escabullían entre las suyas propias sin aviso. Extrañaba esa sonrisa.
Extrañaba a Tzuyu.
Tanto que cuando Dahyun le pidió una cita, ella la rechazó. Tanto que al ver a esta con una chica bajita de dos coletas, no le importó.
Y, al ver a Tzuyu dedicándole esa sonrisa de puro amor a una pelinegra, su pecho comenzó a doler.
Pues, ahora que ya era demasiado tarde, se enamoró de Zhou Tzuyu. Y no podía hacer nada.
