Después de que estuvimos un par de semanas sobreviviendo a partir de la carne de animales parlantes, declarándole la guerra a unos mocosos reyes y dándole un aventón a un viajero del alba, volvimos a mi casa y todo se tornó normal. Excepto por Susy, a ella la encerramos en la caseta de mi perro, que murió por causas naturales. Le di un hueso de vez en cuando y estuvo muy bien. Lo que era un peligro cuando la sacaba a pasear, a la gente fina le molestaba que estuviera mostrándole los dientes a los bebés y a las vírgenes, pero nada que un buen bozal no pudiera arreglar.
Ese día era jueves, y a mí los jueves se me daba por hacer artesanías salidas de algún canal ruidoso de YouTube. Filiberto acababa de traer las compras para el almuerzo y me observó con la computadora.
Había decidido venirse a vivir conmigo porque su compañero de piso estaba realmente enfermo. Entre algunas de sus maldades, le contó el final de la última temporada de Peppa Pig, maldito desgraciado. Ya se lo había hecho antes con Elmo y sus amigos, pero aquella vez en serio, en serio se había propasado. ¡Nadie se mete con los programas y de un hombre!
—¿Qué haces? — Apartó uno de los montones hecho con miles de trozos de cartón, tijeras sin filo, pelusa y puntas de lápices.
—Un pentagrama —puse la regla en posición y tracé la línea. Pero la porquería esa estaba irregular por usarla tanto (me gasté el dinero de los útiles escolares para Susy, ahora tenía un mp3).
Se acercó a observar sobre mi hombro y luego le dedicó un vistazo al tutorial que brillaba en mi PC.
—Lo que tú quieres hacer es un pentágono —. Levanté la cabeza, haciendo tronar mi cuello. El sonido de las vértebras saliéndose de lugar llamó su atención— ¿Hace cuánto que estás con esto?
Rasqué mi cabello, teniendo que arrancarme unos pelos para despegar la mano del pegamento y la lapicera que había perdido en el primer intento. Después me peinaría con el cepillo, a ver si no se rompía.
—No sé... ¿Aún es jueves? —Sus ojos se abrieron de par en par— Bah, da igual. Esto es un pentagrama —. Señalé la figura geométrica de cinco lados.
—Es un pentágono.
—No, un pentagrama. El pentágono es otra cosa...
Soltó el aire con exasperación y buscó entre todas las cosas, una tiza blanca.
—Mira —se agachó en el piso y comenzó a dibujar una estrella de cinco puntas encerrada en un círculo alrededor suyo. Yo me puse con él.
En eso, el Señor vampiro zombi árbol (llamado Carl. Sí, además de todo, extranjero) apareció por el pasillo. Él también se mudó, éramos las únicas personas capaces de soportar su hediondez, sus desenfrenados deseos de sangre y lo que era peor, esa cara espantosa. Tuve serias dudas sobre quemársela y probar si se veía mejor, pero el acosador terminó por convencerme, ¿carne asada podrida? Llamaríamos a los perros con eso, ¡y ya bastante teníamos con los buitres, siempre cagando las ventanas esos infelices!
—¿Qué están haciendo? —El pobre traía una mascarilla de kiwi y manzanilla, ahora, además de las moscas comunes, las de la fruta se ensañaban en adherirse a su superficie. Ah, pero no sería yo quien le rompiera la ilusión...no, mejor echarle la culpa a otro.
—Discutiendo —. Comenté naturalmente.
—No estamos discutiendo...—Murmuró el chico, concentrado. En cuanto dejó de apoyar la tiza sonrió de forma pedante— ¡Listo! Esto es un pentagram...
No terminó la frase cuando el dibujo se iluminó, envolviéndonos en una luz blanca. Oh, genial, el tipo era alquimista.
—¡Carl, sácame de aquí! —Sentía como iba desapareciendo lentamente. ¡Al menos que me permitieran acabar mi bello canasto tejido en diario!
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Shh...(Título de historia de terror)
ЮморLas historias de fantasmas suelen tener fantasmas, por eso los pegué en la tapa. ¡Ten cuidado! Si lees este libro bajo agua, mientras cruzas una calle trasitada , o tomando veneno...morirás (exacto, está maldito).