Sus ojos azules me seguían en mis sueños, cada noche aparecía y lloraba frente a mí. Susurraba algo, jamás lo alcanzaba a escuchar. Desde su muerte el mundo no brillaba igual, las noches eran más oscuras y llenas de tormentas. Desde aquel adía todas las noches llovía con grande fuerza y la intensidad de los relámpagos destruyeron varias chozas.
No había sido capaz de dormir bien, por más que rezara y contara las estrellas en busca de una chispa de sueño, nada sucedía. Un castigo más por lo que hice.
Ya había pasado el mes desde su muerte y por más que quisiera recordarlo y vivir su memoria; no era sano detenerse.
-¿Estás segura?- murmuró Felicia arreglándose su gigante vestido.
-Conociendo como es que regresas y sueles no ser tan callada, necesitas a alguien que cuide de ti. Y ya era mi turno de hacerlo. –
Resignada abrió la ventana ampliamente, dejando entrar la brisa de la próxima tormenta. Desde el día que me interrogaron por el paradero de Kim, tuve que explicar cómo era que nos vimos en el muelle. A la madre Lulú no le agradó la idea de sus jovencitas brincando por una ventana para después deslizarse por un árbol. Ahora éramos protegidas por unas rejas negras impidiendo nuestra salida, sin embargo el herrero tenía sus quereres con otra de nuestras compañeras. Dejándonos así una maniobra para irrumpir las rejas silenciosamente.
Así Felicia y yo salimos una vez más a la noche.
Parecía que el mundo había cambiado enormemente desde la muerte de Kim, y fue así. Mis pies ya no reconocían el árbol ni el camino hacia el pueblo. Fue un mes de encerramiento y luto del cual Kira no quería salir.
Pero una vez que su cuerpo se ajustó a la oscuridad y el silencio, un sentimiento volvió a su corazón. Por fin podía suspirar libremente.
Felicia solía ir siempre a una taberna algo lejos del convento, según su teoría "entre más lejos esté, habrá menos gente que me conozca". Era buena teoría, lo único es que todo el pueblo iba a esa taberna. No por su buen servicio, si no por 'otros' servicios.
Entraron juntas pero rápidamente Felicia desapareció, no era nuevo eso. Kira se acercó a la barra pidiendo un trago, algo nuevo y refrescante; pero antes de que pudiera tomar trago un mareo la tumbó de su silla.
-¿Señorita, está usted bien? - escuché al camarero preguntar
Me sobé la coronilla en busca de tranquilidad.
-Tomaré aire fresco.- murmure
Pero en cuanto se abrieron las puertas de la taberna la brisa de la lluvia eran más fuertes, las gotas cayendo como granizo en el polvo. El viento casi la movía de lugar si no se sentaba, los relámpagos brindando luz a la oscura noche.
-Kira.-
Su corazón empezó a latir a mil por hora al reconocer esa voz.
No podía ser posible, él ahora estaba bajo tierra. Se levantó de arrebato de la silla volteando al laberinto oscuro de la noche.
-Kira, ¿por qué?-
Se escuchaba en agonía, adolorido. Su voz se quebraba al decir mi nombre. El viento ya había desecho la maraña de peinado de llevaba, haciendo más difícil ver al frente.
Por la dirección de la voz se escuchaba lejos de ahí, empezó a caminar en su dirección.
-Kim- gritó desesperada. – Por favor, escúchame-
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Thorns
RomanceBajaste de las estrellas únicamente para torturarme. Renunciaste a tu reino y riquezas por venganza. Cambiaste la felicidad por la ira. Todo por que un pecado puede matar todo amor.