La Rosa negra

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Nueva York, la colosal metrópolis por todos conocida y admirada ahora yacía en ruinas siendo solo un derruido vestigio de lo que alguna vez fue. Los edificios que aún se mantenían en pie tenían vestigios de incendios y explosiones, las calles estaban dañados, el cielo nublado adornada mezclando a la perfección con el gris general del panorama, exceptuando por la curiosa y cada vez más dominante presencia de enramados que se extendían por entre las ruinas, como si la tierra reclamara lo que alguna vez le perteneció a la ciudad.

En medio de aquel panorama desolador era lógico pensar que no había ni la mínima presencia, en aquellas ruinas que comenzaban a ser bañadas ligeramente por la llovizna que en ese momento comenzaba a caer. Pero aquella conclusión lógica e irrefutable estaba errada, pues entre las calles y ruinas como laberintos corría un muchacho de pelo rubio, cubierto por harapientas prendas, con varias cortadas en el rostro pálido y cansado y apretando con fuerza un pañuelo ensangrentado sobre su hombro izquierdo herido.

El muchacho corría presa del miedo y del cansancio, mirando a atrás cada tanto y jadeando casi sin aliento. Finalmente se tumbó contra un pedazo de concreto que alguna vez fue el techo de un pequeño edificio, esperando estar a salvo por lo menos por un momento. Con miedo y desconfianza destapó su herida para ver el orificio por el que había entrado una bala que seguía incrustada en su piel. Se palpó los bolsillos de la chaqueta encontrando unas largas pinzas de boca larga y estrecha. Se detuvo un momento preparándose para el dolor que estaba seguro estaba a punto de sentir, y comenzó con la labor de extraer la bala.

Introdujo la punta cerrada de las pinzas en el orificio sintiendo el frio del metal rosando su carne viva y sangrante hasta tocar con el final del orificio provocándole un agudo dolor que le erizó la piel. Comenzó a abrir las pinzas ñoco a poco intensificando la sensación dolorosa por estar escarbando en el interior de su propio cuerpo y haciendo acopio de toda su fuerza introdujo un poco más las pinzas para alcanzar a tomar la bala, sintiendo tal dolor que casi dejó caer las pinzas.

La operación no fue sencilla, las pinzas tomaban la bala pero resbalaban, lo que lo obligaba a intentar nuevamente. Después de varios intentos fallidos logro tomar bien la bala pellizcando algo de carne para lograrlo, y con un fuerte y rápido tirón sacó la bala junto con unos finos jirones de carne. La hemorragia se intensifico y el chico volvió a cubrirse por el pañuelo bañado en sangre, para después tomar una venda de otro de sus bolsillos y como pudo, amarrar el pañuelo.

Al terminar toda la operación se notaba aún más cansado que antes. Su mirada llena de pánico se elevó al cielo mirando las nubes que seguían dejando caer finas y frías gotas de agua. No había rastro de sol, y el muchacho no pudo evitar pensar que ese sería su destino, morir sin volver a ver el sol. Parecía más tranquilo, quizá el aceptar lo inevitable lo hacía un poco menos terrible, pensó, y sonrió como consolándose a sí mismo.

Otra de las cosas que guardaba entre su ropa gastada era un cuchillo, tal vez sería mejor terminar el mismo con todo eso.

Ese fue su último pensamiento antes de notar una peculiar imagen en el cielo, se trataba de una figura oscura que se agitaba en el aire hasta que comenzó a volar en círculos justo sobre él. La figura se acercaba, cada vez más cerca de él, hasta que con un pesado aterrizaje la figura se plantó frente al chico. El muchacho, ya sin miedo y lleno cansancio y resignación miró con el mejor intento de una sonrisa en su rostro la figura frente a él.

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⏰ Última actualización: Mar 20, 2018 ⏰

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