Perdido• ((Narusasu)) ||Yaoi||• (Reescribiendo)

Introducción: Desesperanza.

—No hay nuevas noticias, no te hagas ilusiones. - Murmuro el Uchiha mientras tomaba asiento a su lado en aquella rama ancha del árbol que durante años se convirtió en su punto de encuentro.
El rubio lo observo de reojo, Sasuke siempre sería un hombre hermoso, con esa piel tersa como la nieve y con esos profundos ojos ónix que hasta la fecha amaba, aún cuando se veían frío al mirarle, sobre todo desde aquel incidente que no sólo acabo con la pequeña sonrisa de ambos sino que también con su relación.

—Te mandé a llamar por una única razón y no es lo que crees.- Nuevamente el silencio los abordó, el rubio no parecía estar presente y eso saco un poco de sus casillas al mayor. Aún así no reprochó la actitud del hombre, era entendible hasta para él. Naruto no sólo estaba herido, estaba obligado a fingir que todo estaba bien, que nada podía sacarlo de sus cabales.

—Quiero que le digas a Sakura-san lo siguiente "Lo siento" y Dobe... Deja de preocuparte tanto por eso.

Y desapareció entre una nube de humo. Un suspiro de resignación abandono los labios del Séptimo Hokage de Konoha mientras que se ponía de pie lentamente. El viento ondeaba su capa y acariciaba sus cortos cabellos; mientras que su mirada bañada en un poco de nostalgia observaba la luz de la luna teñir las copas de los arboles del inmenso bosque que se sumia en oscuridad, casi tan espesa como la de aquél par de ojos ónix. Por un momento se permitió pensar que sería de ellos si jamás hubiese permitido el secuestro del hijo en común que ambos tenían. Quizás ellos serían felices, quizás Sasuke no lo odiaría.

                     •••

—Hasta que el Hokage aparece. - Reprendió Shikamaru mientras que tomaba entre sus manos una gran pila de papeles de su pequeño escritorio, y la soltaba sobre el escritorio de la figura de autoridad.
El rubio procedió a  encaminarse a su lugar de trabajo y dejarse caer con desgano sobre su silla, sus hombros caídos y su cara de pocos amigos advirtió al Nara de su terrible humor. El rubio acababa de llegar de la casa de Sakura con un aura depresiva que causaba calosfrio.
Naruto había visto, y hablado, a Sarada, la réplica femenina del Uchiha que habitaba su mente y corazón.
Puede que Naruto jamás lo admitiría, ni para sí mismo, pero quizás estaba celoso de Sakura, de su hija y de su marido. Aún así, con el corazón encogido en la palma de su mano, había ido a dejarle el mensaje del Uchiha, después de todo se consideraba un buen amigo y aunque la Kunoichi no era de su preciso agrado, la respetaba sólo porque era ella a quién eligió el Uchiha. Era con ella con quién decidió tener una nueva famila, ya hace doce años que él no era más que amigo del hombre que tanto amaba. Después de todo era con ella con quién iba a casarse.
En su mente se repetia que debía estar tranquilo, ya que no era ella quien habitaba el corazón de Sasuke, ese lugar era sólo para su hijo; el niño que habían perdido y Sarada, ni siquiera estaba seguro sí aún quedaba un lugar para él allí pero al menos en ese sentido estaba emparejado con la pelirosa.

—Sabes que regresará, verdad. Tiene que cumplir una promesa aún- Se atrevió a decir el Nara, mientras que observaba Konoha desde el gran ventanal de la Oficina del Hokage. Naruto escondió su cara entre sus brazos sintiéndose derrotado.

Nara observó cómo las personas paseaban con calma por el tranquilo centro de la ciudad, los niños jugaban y algunos se regresaban a sus hogares de la mano de sus madres. El ambiente era así gracias a todos los Kage que trabajaron por el bien de Konoha pero sobre todo gracias a Naruto, quién tenía el don de unir a la gente.

Naruto tragó saliva sonoramente. Las palabras dichas por Nara estremecieron al rubio, aún rondaban en su cabeza y sí, el Uzumaki sabía que Sasuke había accedido a entrenar a Boruto, pero aún así la idea de su regreso lo emocionaba peor que a Haruno, quién había montado un escandalo cuando supo que Sasuke regresaría, no en la mañana cómo había prometido pero sí en unos meses más.