Había una vez un ángel muy benévolo, obediente y humilde. Nunca rompía las reglas, siempre atendía cuando se le llamaba y jamás perjudicaba a sus hermanos. Un día vio a una humana muy hermosa; así que desde ese día la cuido y la protegió de todo mal que intentara hacerle daño. Lo único en lo que podía pensar era en lo bueno que había en ella.
Una tarde, el ángel hablo con su Padre y le conto sobre esta mujer. Le platicó sobre cómo la protegía, sobre las buenas acciones que hacía ella y sobre todo eso, lo que le hacía sentir. Su Padre escuchaba atento, pero con cierta consternación, en cuanto su hijo terminó de hablar, le dijo:
-Me alegra que te haga muy feliz, lástima que no puedan estar juntos- el ángel frunció el ceño y preguntó "¿por qué?" Él soltó un suspiro y respondió:
-Porque eres demasiado bueno para ella.
El ángel salió y mientras se dirigía hacia su cómoda, pensó: ¿por qué tengo que ser así?, ¿acaso no puedo hacer algo más?
Justo antes de llegar, se detuvo, miro a la Tierra y negó con la cabeza.
Al día siguiente, el ángel comenzó a portarse totalmente diferente a cómo era en realidad, no había llegado a tiempo, respondía de mala manera y no ayudaba a los demás. Los días pasaron hasta que se transformaron en semanas y, mientras tanto, el ángel no cambió su actitud. Pero claro, en ningún momento abandono a su amada.
Un mes después, y al no ver ni un rastro del antiguo ángel, su Padre lo llamó, pero él lo ignoró, por lo tanto, mandó a otros de sus hijos por él.
Horas después, el ángel fue aprisionado y llevado ante su Padre. Cuando llegaron, su Padre se sorprendió al ver a algunos de sus hijos lastimados y a su hijo, diferente. Sus alas se habían vuelto opacas, al igual que su vestimenta. Sus ojos no tenían su brillo peculiar, e incluso su piel se veía diferente.
El ángel fue arrodillado frente a su Padre, quien lo observaba con gran sorpresa, y antes de que Él pudiera hablar el ángel levanto la cabeza y con una sonrisa cínica le preguntó: - ¿sigo siendo demasiado bueno para ella?, Padre
