Todo sucedió esa tarde, estaba hambriento y descalzo mi ropa con hoyuelos caminando sin remanzo, yo pude alzar mi vista con pena en aquella vieja casa abandonada por apostoles del abandono.
En aquel momento pude escuchar un leve aleteo, pensé en comer de aquel ave, cálida ave. Abrí la puerta con sigilo y vi destrozada la casa, ratas contemplando aquel búho pequeño, postrado en aquel piano lleno de polvo...
Aquélla ave dañada, herdida, frungida de dolor me miraba.
¡Oh que mirada tan triste¡!¡Que mirada tan muerta! Desierta pena, de cierta abierta puerta puesta en su latir al ardor de vivir.
Pisaba teclas del piano y mi alma se evaporaba mientras tocaba tristes notas, que por el hablaban y era un: (DO LA SOL) menor un (RE MI FA) mayor, un tenor (FA MI) sin familia y lloraba su dolor (DO LA SI) ¡Si! ¡Si! ¡Si! (FA MI FA MI RE DO) y en aquel momento el piano no sono...
Quedé sorprendido, murió mi hambre, esperaba más pero en ese instante volvio a mirarme, sentí el clamor de un amor pedir perdon al desfraudarme.
Volvió a tocar, tocar, tocar, tocar el fondo, tocar mi alma tocarme demasiado ondo, volvio a vibrar el suelo, no pudo alzar el vuelo senti sertir desveló, senti sentir de nuevo.
Vi desplomar sus alas, vi decaer su vista, vi desplomar su cuepo, me acerque hacia el, el búho estaba muerto, el piano grito fuerte, clamor encandeciente, dolor clemente ante la muerte de un ser que lo acarició tan fragil y suavemente, el piano lloró y lloró, sus tonadas eran dagas que atravesaban mi piel, vi morir su esencia, su alma, su vida, sumergida en ida y venida en su ira de quien le habia arrancado su vida....