Prólogo

4 1 0
                                    

25 de Octubre del 2028
Algún lugar en América.

Era de noche y la lluvia caía con fuerza, golpeando el piso y techos de las casas y edificios cercanos.

Las fuertes corrientes de aire hacían temblar los cables y movían con furia las ramas de los árboles en el parque de al lado.

Aquella ruidosa soledad se vió afectada cuando un destello de luz, acompañado con tierra, surgió de la nada y trajo consigo a una persona protegida de la lluvia por una especie de impermeable negro.

Aquel intruso salió de prisa y corrió por las calles, no se detuvo, cuando el inevitable mareo al cambiar de dimensión apareció.

Un rayo iluminó los cielos, dejando ver entonces, que aquel intruso era una mujer y que cargaba algo entre sus brazos.

Las farolas en la calle explotaban cuando la mujer corría cerca de ellas, y el bulto que cargaba empezó a sollozar...

El tiempo se acababa para la mujer, ella lo sabía.

Las luces de las casas se prendían, todas, con una simultaneidad impresionante y peligrosa, al mismo tiempo que los rayos se hacían cada vez más fuertes... no llegaría a tiempo.

La mujer alzo la mano derecha mientras aumentaba su velocidad y entró de lleno en aquel rayo de luz que apareció en la nada, de la misma manera que hizo hacía unos minutos.

Las luces en las casas se apagaron repentinamente y las farolas se quedaron estáticas, los fuertes vientos dejaron de mover las ramas de los árboles hasta que el único sonido que se podía escuchar era el ruido de las gotas de agua al caer.

Varias cuadras adelante, se repitió la escena de hace unos segundos.

La mujer salió del rayo de luz, de nuevo, dejando caer tierra de aquella rasgadura del espacio-tiempo que aquella mujer parecia hacer sin ningún problema.

Para cuando las farolas comenzaron a parpadear, la mujer ya estaba frente a una gran construcción, con un estilo victoriano y con un sin fin de simbolos religiosos... sin duda una catedral antigua.

La mujer, con pesar y emanando oleadas de tristeza, dejo al temeroso bebe al pie de la puerta de la catedral; junto a ella dejó, también, una nota y un objeto brillante, seguramente una joya.

El silbido del viento se colaba por los oidos de aquella mujer, como si le gritara 《No lo hagas, no la dejes》y se tradujera en el ambiente como un lamento de horror.

La lluvia aumentó su fuerza, mientras se mezclaba con el sonido del llanto del bebé, que buscaba desesperado el tacto cariñoso de la mujer.

El repiqueteo del aire en los ventanales y el sonido de los fríos nudillos de la mujer al golpear la madera de los portones, se colaron, con desconcierto, por los oídos del sacristán de la catedral; quien se encaminó apresuradamente a abrir los portones, esperando encontrarse con un desamparado en busca de asilo.

Al abrir la puerta, el hombre recibió de lleno el frio golpe del viento, acompañado con el olor a tierra mojada característico de la lluvia. Al no ver a nadie frente a él, cómo un acto reflejo, dirigió su mirada al piso, encontrándose con aquél ser expectante.

Lo primero que reconoció fueron aquellas manchas verdes y marrones que la criatura tenía por iris, la nariz fina y la boca cubierta por las delicadas manos del bebé.

La expresión del hombre era de pura estupefacción, se agachó para recoger al bebé cuando reparó en los objetos junto a éste  y los recogió también.

Con el bebé en brazos, se paró fuera del porton y miró en ambas direcciones de la calle, esperando poder ver un rastro de la persona que dejó ahí al desafortunado ser.

Los sentimientos de rabia y tristeza lo inundaban cuando, de repente, una fuerte luz apareció en los cielos y se plasmaron en él infinidad de rayos que quedaban estáticos .

El hombre observó aquél espectáculo maravillado, al tiempo que la lluvia paraba de caer y las gotas de ésta quedaban paralizadas en el aire, mientras que los vidrios de todas las farolas o bombillas, tanto encendidas como apagadas, explotaban y caían al suelo.

La mezcla de sonidos resultó en un estruendo, se le unió un agudo grito lastímero y entonces... nada.

La tormenta cesó de repente, dejando al hombre parado al pie de la acera, anonadado y con un bebé en sus brazos.

Asustado, el hombre se apresuró a entrar a la catedral, dejando tras de sí el tenebroso silencio que, junto a él y sin saberlo, había sido testigo del asesinato de una joven mujer.

"Lo siento" fue lo último que ella pudo pensar antes de que esa luz decidiera el fin de su existencia.

-Gissele💙🖤

Nota: Esta historia es un borrador una idea original, si hay errores en la redacción de los capítulos les pido que entiendan no soy una escritora profesional... de hecho, tampoco podría considerarme escritora sabiendo la poca práctica que tengo. Pero tomate la libertad de corregirme.

26/03/2018 - 9:30p.m.

SirusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora