¿Lo puedes ver?

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Tras un agotador día en el trabajo, lo único que espero al llegar a casa después de las once de la noche es dormir, pero pareciera que es el momento justo para que mi cerebro se ponga a meditar en todas las cosas que le pude haber respondido a mi jefe durante una corta discusión, o en cómo mi día hubiera sido mucho más tranquilo si hubiera sabido manejar mejor a ese fastidioso cliente.

Le tengo tanta envidia a mi esposo en este momento. Mientras yo me debato en una pelea entre mi razón y mi moral, él descansa tranquilamente como un niño.

Miro por novena vez mi celular, son las 2 de la mañana y yo todavía no concilio el sueño, empiezo a frustrarme, debo levantarme dentro de cuatro horas y no logro dormir. Siento una presión en mi pecho que me dificulta el respirar, y un tenue pitido en mis oídos corta todo pensamiento.

Cierro los ojos y volteo mi cuerpo hacia mi marido, tomándolo del brazo para sentirlo más cerca.

—¿No puedes dormir?

—Lo siento, ¿te desperté?

—Sí, cuando te moviste, pero no te preocupes, ¿Qué pasa?

—Nada, sólo no puedo dormir.

Empezó a acariciar suavemente mi cabeza y me atrajo hacia él, siempre logra tranquilizarme con esas pequeñas muestras de afecto, pero hoy era diferente, hoy mi corazón golpea fuerte mi pecho como si viniera de un maratón, y el pitido en mis oídos aumenta hasta casi ensordecerme.

Y lo puedo sentir, una mirada detrás de mí que me causa escalofríos y me hace estremecer.

—¿Estás mejor?

Su voz ahora suena tan lejana. El sonido de un golpe a mis espaldas nos hace levantarnos de inmediato en la cama.

—Estaba seguro de que cerré la puerta. Ta vez el aire la volvió a abrir.

Antes de que se levante logro tomarle el brazo.

—¿Lo puedes ver?

Mi esposo parece confundido, toma mi mano que está sobre su brazo y sonríe.

—¿De qué hablas?

Empiezo a respirar rápidamente y señalo hacia el armario que se encuentra a lado de la puerta.

—A él.

Mi esposo ante la oscuridad no logra entender a qué me refiero. Sin moverse parece que entrecierra los ojos para intentar diferir entre la oscuridad lo que yo veo tan claramente.

—¡No jodas! Realmente parece una persona. Pero es sólo la ropa amor, no es nada. Pero rayos, de verdad que parece alguien.

¿Es sólo la ropa? ¿Realmente es eso? Aprieto su brazo sintiendo que la sangre se me va completamente a los pies.

—Deja que me levante cielo, cerraré el armario para que ya no veas eso.

Confiando en su intuición lo suelto. Él se levanta pero también parece dudar. Antes de cerrar la puerta o el armario, lo primero que hace es prender la luz. En efecto, se trata solamente de ropa de colores contrastantes que crean el efecto de una persona.

—Casi me da algo —Me dice y suelta una risa. Cierra el armario y la puerta para que el viento que entra por la ventana no la azote. —Intenta dormir amor, mañana tenemos que madrugar y no quiero que te duela la cabeza por dormir mal. —Apaga las luces y me da un corto beso en la frente antes de volverse a acostar.

Él y su increíble habilidad de dormirse en apenas un par de segundos me causa envidia.

Cierro los ojos intentando dormir, el pitido ha desaparecido y ahora puedo escuchar hasta las hojas del patio ser movidas por el aire. Suspiro profundamente intentando caer en los brazos de Morfeo, pero una vez más siento esa mirada.

Mi respiración empieza a acelerarse. No quiero abrir los ojos, tan sólo quiero quedarme profundamente dormida.

Desearía tanto que el pitido regresara pues ahora puedo escuchar mi acelerada respiración, al igual que unos pasos. Espera, ¿unos pasos?

Un escalofrío recorre toda mi espina dorsal. Aprieto las sábanas y decido tomar valor y abrir los ojos.

La puerta se encuentra otra vez abierta y rechina muy tenuemente debido a que el aire la está moviendo. El armario está abierto y nuevamente veo a ese hombre parado, completamente quieto y sin emitir sonido alguno.

—Amor. —susurro, pero él no me responde. Le tomo la mano pero él está completamente dormido. —Otra vez está ahí, lo puedo ver.

Él emite un leve quejido de disgusto y parece murmurar un "duerme" antes de empezar a roncar de nuevo.

"Es sólo ropa, es sólo ropa." Repito una y otra vez en mi mente intentando encontrarle nuevamente la forma real y dejar de ver a una persona.

"Es sólo ropa." Vuelvo a repetir, y de pronto esa cosa gira el rostro hacía mí.

—¡Amor!

Mi esposo se levanta exaltado, tomando su celular para alumbrar hacía mí.

—¿¡Qué pasa!?

—¡Ahí está!

Gira la luz del celular hacia la puerta pero no hay nada. Sólo ropa.

—Amor... ¿otra vez estás...?

—No, te juro que no son alucinaciones, él estaba ahí ¿cómo explicas que las puertas están abiertas? Hay alguien en la casa.

Mi esposo parece entristecerse, no cree nada de lo que le digo.

—La puerta sabes que se abre por el aire, lo siento, debí atorarla con algo.

—Pero, el armario...

—Ya es viejo el armario, puede que tampoco funcione el cerrojo y simplemente se haya abierto. Creí que ya habíamos hablado de todo esto.

—No, amor, te juro que había alguien ahí.

Él me mira con una expresión entre desilusión y pena. Se levanta para prender las luces y va al baño. Al poco tiempo regresa con un par de pastillas y un vaso con agua.

—Amor, te juro que no son alucinaciones.

—Sabía que aún no estabas lista para volver a trabajar. Me habían comentado que tuviste un mal día con un cliente y tu jefe, no quería tocar el tema porque no quería afectarte más, pero esto me demuestra que aún no logras controlar tu ansiedad.

Comienzo a derramar lágrimas mientras mi corazón se oprime ante cada palabra.

—No es la ansiedad, te lo estoy jurando ¡¿Por qué no me quieres creer?!

—Tómate esto, no te preocupes, avisaré a tu trabajo que no podrás asistir mañana.

—Pero, te juro que...

—Te dije que te las tomes ya.

Su semblante endurecido me calla por completo. Me tomo las tabletas con un poco de agua y le devuelvo el vaso. Lo deja a un lado y tras cerrar la puerta, tira la ropa del armario y apaga nuevamente las luces. Se acuesta a mi lado sin decir nada, sólo volviendo a dormir. En donde yacía la figura de un hombre en el armario ahora sólo es un hueco negro en la pared.

Pasan varios minutos y poco a poco siento mi cuerpo más pesado, las pastillas van causando su efecto. Un fuerte mareo y dolor en mi cabeza me obligan a cerrar los ojos, ya había olvidado los molestos efectos secundarios.

Intento controlar las náuseas, sé que falta poco para caer prácticamente inconsciente. Abro los ojos una última vez mirando dirección al armario. Y ahí esta él. Esta vez más claro, esta vez más real. La figura de una persona completamente ensombrecida cuyos rasgos ya son difusos entre la oscuridad y mi borrosa mirada.

Puedo notar que esboza una sonrisa y con sus dedos me hace una seña de silencio.

"Ahí está, lo puedo ver". Pero no logro emitir ningún sonido, ni siquiera algún quejido de advertencia que pueda despertar a mi marido. La vista cada vez se me hace más borrosa y la oscuridad poco a poco se va incrementando.

Ahora sólo puedo escuchar pasos.

Y después silencio.

¿Lo puedes ver?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora