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La noche estaba húmeda, el rocío caía sobre las hojas de los árboles, conectándose y creando pequeñas gotas que resbalaban de la superficie hasta perderse en la tierra. La acera por donde caminaba había oscurecido su color gris, debido al agua y mis botas de tacón hacían un ruido que había comenzado a irritarme.

No se por que había decidido salir, ¿por qué diablos me privaría de la comodidad de mi sillón?

Mi respiración era lenta, mi nariz se sentía fría y el respirar solo lo empeoraba. Tenia los brazos cruzados, intentando mantener el calor bajo mi abrigo, mientras me dirigía hacia ese único quiosco que de casualidad estaba abierto aquella noche.

Los grillos cantaban sin cansancio, la suave brisa helada me calaba los huesos y yo solo deseaba meterme en ese bendito y sudoroso lugar para evitar mi futura muerte por hipotermia. Empuje la puerta levemente y eché un ligero vistazo.

No había mucho que inspeccionar, había una única góndola, repleta de distintos tipos de aperitivos, ya sea dulces o salados, pero como estaba muriendo de frío me dirigí a la caja, a pedir un café.

- linda noche para andar afuera, ¿no? - mencionó el cajero

Su cabello era negro como la noche, hacia resaltar su pálida piel, y por supuesto sus hermosos ojos celestes tan claros que casi no se diferencia del blanco. En sus labios rosados se encontraba prendido un piercing negro, que no pude dejar de mirar cuando se movían al hablarme.

Era simplemente hermoso.

- la verdad, preciosa. Ni siquiera me acuerdo de por que salí de casa a aguantar este frío infernal - fruncí el ceño mientras intentaba expresar mi odio, y el sonrió

- bienvenida a Gatesville, ¿en qué puedo ayudarle? - me sonrió galán, apoyando su antebrazo derecho en el mostrador y escondiendo su brazo izquierdo tras su torso

- un café doble y cóbreme esta barra de chocolate - rodé los ojos y sonreí

En cinco minutos, ya tenia mis cosas en el mostrador y estaba dispuesta a pagarlas. Rápidamente saqué mi billetera del bolsillo de mi abrigo y le tendí los quince dólares que me pidió

- muchas gra... - hablo el chico, pero un estruendoso ruido le interrumpió

La puerta se abrió con fuerza, tanta que chocó con la pared. De ella, tres figuras masculinas se adentraron sin pena en el lugar.

Los tres hombres se me hicieron conocidos, el trío se vestía de la misma forma, chaquetas de cuero negras, jeans ajustados y zapatos de vestir. Una ridícula casualidad.

El de la izquierda era alto, su cabello era negro y estaba peinado hacia atrás como un rockero de los cincuenta, sus ojos estaban cubiertos por unos lentes de sol a pesar de ser de noche, sus facciones estaban marcadas como si solo fuera piel y hueso, y sus labios pálidos parecían un desierto de secretos oscuros.

El de la derecha, tenia el cabello largo hasta los hombros, trenzado. Era gracioso pero se le iba la gracia cuando veías sus profundos ojos marrones, que poco a poco se degradaban a un amarillo que te asustaba. Su piel morena iba a juego con su fornida anatomía, parecía un gorila.

El tercero y ultimo era delatado por su baja altura, en comparación. a pesar de parecer una ternura, su expresión indiferente e imponente presencia llenaban la sala. su cabello era rojo como la sangre, su piel era perfecta como una mentira blanca y la intensidad de su mirada parecía penetrar tu alma.

- ¡Alex, amigo mio! - murmuró sarcásticamente el de cabellos rojos, con una sonrisa ladina

- Clifford, sabes que no puedes venir aquí a estas horas, lárgate - habló el chico de la caja, Alex, aparentemente. su expresión calma se había tornado amenazante, como un gato acorralado.

- si, como sea. Haré lo que se me de la gana y Hemmings lo sabe - rodó sus ojos verdes, observando con vanidad el lugar, hasta que su atención se centró en mi - y... ¿quién es esta belleza?

sus ojos se conectaron con los míos, café y verde, en una momentánea sintonía.todo parecía ocurrir en cámara lenta, un escalofrió recorrió mi columna vertebral hasta terminar en mi cuello, mientras lentamente sus pies se movían hacia mi. pequeños susurros daban vueltas en mi cabeza, balbuceos que no lograba descifrar, y decidí ignorar, pues el claro de sus ojos me mantenía hipnotizada, no podía despegarme de ellos.

Volví a tierra finalmente, todo era silencio, como si lo que hubiese sentido y experimentado no hubiese ocurrido, abrí los ojos como platos dando un paso hacia atrás, viendo como el chico delante de mi sonreía con gracia. sentía como me analizaba de pies a cabeza, pero justo antes de que diese otro paso en mi dirección, veloz como un rayo, Alex se poso delante de mi.

- ella no es nadie, déjala en paz, Michael - dijo, amenazando al de cabellos rojos

- creo que tendremos que acompañarla a la salida, si es que "nadie" no se opone - menciono el de cabello trenzado, y yo negué frenéticamente

Me apresuré a salir, bajo la mirada apenada de Alex y la misteriosa del chico de cabello rojo, o Michael. Cuando estuve fuera del quiosco, suspire con una especie de alivio. mis manos temblaban y mi respiración era irregular, era como si hubiese visto un fantasma. me apresure a retomar mi camino a casa, con prisa y algo de miedo, mientras procesaba la escena que había presenciado hace segundos.

Algo tenia ese chico, algo que hacia mi sangre congelarse y mi corazón detenerse.

Algo que, sinceramente, no quiero descubrir.

gracias por leer ✨

Vampires Will Never Hurt You • 5SOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora