Capítulo Único

601 90 28
                                    

Existen diversos momentos que no olvidarás nunca porque cambiaron tu vida de alguna forma. Para Tadashi Yamaguchi, uno de esos momentos fue el día en el que un niño rubio y demasiado alto para su edad lo había defendido de unos niños lo estaban molestando. Y, aunque su héroe había insistido en que no tenía intención alguna de salvarlo, Tadashi guardó ese momento en su corazón para siempre. Ese día conoció a su primer amigo, su mejor amigo. Unos días después del suceso trascendental, se conocieron formalmente y se volvieron inseparables. Donde estaba uno, cerca se hallaba el otro.

Una cosa que a Tadashi le había llamado la atención sobre su nuevo amigo, era la presencia de la luna en su vida. No solo llevaba la luna en su nombre, si no también en suéteres que usaba constantemente. Como si estuviera orgulloso de llevar su nombre. De la misma manera, Tadashi presumía su gusto por las estrellas; acostumbraba usar ropa con diseño de estrellas e incluso el techo de su habitación estaba cubierto por estrellas que brillaban en la oscuridad, haciendo su noche más hermosa, aunque fuera bajo techo. Pero, a diferencia de Tsukishima, no contaba con la suerte de llevar a los adorados astros en su nombre.

El pequeño niño amante de las estrellas, tenía una característica bastante peculiar: su rostro y cuerpo estaban cubiertos por diminutos puntos oscuros, la mayor parte de estos concentrándose en sus pómulos y su nariz. Lo primero que notarías si miraras a Tadashi a la cara, son esas definidas pecas esparcidas tan espontáneamente. Y es este singular rasgo, que muchos considerarían adorable, el culpable del maltrato diario con el que vivía el niño.

Se había vuelto costumbre de los niños de su salón resaltar los pequeños lunares en el rostro del niño de cabello verdoso. Pero lejos de verlos como una característica adorable, lo señalaban con una mirada burlona seguida de carcajadas peyorativas; muchas veces esta acción venía acompañada de preguntas llenas de malicia:

—¿Por qué tienes la cara manchada? ¿Te cayó pintura y no te la pudiste lavar? —preguntaba un niño, mirando a Tadashi directo a los ojos.

—¡Yo creo que no se lava la cara, y es sucio que ya no se puede quitar! —respondía otro, socarrón, sin dar oportunidad al aludido de hablar.

Pero la verdad es que en el pequeño Yamaguchi no había fuerza para responder. Humillado y avergonzado de su naturaleza, salió corriendo entre los niños y se refugió detrás de un árbol en el patio de juegos. Llorando desconsoladamente, con sus rodillas plegadas hacia su pecho y su cabecita oculta entre sus brazo, no se percataba de lo que sucedía a su alrededor. Podían haber pasado minutos u horas, poco le importaba, pues él solo quería desaparecer. Y cuando parecía que se iba a cansar de llorar, una mano tocó su hombro, seguida de una voz familiar, llena de amistad:

—¡Yamaguchi! Así que aquí estabas, llevo mucho rato buscándote —le contó el niño rubio, arrodillándose, para mirarle a la cara. Iba a continuar hablando como usualmente lo haría, cuando notó los ojos rojos y el camino húmedo que surcaba por las mejillas del más bajo. Su rostro cambió, su semblante se puso serio. No sabía cómo tratar con personas tristes, no tenía idea de cómo consolar. Así que llevado por la curiosidad, le preguntó—: ¿por qué has estado llorando?

Yamaguchi tardó un rato en encontrar su voz. Respiró profundamente un par de veces tratando de normalizar su tono y calmar sus lágrimas, mientras su amigo le miraba con calma sentado frente a sí.

—U-unos niños... —comenzó por fin, haciendo una pausa para ahogar un sollozo— m-me están molestando, T-Tsukki —el mencionado alzó una ceja, animándole a seguir hablando—. Me dicen cosas m-malas sobre mis p-pecas, creen que e-es sucio.

—¿Sucio en tu cara? —inquirió Tsukishima, una sonrisa cínica formándose en sus labios—. El único lugar donde hay sucio es en sus cabezas vacías.

Momentos (TsukkiYama)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora