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El alcohol parecía derramarse como agua o gotear como miel. La atmósfera estaba saturada del aroma de los cigarrillos rellenos con hierbas mágicas y la música retumbaba, cacofónica y metálica, contra los muros de la discoteca más concurrida de la Avenida Seomyeon . El Gran Arcano. Allí pasaban la velada los más jóvenes, mientras que los hombres maduros escogían Gourmandises.

El chico estaba sentado sobre una de las plataformas, sosteniendo en una mano un trago con ron y en la otra, un cigarrillo. Algunos lo conocían, otros no tanto. Algunos sabían su nombre, a otros no les importaba saberlo.

Jeon JungKook tenía dieciocho años recién cumplidos. Era de piel lechosa, sus ojos eran de un color café, su nariz era un poco rara pero a la vez perfecta y poseía unos apetitosos y finos labios que sabía utilizar para realizar las más nobles labores. Había ingresado a la universidad de Ciencias Económicas hacía tres meses, por presión de su anciano padre, que anhelaba más que nada en el mundo que el bebé que había adoptado se dedicara a administrar la compañía gracias a la que amasaba toda aquella fortuna de cifras astronómicas.

JungKook había cumplido los dieciocho hacía exactamente tres semanas.
Como regalo de cumpleaños, Son Hyun Woo lo había llevado a su departamento y se lo había follado en todas las posiciones posibles.

A Jeon le gustaban los batidos de fresa. Eso era lo único de lo que se acordaba Kim Yugyeom, el más alto del grupo y el que tenía la mayor graduación de alcohol en sangre.

Cuando JungKook decía que no, en realidad quería decir que sí. Lo que sucedía era que era uno de esos mocosos que lo pasan de maravilla provocándoles a los hombres. Zelo había padecido aquellas provocaciones en carne propia.

Park Jimin no conocía a JungKook. Era nuevo en la ciudad: había llegado hacía apenas unos meses para comenzar a enseñar inteligencia artificial en la Universidad Regional de Busan. Tenía veinticinco años, pelo negro, sedoso y unos bonitos ojos miel que durante las clases ocultaba detrás de unas gafas que le permitían ver claramente las pantallas de los ordenadores. Antes, Park vivía en Incheon, una ciudad tranquila, quizás demasiado. Allí había terminado sus estudios de Ingeniería Robótica y el mismo día de su graduación le habían ofrecido aquel prometedor puesto de trabajo en Busan. Había aceptado al instante, pues no había nada que lo atase a esa ciudad.
Absolutamente nada.
Sí... quizás él habría deseado que en Incheon hubiese existido algo importante por lo cual quedarse. Pero la dura realidad era que había estado tan perdido entre ordenadores y robots, que jamás había tenido tiempo para nada más. Lo lamentaba y por eso ahora, cuando los años perdidos le reclamaban un poquito frente al espejo y otro poquito entre las sábanas, se encontraba allí, en aquella disco gay de la Avenida Seomyeon.
Jimin no era mal parecido, pero tenía la autoestima por los suelos.
Y JungKook odiaba a esas personas.

****

Cuando el cigarrillo se le acabó, Jeon suspiró profundamente y le dedicó toda su atención al ron. Suspiró otra vez. Era sábado, y el lunes tenía un examen de Algoritmos y otro de Contabilidad. Ninguno de los cuatro chicos que estaban allí sabía que estudiaba dos carreras al mismo tiempo. En realidad, ni siquiera sus padres lo sabían. Ingeniería en Sistemas, que era lo que de verdad le gustaba, y... lo otro, Economía. Sólo Kim estaba con él en clases, en el curso de Geografía Espacial, y sabía que era muy inteligente.

Cuando se levantó para ir a buscar otro trago, Park se lo quedó mirando por un momento. En seguida apartó la mirada, porque... era imposible que un golfo como ese estudiara en la universidad de Busan, ¿verdad?
El pelinegro sonrió. Entonces, ¿cómo podía ser que el profesor de Inteligencia Artificial de ese instituto estuviese en el mismo lugar que ese golfo?
La respuesta era una sola: sexo.
En el caso de Jimin, ya iban a cumplirse tres meses de abstinencia.

Con respecto a Jeon, esa abstinencia era de sólo una semana.

