I

4 0 0
                                    


La noche era oscura, perfecta para escapar por el rato.

Las chicas seguían dormidas y las que estaban despiertas sabían que era mejor no decir nada. Abrí la ventana ampliamente, dejando ver la rama del gran roble justo afuera. De pequeñas habíamos tenido mucha práctica con el escalado de árboles, lo cual ahora nos favorecía demasiado.

Cuando bajé del árbol me tomó muy poco llegar al puerto ya que el camino me lo sabía de memoria. Al llegar lo vi parado de espaldas y aunque estuviera en cualquier otro lugar o a kilómetros de distancia yo lo reconocería inmediatamente. Caminé descalza por la arena hasta llegar a él.

Envolví mis brazos en su pecho aspirando el olor a jabón corriente mezclado con azufre de su trabajo. Tomó mis manos en las suyas y besó cada dedo, cada línea en mi piel mientras yo sonreía en su espalda.

Cuando la brisa tocaba nuestras mejillas volteó a verme, la luz siempre brillando cada que me veía.

-Estás tan hermosa, como siempre- murmuró él. Mi sonrisa no podía extenderse más de lo que estaba. –Te extrañé como loco-

Me alcé de puntillas para depositar un pequeño beso en su labio y aunque nuestras manos seguían entrelazadas, yo quería sentir más de él.

-¿Cómo te fue hoy en él trabajo?- dije acariciando su mejilla, raspando mi palma con la barba que apenas salía.

-Estoy exhausto. Algún día no voy a ser capaz de levantarme otra vez-

Reí un poco mientras masajeaba sus callosas manos, cada vez más rasposas por el pico y la pala.

-Cuando tú y yo nos casemos vas a tener que prepararme una tina llena de agua caliente con sal, y tendrás que masajearme...- decía misteriosamente acercando cada vez más su cara con la mía. –TODO.MI.CUERPECITO.-

No debería reírme tanto a estas altas horas de la noche, pero Kim siempre me hacía reír. Por más que lo amara con toda mi alma y corazón, algo nos impedía.

-Kim, hablando de eso...-

-No te preocupes, Kira. Estoy bromeando, yo seré aquel que te lave la ropa, te haga de comer, costure. No tendrás que hacer nada, serás mi reina.-

El entusiasmo que Kim siempre ponía al comentar sobre un futuro juntos hacía las cosas más difíciles. Y si no le decía las cosas claras de una vez el impacto sería mucho mayor.

-Kim.-

Su faz se tornó serio y preocupante, Kira empezó a sollozar.

–Kira, yo te amo más que nada en todo el universo.- dijo tomando su barbilla en su palma. -Quiero que seas mi esposa, quiero que nuestros hijos se paseen por el pueblo, quiero ver el amanecer a tu lado y ver el último anochecer de mi vida junto a ti.- La sinceridad de su voz rompía su propio corazón, más al no obtener respuesta de Kira. – ¿Ocaso tú no me amas?-

Era momento de dejar las cosas en claro, aunque el corazón de ambos se partiera. Dejando de lado los sentimientos.

-Kim, tú no me puedes dar lo que necesito.-

La mente de Kim empezó a trabajar, buscando soluciones al problema.

-Tomaré más horas en la mina si es necesario. Buscaré otro empelo, uno con más ganancia, uno mejor. Te lo prometo.- Hablaba con desesperación, arriesgando todo con tal de que ella no se fuera. Kira soltó de su mano como si fuera peste, pero Kim no se daría por vencido e intentó detenerla. Pero Kira ya había elegido su camino desde hace mucho tiempo atrás.

Limpió las lágrimas que se había derramado por su mejilla e ignoró a su tonto corazón suplicando que le devolviera a Kim.

-No, Kim. Debes entender como son las cosas, yo soy una huérfana que no tiene nada. Una vez que las monjas se cansen de mi me echarán por la puerta y no tendré nada. Entiendes.- En ese momento de furia sacó el anillo que siempre llevaba consigo. El símbolo de amor.

Kim le había entregado ese anillo a ella en una de sus citas, le había comentado la importancia de ese anillo.

"Mi hermano me lo regaló. El me ama más que nada, yo soy su única familia. Un símbolo de amor y quiero que tú lo tengas."

Era ligero y sin detalle, lo único era un hexágono negro en la parte superior. Digno de un hombre como él. Ella por el otro lado le obsequio un anillo dorado con una simple pequeña rosa. Cada que se veían Kim siempre lo traía, decía que era su dije de la suerte.

Y este era el momento de ponerle fin a ese amor del cual ella no sacaría ningún beneficio. Lo tomó en su mano y lo aventó al mar frente a ellos, el agua tan negra en la oscuridad que de inmediato desapareció. Kim la observó en silencio mientras las lágrimas salían de sus ojos azules. Esos ojos que transmitían calma ahora eran una tormenta.

-Lo que yo necesito es tener algo seguro. No tengo ningún título en esta sociedad, no soy digna de nada por el simple hecho de ser una huérfana más. Nunca voy a estar satisfecha con el sueldo de un minero del cual la empresa ya ni siquiera es viable.- A ese punto Kira ya no podía verlo a los ojos. –Yo necesito a alguien más. Alguien que me ofrezca una vida, una posición, algo más que vivir en un simple pueblo lleno de tierra y comerciantes. No eres lo que necesito.-

El silencio reinó entre los dos con el único ruido de las olas chocando, al igual que la mente de Kim. Él miraba al océano con la cara oscura, entendía perfectamente a lo que se refería ella y no iba a interferir en sus planes.

-Búscate a alguien mejor, alguien que aspire lo mismo que tú.-

Kira ya estaba dispuesta a marcharse con esas últimas palabras cuando escuchó a Kim susurrar.

-Te amo y te voy a amar hasta el final de mi existencia.-

Lo dejó ahí mirando al mar como consuelo, se dispuso a marcharse pero antes de llegar se tumbó en una esquina y lloró todo lo que tenía que llorar. Su corazón gritaba el nombre de él y pedía que corriera a sus brazos de nuevo. Sin embargo, la decisión ya había sido tomada. Kira sabía que era lo que necesitaba y no iba a dejar que sus emociones se metieran en su camino.


Ella aspiraba en grande, quería todo. Incluso el mundo. 

ThornsWhere stories live. Discover now