Per sempre.

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Lida seguía siempre la misma rutina desde hacía cinco años.

Salía del trabajo,

con aire cansado,

con ojeras marcadas.

Cogía la ya familiar botella de ginebra,

su diario,

y se dirigía al mismo sitio de todas las tardes.

Lida le leía cada tarde a Guido la página 89 de su diario,

la página que correspondía al día que ellos se conocieron,

y como cada tarde, le rogaba que volviese a su lado.

Después se funde en lágrimas mezcladas con ginebra hasta el amanecer,

momento en el que abandona el nicho de Guido en el comenterio,

y vuelta a empezar.

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