La última vez que Jimin había tenido sexo (o, como él le llamaba en secreto: hacer el amor) había sido en Busan, con un alumno del último año de la carrera de Ingeniería Industrial. El chico no quería nada serio, como bien había dejado claro luego del orgasmo. Para él había sido una experiencia amarga, porque el chico de verdad le gustaba. Y ahora su estupidez le pasaba la factura, transformada en su inseguridad y sus bajas expectativas. Pero él había acudido a ese lugar para ponerle fin a esa abstinencia de una vez por todas y no le importaba mucho con quién fuera.
Lo único que necesitaba era un cuerpo y... eyacular.
No conocía muy bien los códigos con los que jugaban en ese sitio, pero no era idiota y advertía, casi con reverencia, los gestos que se obsequiaban unos a otros para invitaciones tan sencillas como bailar o cosas más atrevidas.
Con todo eso, ya sabía dónde estaba el cuarto oscuro.

JungKook pidió un primavera. Como la concentración del alcohol no era tan alta, terminó acabándoselo de tres sorbos. Aburrido, barrió con los ojos la pista de baile en busca de algo o alguien que le sacudiese el aburrimiento y quizás algo más. Sus amigos, o mejor dicho, sus conocidos (porque no podía darles el título de amigos a cuatro hijos de puta que aprovechaban la menor oportunidad para tirárselo) estaban bailando y habían invitado a otro hombre más que él no conocía. Era bastante guapo: de estatura normal y cabello negro; la ropa que llevaba delineaba a la perfección sus prometedores y masculinos contornos.
¿Quién era ese dios? ¿De dónde había salido?
Jeon se relamió los labios, dejo el vaso sobre la barra y se dirigió hacia donde estaban sus conocidos.

—Estás bien bueno... —susurró una voz al oído de Jimin, mientras unos brazos delgados pero fibrosos se le enredaban en torno a la cintura. Dio un respingo y se volteó apenas, para al menos ver el rostro del chico que se había atrevido a abordarle.
Era el golfo.

—Hola —saludó Park, sorprendiéndose del color de esos ojos aguados por el alcohol, esos ojos que su preconsciente decía conocer, pero que su sistema no alcanzaba a registrar. El dueño de esos ojos le tomó de las manos, lo apartó del grupo de chicos y lo arrastró hasta la mitad de la pista.

—¡Baila conmigo! —exigió el golfo, con una sonrisa de 220 volts. Jimin se dejó llevar por él hasta que, quedando en medio de la multitud de jóvenes, éste comenzó a restregarse contra su cuerpo, rodeándole el cuello y meneando las caderas.

No se lo podía creer. Jamás nadie se había atrevido a atacarlo de esa forma, a insinuársele tan descaradamente.
Estaba aturdido. Las imágenes parpadeaban frente a él como en
diapositivas por culpa de las luces multicolores que danzaban al ritmo de la música. Habría deseado poder contemplar a ese chico en toda su perfecta, libidinosa y ebria totalidad. Se relamía y mordía los labios, ofreciéndoselos sin reservas y se había acoplado a su cuerpo como lo habrían hecho dos piezas de un mismo dispositivo.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó al oído, tal como había hecho con él minutos antes.

—¡Kook! —le respondió, gritando—. ¿Y tú?

—¡Jimin!

Cuando la música cesó y todo El Gran Arcano se vio de pronto completamente a oscuras, hubo apenas un segundo de perplejo silencio antes de que comenzaran los gritos y los insultos. Entonces se escuchó que alguien decía que había llegado la policía a inspeccionar por culpa de una denuncia de drogas.
¿Drogas?
Claro que se vendían drogas.
¿Es que acaso hacía falta que alguien lo denunciara?
Bueno, la verdad era que sí. Los policías de Busan preferían mil veces jugar al póker y tomar cerveza a que tener que ir a la Avenida Seomyeon a registrar una disco gay.

Todos los presentes salieron del lugar en avalancha. Algunos lo hicieron por las puertas de emergencia y otros, seguramente los que se sintieron
más en peligro, rompieron las ventanas del cuarto oscuro y saltaron hacia la calle.

♠♠


Los amigos (o conocidos) de Jeon estaban ya en frente del cine porno Pirateon cuando Jimin pasó por su lado para ver si el muchacho estaba entre ellos. Con el ajetreo, la presa se le había escabullido de entre las garras. Abatido, caminó con desgano, con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos. Miró el reloj: las tres de la mañana.

Hacia dos horas se habían cumplido los tres meses.











Chan chan!!! E aquí el 1er capítulo
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⏰ Última actualización: Mar 25, 2018 ⏰

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El Gran Arcano (Adapt.) 《JiKook》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora