Prólogo

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Un grito. Después, silencio. Nadie salió de sus casas para saber que había pasado, ya lo sabían. Cuando la pequeña niña salió de su casa corriendo, tampoco salió ningún vecino a ayudarla, estaban acostumbrados a eso. La niña estaba llorando, sola, en la oscuridad. Se alejaba de su casa, intentando olvidar lo que acababa de ver. Sabía lo que tenía que hacer, pero el shock le ganaba y se quedo paralizada. Miro de nuevo su hogar, donde hacía un día todo era normal, pero no volvería a serlo. Miró alrededor, esperando ver a algún conocido intentando ayudarla, pero no pasaba nada. El miedo les ganaba, al igual que a la pequeña niña. Sabían que pasaría si salieran a ayudarla, por mucho que lo desearan. Una anciana se asomó a la ventana de su habitación, y cuando vio a la niña, empezó a llorar. Algo la empujó hacia la oscuridad de su habitación y no volvió a asomarse. La niña se secó las lágrimas de los ojos antes de darse la vuelta y correr de nuevo. Se dirigió al edificio a las afueras de la ciudad, dónde una mujer ya le estaba esperando. Iba vestida de blanco y llevaba un candelabro en la mano. La mujer la ayudó a entrar al edificio, después de cerrar las gigantes puertas de metal de éste. El estruendo de las puertas fue el último sonido de esa noche del 6 de junio de 1844.

El Orfanato HamiltonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora